¿Qué comen los que malcomen en Asturias?

Elena G. Bandera
Elena G. Bandera REDACCIÓN

ASTURIAS

Instalaciones del Banco de Alimentos
Instalaciones del Banco de Alimentos Banco de Alimentos

Las personas empobrecidas tienen cuatro maneras de acceder a la alimentación: los comedores sociales y otras iniciativas del tercer sector, las becas escolares, la basura y un colchón familiar cada vez menor

15 may 2017 . Actualizado a las 11:23 h.

Comedores sociales y vales de comida, becas de comedores escolares, el reciclaje de basura y un colchón familiar que es cada vez menor. Estas son las cuatro formas en las que las personas empobrecidas y en situación precaria acceden a la alimentación en Asturias, según el informe que ha elaborado la Asociación contra la Exclusión Alambique con las conclusiones recabadas en la campaña que se iniciaba el pasado octubre sobre una situación en la que se encuentran miles de asturianos. 

En esa campaña, siguiendo el ejemplo de Baladre, la coordinadora estatal contra la precariedad, el empobrecimiento y la exclusión, se realizaron debates con grupos y asociaciones sensibles a estos temas y colectivos que trabajan temas de agricultura ecológica y soberanía alimentaria, así como proyecciones de cine y jornadas para analizar cuál es la situación del derecho a la alimentación en Asturias y cómo son los modelos de gestión de esa pobreza. Entre otras cuestiones, según explican Vanessa Izquierdo y Roberto Porras, de la asociación Alambique, el informe también analiza lo que supone tener que acceder de las maneras mencionadas a la alimentación y las posibles alternativas para que el derecho a la alimentación lo sea realmente.

¿Cuál es la situación del derecho a la alimentación en Asturias?

Primero hay que plantearse si la alimentación es un derecho en Asturias y, según las conclusiones de este informe, no lo es. «No se reconoce el derecho a alimentación de las personas empobrecidas en Asturias y ya ni hablemos de alimentación sana que permite el desarrollo personal, que está muy lejos de poder alcanzarse», indica Porras, que explica que la alimentación se plantea solo para la supervivencia. «La alimentación se vive como un negocio, como un mercado que está en manos de las grandes industrias distribuidoras de alimentos y que acaban convirtiendo la alimentación en un mera supervivencia». 

La primera conclusión, por lo tanto, es que la alimentación es una mercancía, no un derecho. En Asturias, además, existen dos hechos claves en la relación con los alimentos. Por un lado, el avance de la urbanización del territorio. «Las ciudades han crecido mucho y se han evitado las huertas, la relación entre el campo y la ciudad», apunta Porras, que pone el Plan General de Ordenación de Gijón y el proyecto del área metropolitana de Asturias como ejemplos de que ese crecimiento urbano pretende mantenerse en el futuro. Por otro lado, menciona el desprestigioo del mundo rural, «que provoca que la relación con los alimentos sea cada vez más difícil» y que se suma al peso de la industria y las distribuidoras de alimentos. «La alimentación sana, además, no se vive como un derecho al optarse por productos más baratos que nada tienen que ver con la calidad», añade.

¿Qué mecanismos tienen las personas empobrecidas para acceder a los alimentos?

«Como solo es supervivencia, el acceso se realiza a través de herramientas de caridad y, en el mejor de los casos, de solidaridad», indica Porras, que explica entre las personas sin recursos son cuatro los grandes ejes de acceso a la alimentación. 

En primer lugar, los ya mencionados comedores sociales, así como los bancos de alimentos y demás entidades que facilitan productos alimenticios a las personas que demuestran ser pobres. En algunos casos también se utilizan vales de comida y, últimamente, tarjetas prepago que se utilizan directamente en establecimientos comerciales concretos. El informe también recoge que el perfil de quienes utilizan el comedor social es claramente masculino, así como de personas en situaciones más precarias que en otros recursos, mientras que en los vales de alimentos el perfil es femenino y, fundamentalmente, de familias monoparentales. 

En segundo lugar, el acceso se realiza a través de los comedores escolares y las becas que concede la Administración, «que es lo más parecido a un derecho que existe desde la promoción pública». En este punto, el informe aporta como una de sus conclusiones el potencial que podrían tener los comedores escolares para educar en una alimentación sana si, por ejemplo, los menús que se sirven a los alumnos fueran ecológicos o utilizasen productos de temporada. «También si fuéramos capaces de generar comedores escolares en los que la relación con la comida fuera otra», indica Porras, en referencia a que fueran lugares tranquilos, con comida casera realizada en las cocinas que pocos colegios mantienen en la actualidad al haber prevalecido el catering.

