Caos, hambre y servicio fantasma de Renfe: «¿Por qué siguen vendiendo billetes de trenes que no van a salir?»

Pablo Medina CÓRDOBA / LA VOZ

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Usuarios en la estación de Santa Justa en Sevilla tras la cancelación de los trenes de larga y media distancia de la línea AVE Madrid-Andalucía.
Usuarios en la estación de Santa Justa en Sevilla tras la cancelación de los trenes de larga y media distancia de la línea AVE Madrid-Andalucía. Raúl Caro | EFE

Un trayecto iniciado en Granada con destino Madrid topa con la dana sin posibilidad de enmienda

04 sep 2023 . Actualizado a las 16:26 h.

A las 19.45 del domingo, el Avant 08505 sale a su hora de Granada, con llegada a Córdoba a las 21.32. Otros viajeros que debían tomar otro tren media hora antes con destino Madrid se agolpan en los andenes de la estación. Sale con retraso y no hay espacio suficiente en el interior para todos los pasajeros que miran el móvil para seguir las pocas actualizaciones que indica Renfe sobre el estado de las vías. Porque a pesar de ofrecer cambios y anulaciones de billetes a los previsores y temerosos, las líneas telefónicas están colapsadas. Más de quince llamadas hacen imposible evitar tomar el tren. «En estos momentos todos nuestros agentes están ocupados». Una y otra vez.

 A la llegada a Córdoba, coincidiendo con la cumbre europea de ministros de Agricultura, comienza la desazón. El AVE 02211 destino Madrid con salida a las 22.07 llega con 20 minutos de retraso. El ingreso en el coche ya es caótico: «Su coche y asiento ya no valen. Sigan la línea azul del suelo del andén y a partir de ahí siéntense donde encuentren un sitio libre». Cuando se detiene el tren, algunas personas intentan subir sin éxito. Clic, clic, clic. Los interruptores para abrir las puertas no funcionan y hay que escoger otro vagón donde sí lo hagan.

En el interior hay multitud de pasajeros que partieron desde Sevilla. La mayoría ocupa su tiempo en consultar redes sociales o ver vídeos. Hay quien escucha música o duerme. O ambas. Pero el tren avanza lento, muy lento, y se producen numerosas paradas ante la intranquilidad de sus ocupantes. Castilla-La Mancha es un embalse impracticable.

En la cafetería, comienzan a acentuarse desánimos. «¿No os quedan bocadillos calientes?». «¿De sándwiches qué os queda?». «¿Algo así consistente para comer tenéis?». La comida escasea y, pronto, una de las trabajadoras de Renfe comienza a desplegar unas pegatinas naranjas con un mensaje desalentador para los hambrientos que llevan horas encerrados en el tren: «Fuera de servicio». Para los niños será un mazazo. Un comensal echa un vistazo a Twitter y discute con sus amigos que el resto de trenes están en las mismas condiciones. Otro asegura que ha leído que en otro trayecto han tenido que pedir por megafonía leche en polvo para un bebé que lleva sin comer horas. En este tren también viajan niños, pero no se alcanza dicha emergencia. Eso sí, el hambre arrecia.

De vuelta en los vagones, aún parados, los pasajeros esperan impacientes noticias sobre el estado del tren y su circulación, especialmente aquellos que al día siguiente tienen trabajo y cada vez ven más cerca la posibilidad de no llegar a tiempo. «A las malas me vuelvo a Sevilla y cojo el coche para irme a Madrid, pero si llego a las 8 de la mañana a ver cómo hago para trabajar», comenta un hombre en conversación telefónica con un familiar. Muchos jóvenes también hacen por contactar con sus familias. Si el tren no continúa el trayecto, hay que buscar alojamiento y alternativas de viaje.

