Ferran Cases, de «Bye Bye Ansiedad» a «Sí a (casi) todo»: «Toqué fondo a los 21, pero la parálisis fue un regalo, hay que parar»

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Ferran Cases, fundador del centro Bye Bye Ansiedad
Ferran Cases, fundador del centro Bye Bye Ansiedad Antonio Navarro Wijkmark

No es magia, es hábito, advierte este emprendedor y divulgador que cambió su manera de interpretar el mundo mudando rutinas. Hoy defiende el «siatodismo»

07 feb 2024 . Actualizado a las 23:14 h.

Su cuerpo hizo crac y su cabeza hizo clic. Pero no fue algo inmediato. Tuvo que cambiar. Cambió de hábitos y hoy te propone, sobre todo, una cosa: parar. «Para y escúchate más». Su batalla contra la ansiedad, que ha llegado a vencer sin darse por vencido, ha sido larga, tiene un punto Holmes y otro Scarlett Johansson, y comenzó a los 15 años, cuando se desmayó en una clase en el instituto. Fue un primer aviso, al que se refiere en sus monólogos (que hoy le llevan a girar por todo el país) como su «primer viaje a la Luna». Ferran Cases, creador del centro Bye Bye Ansiedad, lanza Sí a (casi) todo, «un puñetazo a esa mentalidad que te hace sentir que siempre necesitas más».

«Aquella primera vez —recuerda—, me mareé hasta el punto de que se separaba el suelo de mis pies. Fue mi primera experiencia con la ansiedad, ese mareo, un síntoma que mucha gente tiene y que ahora normalizo y entiendo, pero en aquel momento, imagínate...». Mantuvo los mareos en silencio, convivió con ellos como un adolescente «con expectativas que no quería que nadie pensara que venía defectuoso de fábrica». Siempre ahí esa presión de ser para los demás.

Con el tiempo, cuenta Ferran, los mareos mutaron «al estilo Pokémon», y se convirtieron en insomnio y, un paso más, en parálisis corporal. Ferran pasó dos años casi sin salir de casa: «Las parálisis tienen mucho de ese miedo paralizante. Lo notaba en las extremidades. Ahora que lo puedo mirar desde la distancia, fue un regalo. Yo no era capaz de parar, de darme cuenta de que había algo que me estaba impidiendo hacer vida normal», cuenta quien apuesta hoy por «el siatodismo, el sí a casi todo», con tres actitudes: «Apostar, sudar y amar».

Su vida tiene algo de peli americana, con sueños y acontecimientos a lo grande y el aire cómico de lo familiar. El qi gong (arte marcial china) le salva a diario la vida a Ferran, que ahora dirige el centro Bye Bye Ansiedad, con científicos y terapeutas que han ayudado a miles de personas a superar su ansiedad, dolencia que, según los últimos estudios del Instituto Nacional de la Salud Mental (NIMH, sigla en inglés), sufren ya dos de cada cinco personas en España.

La vida no es Friends, apunta, pero muchas veces vamos de superhéroes volando dentro del bucle infinito de El show de Truman. A otra peli de Jim Carrey, Di que sí, alude Ferran para contarnos esa filosofía que le ha permitido avanzar hacia el bienestar. La cosa empieza, advierte, por respirar bien. «Nos olvidamos de cómo hacerlo. Si tienes un bebé en casa, verás que respira de manera abdominal, profunda. Esta es la buena. Pero vamos creciendo y activamos el modo respiración de supervivencia. No vale. Hay que respirar de manera diafragmática. La respiración superficial es útil si vas corriendo a coger el bus, pero con la respiración abdominal relajamos el sistema nervioso. Nadie que sufre ansiedad sabe respirar», asegura.

EN PILOTO AUTOMÁTICO

¿Sabemos de qué va la felicidad? «Es algo muy personal y ambiguo. Lo que a ti te hace feliz no es lo que a mí me hace feliz. Sabemos que hay cosas que nos pueden ayudar, que hacer deporte ayuda, como ayuda el dormir bien. Pero hay mucho ruido, mucho gurú diciéndonos lo que hay que hacer y cómo hay que hacerlo», advierte Ferran, que te anima no a reinventarte, sino a potenciar lo que eres. «No necesitas una dieta ni levantarte a las cinco cada día a hacer abdominales o hacer ayuno 17 horas», considera.

Él descubrió que cambiando el guion cambiaba la película que se montaba de la vida, que mudando la perspectiva podía transformar la experiencia. Empezó a observar sus hábitos día a día, a anotar las horas que dormía, qué cenaba y qué hacía justo antes de irse a la cama. «Me di cuenta de que cambiando algunos de mis hábitos diarios, podía cambiar mi forma de interpretar el mundo», cuenta Ferran. Entre esos hábitos, están «regar las plantas, fregar los platos, ver una serie de Netflix o cepillarme los dientes, porque son cosas que hacemos todos los días». Lo que hay que preguntarse, sobre todo, es: «¿Cómo lo estoy haciendo?, ¿me está aportando algo o voy siempre en piloto automático, sin parar?».

Hay un confort cerebral en ese dejarse ir sin más, admite, que suele conducirnos «al modo ‘nonoísta’, a quejarnos de todo». Aceptar más, lamentarse menos es clave Y si no aceptas, trata de cambiar, pega la vuelta.

«Yo era un petardito que lo hacía casi todo fatal... He tenido que renunciar a muchas cosas para vencer la ansiedad. Durante años tuve, por ejemplo, que renunciar al café. Dejé amistades que no me hacían ningún bien y puse límites a la gente», me comentó Ferran una de las veces que hablé con él. El «siatodismo», señala, no es que te inviten a una fiesta de tres días y digas que sí. «Vivimos en un momento social de aprender a decir que no y poner límites. Y yo lo que digo es que, dentro de cada no, hay un sí».

