El periodismo que imagino

Ángel Falcón
Ángel Falcón DIRECTOR DE LA VOZ DE ASTURIAS

ASTURIAS

08 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Imagino a José Tartiere Lenegre leyendo estas líneas, que son el epitafio y el cántico del periódico (en papel) de La Voz de Asturias y también el relato de una resurrección. Tartiere, empresario ahormado en los vaivenes del principio del siglo XX, supo ver desde el minuto cero las oportunidades de las tecnologías, el hilo conductor de aquella industrialización que transformó la región y que llega hasta nuestros días. Cien años después, en esta Asturias 2.0 que da pasos tímidos, Tartiere quizá habría visto con entusiasmo la transformación digital de la cabecera que él alumbró, ese trasvase de la tinta y la grasa de las rotativas al imperio del código binario. Un traspaso high tech, paralelo al curso de los tiempos. Periodismo postindustrial, periodismo en todo caso.

Regresa La Voz de Asturias como lavozdeasturias.es. Lo hace tras una muerte prematura (solo tenía 89 años) y tras cuatro años de hiato. En esta transición, de la muerte a la vida, un grupo de profesionales pusimos en marcha Asturias24, un periódico digital nativo, una experiencia fabulosa que ha sido el germen de este nuevo proyecto periodístico. Desde las páginas de Asturias24, desde diciembre del 2013, inmersos en el bullicio de este periodismo que abre puertas y derriba fronteras, hemos dado otro paso para recuperar una marca que era algo más que una empresa. Era una enseña, una registradora de recuerdos, un espejo de la memoria sentimental de la región, un testigo de los acontecimientos que fueron tallando Asturias tal y como es ahora. El periodismo como el segundero de la Historia. En mi caso: La Voz de Asturias como el segundero de mi vida, el reloj de pared de una casa en la que viví 22 años y a la que vuelvo rejuvenecido, como una paradoja más del espacio tiempo.

¿Periodismo? Se preguntarán. Sí, periodismo en el siglo XXI. Tiempos de cambio y de fragmentación aunque una misma necesidad de contar historias. Con nuevas y viejas reglas de escritura, con pirámides invertidas o no. En cualquier caso: una amalgama de géneros, de herramientas, una suerte de periodismo total. El audio y la inmediatez de la radio, la imagen de la televisión, el análisis y la palabra escrita de los periódicos, el feedback instantáneo de los lectores.

Periodismo digital: velocidad y reposo a un tiempo, la lectura acelerada de la noticia hirviente pero también el espacio para un desarrollo sosegado, posterior. Un periodismo adaptativo, darwiniano, que absorbe a sus colegas y los deglute. Un periodismo que sigue con las mismas reglas de universalidad: cada vez más contenidos a abarcar, cada vez más territorios que cubrir, cada vez más accesible, con las redes sociales como canales. Frente al constreñimiento de la galaxia Gutenberg -las limitaciones de espacio, el periódico alicatado, al que no se le puede añadir ni una mínima coma o un punto y aparte-, saludemos ahora al periódico infinito, inabarcable, un paraíso borgiano poblado de hemerotecas/bibliotecas incalculables.

¿Por qué debemos esperar 24 horas a leer nuestro periódico? ¿Tiene sentido esa demora, esa pesada digestión de la noticia en el siglo XXI? La historia del periodismo es también una lucha contra el tiempo. Una batalla en la traslación de un hecho en noticia. Ese fue el sentido de la radio desde su nacimiento, fue una conquista que la CNN llevó a la televisión y era una asignatura pendiente del periodismo escrito hasta principios de los años 90. De aquellos periódicos digitales balbucientes, replicantes de sus padres en papel, hemos pasado a otros más complejos, nativos, que actúan directamente con sus lectores, que los conocen a través de las métricas y que se dirigen a ellos cada cual con sus armas. Del mediocentrismo del periódico en papel a una larga línea horizontal de periódicos digitales que se apoyan en sus lectores. No hay una verdad única sino, como mucho, una suma de verdades.

En un ecosistema basado en la interconexión, el periodismo también debe ser así. En esa búsqueda de suma de verdades, hay que compartir. En el gran cuento que Borges habría escrito en estos tiempos habría incluido un gran periódico infinito, agregación de todos los diarios del mundo. Internet es compartir (está en sus genes) y el periodismo en internet debería regirse en el futuro por esas reglas. Compartir noticias, adicionarlas, colaborar en la búsqueda de datos: tareas que ya empiezan a verse con naturalidad. Frente al periódico vertical y aislado del resto, el horizontal, basado en el hipervínculo. Se trata de que la abundancia periodística tenga un sentido final. La Voz de Asturias traza una gran línea horizontal con La Voz de Galicia, por poner un ejemplo.

¿Ha llegado el fin a la Era Gutenberg del periodismo? Yo no tengo respuesta, como mucho intuiciones. ”Tenemos una casa en llamas y otra en construcción, pero solo tenemos los planos”, dice Jeff Jarvis, el gurú. Vemos a diario cómo las noticias se teletransportan como esos viajes kitsch del 'Enterprise' de Leonard Nimoy. Viajan al instante a su móvil, a su tableta, a su ordenador. A los que aún vivimos los estertores de las máquinas de teletipos y las rotativas de los años 90, este despliegue automático nos sigue pareciendo ciencia ficción. El mundo digital ha alterado nuestras vidas en un corto periodo de tiempo y aun hay mucho camino por recorrer. También en el periodismo, expuesto en primera línea a estas incertidumbres.

Con Gutenberg o con códigos binarios, el periodismo sobrevivirá. La necesidad de contar y de leer/ver/escuchar historias no desaparecerá. El periodismo como garante de la democracia, como altavoz contra los excesos del poder (la exigencia de rendición de cuentas, el recordatorio de las promesas incumplidas, la pantalla en la que se refleja la corrupción), el periodismo como contrapoder. También el periodismo como servicio público a una comunidad. O el periodismo como simple entretenimiento. Hay muchos periodismos, esperemos que en La Voz, en lavozdeasturias.es, podamos domarlos.