«Corre a vuestro cargo»

Pasadas las 12 de la noche, la megafonía proyecta la voz del maquinista. «Señores viajeros, les informamos de que, debido a las condiciones meteorológicas, no podemos continuar el viaje. Cambiaremos su sentido de regreso a Córdoba. Estoy a la espera de que autoricen que continuemos hasta Sevilla». Los suspiros, las quejas y los improperios empiezan a brotar. Tras largas horas de espera, cada mochuelo vuelve a su olivo. «Pues yo me voy a fumar un cigarro en el baño. Si estos hacen lo que les da la gana, yo también», dice un joven mientras accede al aseo. El olor confirma su acto de rebelión. No tiene consecuencias, puesto que no hay ni rastro de la tripulación. «Se habrán acojonado», dice el fumador a su salida de la cabina del baño.

A la llegada a la ciudad califal, la fotografía de los andenes es dramática. Las luces de las vías están apagadas, un tren sin indicaciones de origen ni destino se ha parado para darles un respiro a los pasajeros. Caras muertas de sueño, ancianos fatigados y niños que han caído rendidos en los brazos pasean vagantes por la estación sin saber qué hacer, puesto que ni un solo operario de la compañía está con ellos. Mientras caminan, se escucha una retahíla de preguntas: «¿Os mandaron algún SMS o algún correo de cancelación? Porque a mí no», comenta una voz. Otra formula una pregunta y se cuestiona por qué «no cancelaron el viaje si sabían que las vías estaban inundadas». Tienen razón: no hubo aviso ninguno.

La solución más acelerada que encuentra la mayoría es subir al mostrador que hay en la planta del edificio. Allí, decenas de personas se agolpan frente a la presencia de una operaria de Renfe escoltada por dos miembros de seguridad de la estación. No tarda en llegar la mala noticia: «Como es causa mayor, desde Renfe nos dicen que no les ofrecen alternativa. Ni autobuses lanzadera, ni taxis, ni cambio de billetes ni hotel. Todo corre a su cargo». Algún indignado grita, dos señoras calmadas piden explicaciones con paciencia pero la mayoría se centra en pedir justificantes para el trabajo. Perderán horas o toda la jornada laboral.

Es la 1.20 de la mañana, y los hoteles, en una ciudad tan turística y en alta temporada, están colapsados. Ninguno de los 12 hoteles más próximos a la estación tiene disponibilidad a altas horas de la madrugada. Y los que tienen, aplazan la pernocta: «Lo siento, pero si quiere entrar, tiene que ser a partir de las 15.00», responde el recepcionista de uno de ellos. Un puñado de pasajeros consiguen hacer noche en un hotel atendido por una generosa recepcionista que dista cinco palmos de la emblemática mezquita-catedral de la ciudad. «Estábamos de viaje, así que por lo menos vemos Córdoba», muestra optimista un chico que apenas supera la mayoría de edad.

Un panel informativo muestra demoras en los trayectos a Sevilla en la estación de Atocha de Madrid.
Un panel informativo muestra demoras en los trayectos a Sevilla en la estación de Atocha de Madrid. JUAN CARLOS HIDALGO | EFE

Billetes fantasma a Madrid

Los primeros viajeros se personan en la estación de Córdoba alrededor de las 6.30 de la mañana del lunes. Se forman largas colas en los mostradores de Renfe e Yrio con caras conocidas de la jornada anterior. Y comienzan las malas noticias: «Los trenes con destino a Madrid están cancelados. No sabemos si se reanudarán en 20 minutos, en una hora o mañana, pero la circulación hacia el norte está cortada. Lo único que pueden hacer es viajar hacia el sur», comenta otro operario de Renfe, tras lo que le sucedería una pregunta formulada por una mujer aplaudida por el gentío presente: «Pero si me acaban de vender este billete para Madrid y me han dicho que salían, ¿por qué están vendiendo billetes de trenes que saben que no van a salir?».