En tercer lugar, las personas empobrecidas acceden a la comida a través del reciclaje de basura, buscándola directamente en los contenedores de residuos. Y, en cuarto lugar, a través de un colchón familiar que «va desapareciendo según profundizas en el proceso de exclusión» y que «es más potente en el medio rural, al igual que la relación con los alimentos». 

¿Qué supone para las personas tener que acceder de esa forma?

Porras explica que, primero, se genera un control social hacia las personas empobrecidas y en situación precaria ya que «tienes que hacer todo un trabajo para demostrar y justificar que eres pobre». En la mayoría de las entidades del tercer sector es indispensable presentar documentación que pruebe que no se dispone de recursos para comer: «Da igual que sean dos o cinco papeles, la humillación a la que se somete a las personas es la misma y la cuestión es cómo se gestiona, puesto que al negarse el derecho a la alimentación, estás sometido a todas esas iniciativas de caridad o de solidaridad»

Izquierdo añade que también las entidades tienen que demostrar ante los bancos de alimentos que las personas son pobres mediante informes por parte de los técnicos de la asociación. «Es un eterno laberinto que sortean las personas empobrecidas», dicen. A ello se suma que nunca son protagonistas de las soluciones, sino que se les infantiliza y son sujetos pasivos de esa caridad. «Nunca participas de las soluciones, como mucho te dan una canastita con alimentos después de pasar ese control». 

Estas situaciones conllevan además el estigma de la vergüenza que provoca no poder acceder a alimentos y que, a su vez, conlleva que «ese colchón familiar sea cada vez más pequeño y pidas menos a tu red de apoyo». Y, por si no fuera ya suficiente, «todo esto deriva en cuestiones de salud». Por un lado, con problemas de salud nutricional y, por otro, relacionados con ansiedad y salud mental.

¿Existen alternativas para acceder al derecho a la alimentación?

El informe de la asociación Alambique también contrasta toda esta realidad con otras iniciativas que intentan ofrecer alimentos de otra manera, «con las dificultades que tienen para llevarlas adelante porque, en ocasiones y sin querer, a veces se cae en la caridad», indica Izquierdo. Menciona, por ejemplo, las ollas y los comedores populares, espacios en los que se come de forma conjunta una vez al mes, o las huertas urbanas y comunitarias. «Te ayudan a ser protagonista y la relación con la comida se percibe de forma diferente, de una manera más comunitaria», señala Porras. 

En el caso de los huertos urbanos, que están calando poco a poco en Asturias, se ocupan espacios públicos y se acerca la producción a la gente sin recursos. «Iniciativas más elaboradas no existen, pero con las que ya están en marcha en Asturias al menos se cuestiona el modelo de alimentación, aunque no se llega a las personas más empobrecidas», lamenta, insistiendo en que entre las conclusiones de la campaña sobre el derecho a la alimentación también queda muy patente la necesidad de las personas tengan unos ingresos económicos garantizados, como una renta básica, para acceder a los alimentos. 

«Cuando no tienes recursos, no te planteas un desarrollo saludable y acabas comiendo arroz todos los días. No te planteas lo que consumes, está fuera del imaginario de la gente y más si ya llevas mucho tiempo en una situación de pobreza. El objetivo es cómo sobrevivo hoy y como llego a mañana. Si llevas muchos años en un proceso de deterioro, te planteas simplemente comer, no si es sano o no», indica Izquierdo. Cómo vincular la lucha por la soberanía alimentaria con la gente empobrecida es, en este sentido, una de las muchas asignaturas pendientes en el derecho a la alimentación. Al igual que entender que acceder a la alimentación es un derecho humano fundamental. 

En todo caso, ambos señalan que «no hay por qué dejar de recoger alimentos, pero sí plantear las causas de por qué hay que recogerlos, de manera que quienes los donan se den cuenta de por qué se hace y se dé visibilidad a las causas para la que la gente sepa y entienda que debe denunciarse a quienes gestionan nuestra miseria». El informe se presentará en nuevos foros en próximas fechas para seguir generando un debate en torno a un derecho, el de la alimentación, que está lejos de serlo en Asturias.