Y sonríe al recordar un «estudio muy bonito sobre personas que leían tiras cómicas, unos tenían un lápiz en la boca y otros no; y se vio en pruebas encefalográficas que los que tenían el lápiz en la boca eran más felices, porque estaban forzando la sonrisa...».

En la peripecia de Ferran, que comparte en Sí a (casi) todo, hay una aventura empresarial truncada que le dejó una deuda encima de 15.000 euros y un día en el que NO se ligó a Scarlett Johansson. «Trabajé en una producción con Scarlett Johansson [en Vicky Cristina Barcelona] y me flipé, pensé que esta chica se había enamorado locamente de mí... Mirad qué idiota soy», comparte este fan de Tintín.

«Otro día descubrí que podía hostiarme y seguir de pie», cuenta. Tras 15 años de relación, se vio de papá single de dos pequeños de la noche a la mañana y se mudó, como solución de emergencia, a casa de sus padres. Empezó a trabajar en un cole y a dar charlas sobre ansiedad, que tan bien conocía, en cualquier sitio (parques, cafeterías) y «todo empezó a fluir». «Como dijo C.S. Lewis, ‘para avanzar, hay que dejar algunas cosas atrás’».

Tuvo su momento de meterse cinco cafés antes de las 10.00 y también su punto de «turista espiritual», pero finalmente logró aterrizar y hacer brillar su proyecto de centro multidisciplinar, dedicado exclusivamente a ayudar a la gente a superar la ansiedad.

¿Cómo empezamos? «Lo podríamos resumir en un ‘tenemos que escucharnos’. Vamos en piloto automático todo el día y no nos paramos a escucharnos. Prueba’», recomienda.

«No tengo ansiedad porque tengo tendencia a tenerla, y por eso hago cosas todos los días para prevenirla. Con poco puedes hacer mucho. Ese ha sido mi aprendizaje durante veinte años», dice quien ha vuelto a ese ritmo lento del tiempo antiguo de los vinilos y los periódicos de papel. Y se ve como una de esas pelotas saltarinas de su hijo, que rebotan y no se rompen. Pero a saltar hay que aprender...

«No sabemos respirar»

Son seis pisos y 35 escalones que subir. Pero «en algunos vas a necesitar un par de días», advierte Ferran Cases, que dibuja como una subida al 6.º en 35 peldaños la manera de soltarse de la ansiedad. Subir requiere esfuerzo, como la cuesta de enero, pero se llega. Él lo consiguió, y van diez años sin esa compañera que empezó a darle pinchazos en el pecho a los 15 años. El miedo llegó a hacerle incapaz de poner un pie fuera de casa. Una guía basada en su experiencia ofrece ¡Ferran en El pequeño gran libro de la ansiedad, en el que revela el combo para relajar el sistema nervioso, el idioma de la respiración o la regla de los seis pasos del sueño. 

—«Para superar la ansiedad, hay que engañar al cerebro», adviertes. ¿Por qué?

—El equipo de psicólogos y neurocientíficos que me va acompañando me mete bronca con esa frase, me dicen: «Ferran, es reeducar». Pero a mí me gusta engañar, porque nos pasamos la vida engañándonos. El mundo que vivimos no deja de ser una interpretación de nosotros mismos, no la realidad. Hay que engañar al cerebro, hay que darle recompensas... Por ejemplo, no te gusta ponerte a respirar. ¿Y qué te gusta, el chocolate? Vale, vamos a engañar al cerebro, vamos a darle chocolate después de respirar.

—¿Nos queremos más bien poco?

—Sí. Pero hay muchos ejercicios que podemos hacer para hablarnos y tratarnos mejor. Nosotros en los cursos ponemos ejercicios para detectar cuándo empiezas a hablarte mal y darle la vuelta a las frases para que sean las contrarias: «Yo valgo, yo puedo». Con una semana que lo practiques, se empiezan a ver beneficios.

—¿Sabemos respirar, lo hacemos bien?

—No. Nos olvidamos de cómo hacerlo.Hay que volver a respirar de manera diafragmática. La respiración superficial es útil si voy corriendo a coger el bus, pero hay que aprender a parar. Con la respiración abdominal relajamos el sistema nervioso. Nadie que sufra ansiedad sabe respirar. 

—¿Por qué nos ayuda bostezar a calmarnos?

—Al respirar entrecortadamente, aceleramos el ritmo cardíaco. Y llegamos a lo que los psicólogos llaman reacción de huida o ataque. El bostezo hace una inspiración corta y suave, y una espiración larga con ruidito final. Funciona para la ansiedad. Si yo cada noche me pongo a hacer 20 respiraciones de este tipo, mi cerebro a los 66 días mi cerebro interpreta que esa respiración sirve para acostarse de una manera automática.

—¿Qué es y qué aporta el qi gong?

—Está más de moda el yoga, pero a mí el qi qong me salvó la vida, me sacó de las parálisis. Son unos ejercicios muy sencillos de respiración con movimiento que van muy bien. A mí me era imposible sentarme en un cojín y ponerme a meditar. El qi gong es parecido al taichi; cada movimiento tiene una inspiración y una espiración, estás centrado mentalmente en el movimiento, si te descentras te pierdes... El qi gong es tres en uno, ¡y puedes hacerlo en un metro cuadrado en pijama!

—«Madruga y acuéstate antes de las doce». ¿Por qué?

—Hay estudios que dicen que si te acuestas después de las doce, el cerebro empieza a segregar adrenalina... ¡Es que te está acostando al día siguiente! Levántate y acuéstate el mismo día. Yo en mi sector oigo mucho esta frase: «Dormir es perder el tiempo». ¿Cómo? Dormir es la mejor inversión que puedes hacer en tu bienestar.