Una verificación empírica es necesaria. Se abre el proceso de compra. Web de Renfe, tren de Córdoba a Granada con salida a las 08:59 y llegada a las 10:42, AVE 02076. Total: 25,65 euros y un padrenuestro inútil, porque Renfe no indica en el proceso de compra o el boleto de dónde proviene el tren, por lo que «viajar hacia el sur» es una lotería. Si se ve en la pantalla la procedencia del destino del tren, hay suerte y no se compra. En caso contrario, como el del AVE 02076 que provenía de Madrid, la alternativa es vergonzante: «Le puedo montar en un AVLO que va hasta Antequera y de ahí coger un autobús, pero en el tren tiene que ir de pie», ofrecen en el mostrador de Renfe. Qué remedio.

Pero el caos es tal que hacer el cambio es casi imposible. Las líneas telefónicas están tan colapsadas que ni entre trabajadores del ferrocarril existe posibilidad de contacto. Una llamada, otra, y otra mientras otras reclamaciones se ponen sobre el mostrador. «¿La noche que he pasado aquí me la pagan ustedes? ¿Dónde puedo reclamarla?», pregunta un hombre de mediana edad. «Escanee el código QR y puede reclamar», le contestan. Algunas personas que quisieron hacerlo hacía unas horas no pudieron y desistieron. «Todo corre a cargo de vuestra cuenta… pues menos mal que he venido hoy, porque si no, no reclamo», farfulla una mujer. Mientras, los trabajadores de ADIF deambulan a lo largo de la estación como monjes mendicantes repitiendo la misma oración una y otra vez si se les pregunta por el estado de los trenes: «Sé lo mismo que usted».

La «solución Torres»

A las 9:15 parte el AVLO 808E hacia Antequera. Han sido tres billetes cancelados para tener como única alternativa volver al punto de partida —y con uno de esos boletos hacia Granada cancelado—. A la bajada a las vías, un maquinista de Renfe hace aspavientos agitados y grita a una persona que le había hecho una consulta sobre su destino de viaje. El resto de pasajeros avanza en tropel en busca de su asiento. En el interior se perciben los clásicos gestos de generosidad de cualquier viaje en tren. «¿Le ayudo con la maleta?» «¿Necesita ayuda para encontrar su asiento?» «No se preocupe, le dejo la ventanilla». Las maldiciones se quedan en los mostradores de las compañías ferroviarias y la alegría comienza a imprimirse en forma de sonrisa en algunas caras. Pero no en todas. «Tío, pues que llego con mi billete comprado y me dicen que ese asiento se lo ha quedado otra persona y ahora tengo que ir de pie», le comenta un joven a un amigo para acto seguido entonar una sonora blasfemia y golpear el maletero del coche 3.

Una vez en Antequera-Santa Ana y tras un trayecto con algunos pasajeros sentados en las escaleras que hay entre el pasillo de cada coche y la puerta de salida, dos operarios de Renfe sujetan unos carteles para que se formen dos filas. «¡Para Granada aquí, Antequera AV a la izquierda!». Multitud de turistas se juntan en la cola para Granada. «Pues a mi me falta gente para Antequera», comenta la operaria que debía conducir a un puñado de personas a la estación alternativa de esta localidad malagueña. Solo dos personas se unen a su fila.

Conducidos como un rebaño, la muchedumbre baja hasta la entrada de la estación. Dos conductores miran al voluminoso séquito que se ha personado ahí y solucionan los problemas de afluencia de un plumazo. «Pues los montamos en los dos autocares y andando, que no los vamos a dejar aquí», sugiere un conductor de la empresa de autobuses Torres. Dicho y hecho. En 15 minutos se logra que todos los viajeros ocupen un asiento. A un joven no le da tiempo ni a apurar un cigarro. «Es la primera vez que viajo. Nos cancelaron esta mañana el tren Sevilla-Granada y ahora cuando lleguemos me toca coger otro bus hasta Almería, pero a saber cuál, porque al de las 11 no llego», comenta entre risas irónicas.

A las 11.35 de la mañana, el autobús llega a Granada con el aviso de que poco después de las 9.15 se han reanudado los servicios ferroviarios entre Andalucía y Madrid. Tarde, porque muchos pasajeros no podían esperar a semejante incertidumbre. Y con todo, los trenes seguían con retraso.