Asturias sumó diez concejos sin nacimientos o con un solo bebé en 2015

Raúl Álvarez REDACCIÓN

ASTURIAS

La baja densidad de población y el abrumador peso demográfico de los mayores de 65 años bloquean el relevo generacional en los 17 municipios que la FEMP considera en vías de extinción

16 mar 2019 . Actualizado a las 13:46 h.

Un reciente informe, publicado a finales de enero, de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) pone en cuestión las posibilidades de supervivencia de los ayuntamientos cuya población ha caído por debajo de los 1.000 habitantes. Incluso afirma sin esperanzas que se encuentran en vías de extinción. Si una decidida acción política no lo remedia, el pesimismo del órgano que agrupa a las entidades locales de todo el país está justificado en el caso de Asturias. Diez de los diecisiete concejos por debajo de ese umbral de un millar de vecinos han llegado ya a las regiones inferiores de la espiral del envejecimiento y la despoblación de sus territorios. En 2015, el último de los años para los que el Instituto Nacional de Estadística (INE) ya ha publicado sus datos completos, en seis de ellos -Amieva, Illano, Peñamellera Alta, Pesoz, Taramundi y Yernes y Tameza- no hubo ningún nacimiento para compensar las bajas en el padrón municipal y a los otros cuatro -Grandas de Salime, Ibias, Onís y San Martín de Oscos- solo llegó un nuevo bebé.

Pesoz tiene 170 habitantes, según el censo cerrado el 1 de enero del 2016, el más reciente. Es el segundo concejo menos poblado de Asturias (solo supera los 155 vecinos registrados en Yernes y Tameza) y en el que menos niños han nacido en los últimos años. Allí solo viven cinco menores de 10 años y en ocho de los 11 años anteriores a 2015 no incorporó ni a un solo bebé. Si se retrocede un poco más en el tiempo, hasta el cambio de siglo, lo que se descubre es que han nacido 10 niños desde el 2001. En cambio, los mayores de 65 años son 69 y representan el 40,5% de la población municipal. Con esos datos, el pequeño territorio de Pesoz, 39 kilómetros cuadrados situados en el valle del río Navia, bien adentrados en la olvidada comarca interior del occidente de Asturias, resume en poco espacio todos los problemas demográficos, económicos y sociales que acosan a los ayuntamientos pequeños. Su alcalde, José Valledor, que tiene 60 años, sin embargo, es capaz de expresar en muy pocas palabras lo que, a su juicio, constituye el nudo del problema: «Necesitamos trabajos». Ofrecer a los jóvenes oportunidades laborales que no pasen por su marcha hacia las ciudades es la única receta para fijar a la población y, con el tiempo, formar nuevas familias que ayuden a conseguir el relevo generacional, opina.

En Illano (372 habitantes) solo han nacido 13 pequeños en el siglo XXI e incluso donde el ritmo de renovación generacional es mayor y no suele haber años en blanco, no hay ninguna garantía de relevo. En San Tirso de Abres (473 habitantes) se cuentan 40 menores de 16 años, pero la población no deja de menguar: ha perdido 170 vecinos en 10 años.

Pero no se trata solo de Pesoz y de los otros concejos del occidente. En los otros 16 concejos más pequeños (con la sola excepción de Sobrescobio, que ha conseguido crecer en los últimos años), se da el mismo patrón de avance hacia la despoblación total. Porque el número de ayuntamientos por debajo de los 1.000 vecinos no ha variado mucho en lo que va de siglo ?había 16 en el censo del 2001, realizado con datos del año anterior, en vez de los 17 actuales?, pero lo malo es que la velocidad de la pérdida de habitantes se ha acelerado. En el 2000, había cuatro concejos con menos de 500 habitantes y 12 situados en el tramo que va de 501 a 1.000. Ahora hay nueve por debajo de 500 y ocho entre 501 y 1.000. En otras palabras, las poblaciones pequeñas son cada vez más pequeñas. Y hay ya otros tres municipios a punto de caer por debajo de la referencia del millar de vecinos: Illas, con 1.026; Degaña, con 1.039 y una tremenda caída de un tercio de su población en solo una década; y Cabranes, con 1.052.

Y tampoco se trata solo de Asturias. Uno de los ensayos en español más citados, comentados y debatidos del año pasado es La España vacía, un retrato del abandono de los pueblos del interior del país firmado por el escritor Sergio del Molino, que empezó a interesarse por el problema cuando su trabajo como redactor del Heraldo de Aragón le llevaba a visitar de forma habitual poblaciones en las que apenas quedaban ancianos esperando la extinción  de los lugares donde habían vivido toda su vida. Del Molino señala que un rasgo singular de España cuando se la compara con otros países europeos es la bajísima densidad de población de comarcas enteras donde no queda casi nadie. En Asturias, el concejo de Ponga, con solo tres habitantes por cada kilómetro cuadrado de su superficie, es el caso extremo de esos índices siberianos que al autor le llaman la atención. Ponga tiene 643 habitantes, según su último censo. Solo 37 son menores de 16 años, han nacido en este siglo y no alcanzan aún la edad legal para incorporarse al mundo del trabajo. En el otro extremo de la pirámide de población, 209 personas superan los 65 años y la edad de jubilación. Eso significa que hay menos de dos vecinos en edad de trabajar por cada menor o cada anciano, una tasa que, según todos los cálculos estadísticos, haría insostenible cualquier sistema de protección social si el concejo tuviera que arreglarse con sus propios recursos. Lo que Ponga, como todos los demás concejos en su situación, cuestiona es que esté recibiendo suficiente ayuda de los gobiernos autonómico y central.

Los ejemplos pueden llevarse mucho más allá estudiando los grupos de población por edad que calcula el INE. En Amieva, por ejemplo, conviven 26 menores de 10 años con 261 mayores de 65 para una población total de 712 vecinos, es decir, que solo hay un niño por cada 10 jubilados. El concejo tenía 905 habitantes en el 2006, pero perdió casi un 22% de su población en solo una década. Con esa disparidad entre jóvenes y ancianos, Asturias lleva años atrapada en un saldo vegetativo negativo: los nacimientos se han estabilizado en unos 6.000 al año, pero las defunciones duplican esa cifra. Con la caída en la llegada de inmigrantes después del estallido de la crisis económica, la población autonómica declina y, según las proyecciones de población del propio INE y los estudios propios elaborados por especialistas de la Universidad de Oviedo, caerá por debajo del millón de habitantes en menos de 15 años. Ya hay casi 700 pueblos que han perdido todos sus habitantes, según el último recuento de Sadei, fechado en 2014, y unos 5.600 donde viven menos de 100 personas.

El Principado presentó en el 2014 una estrategia para el medio rural con medidas que deben adoptase hasta el 2030 para atajar el problema y ha constituido un grupo de presión con otras comunidades autónomas afectadas por la despoblación para exigir al Gobierno central que también haga su parte. Sobre el terreno, los alcaldes son escépticos. Ellos y sus vecinos se han acostumbrado a escuchar discursos y menciones en las campañas electorales, pero no ven avances sobre el terreno.