Lo que Asturias se pierde por no tener AVE

Raúl Álvarez OVIEDO

ASTURIAS

Las ciudades que ya se han incorporado a la red ferroviaria de alta velocidad elogian su capacidad para combinar negocios, turismo y congreso en la actividad económica

10 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Asturias sigue sin AVE y, según los últimos planes anunciados por el ministro de Fomento, que generan muchas dudas entre los partidos políticos y los agentes económicos de la comunidad autónoma, no lo estrenará antes del 2019. Sin embargo, y a pesar de que el coro de voces críticas con los costes económicos y sociales de la extensión de la red de alta velocidad ferroviaria no deja de crecer, las obras avanzan en otros muchos lugares de España. Si se pusiera en un mapa una pequeña bombilla por cada ciudad que ya tiene conexión rápida con Madrid y con otras capitales de provincia, se iluminarían ya casi una treintena de puntos a la vez. Y en esos puntos las críticas no desaparecen, pero quedan muy debilitadas. Lo que Asturias se pierde al quedarse a oscuras, el coste de oportunidad de la falta del AVE en la comunidad autónoma, según la experiencia de esas otras localidades, es una inyección de visitantes para el turismo y el estallido de confianza que da la integración con las grandes ciudades, que ayuda a la captación de empresas y al desarrollo económico.

Ciudad Real es el ejemplo más antiguo, aunque por su situación geográfica en ella el tradicional problema de Asturias con las comunicaciones resulta desconocido. La ciudad y su provincia siempre han estado en el camino que va de Madrid a Sevilla. Por su territorio discurría ya la autovía A-4, que une las capitales de Andalucía y España, y al aprobarse el trazado de la primera línea española de AVE, inaugurada hace 25 años también entre Madrid y Sevilla, tanto la propia Ciudad Real como Puertollano consiguieran que los trenes se detuvieran en sus estaciones. En abril, transcurrido ese cuarto de siglo desde la apertura de la línea, el periódico local, La Tribuna, informaba de que en ese periodo de tiempo los convoyes han transportado más de 32 millones de pasajeros.

La alta velocidad ha hecho muchas cosas por Ciudad Real, aunque no ha convertido en realidad los sueños más descabellados de quienes en la época del bum económico todo lo creyeron posible. Los grandes desembarcos empresariales nunca se materializaron y la idea del aeropuerto internacional Don Quijote, de promoción privada, ligado al desarrollo de un complejo de ocio con hoteles y casinos en las afueras de la ciudad, fue un fiasco que quedó como uno de los símbolos de la desmesura de la época del ladrillo desaforado y el orgullo que precedió a la crisis económica. Pero que el AVE no obre milagros no significa que deje de ser deseable para una ciudad pequeña. Ciudad Real censa hoy unos 75.000 habitantes y su alcaldesa, Pilar Zamora (PSOE), considera que su desarrollo ha reposado sobre tres patas: el tren, la apertura de un campus universitario y su nuevo hospital. La regidora, eso sí, considera que aún no se ha sacado todo el partido posible al AVE, que sirve para que lleguen personas, ideas y cosas a su municipio, pero también para que se marchen.

Al calor del AVE, en Ciudad Real se han instalado empresas. El proyecto-escaparate del aeropuerto y la ciudad del ocio se evaporó antes de entrar en funcionamiento pero, de manera más discreta y más duradera, la ciudad manchega ha logrado un tejido empresarial moderno. Ligada al tren, la Escuela de Caminos de su campus maneja investigaciones punteras en Europa. Indra, la multinacional española, también ha abierto una fábrica ligada a las tecnologías del transporte. Pero a la Cámara de Comercio y a la patronal locales no se les pasa por alto que la cercanía a Madrid, con un viaje que no dura ni una hora, permite la instalación de profesionales pero, al mismo tiempo, puede desincentivar las inversiones en favor de la gran ciudad.

La llegada de trabajadores cualificados no parece un mito. Hasta la irrupción de la crisis en el 2007, la línea ganó pasajeros durante 15 años seguidos y, después del bache, Renfe asegura que empieza a recuperarlos. Se ha creado una bolsa de personas para los que el AVE es una especie de cercanías para llegar a Madrid dos o tres días a la semana. La operadora, en realidad, fue reticente en un principio a que los convoyes hicieran paradas intermedias entre la capital y Sevilla, pero, después, usó las lanzaderas que van a Ciudad Real y Puertollano como banco de pruebas para el funcionamiento de su modelo de líneas de media distancia cubiertas con trenes Alvia y Avant. El turismo también se ha beneficiado de esa facilidad de las comunicaciones y el Ayuntamiento estudia ahora la remodelación del barrio de El Pilar, la puerta de acceso del tren a la ciudad, para reforzar su atractivo a ojos de los visitantes.

Más cerca de Asturias y con menos experiencia en la gestión del AVE se encuentra León. La capital de la provincia vecina aún no ha cumplido dos años enteros con alta velocidad (el estreno tuvo lugar a finales de septiembre del 2015), pero en la ciudad hay mucha satisfacción con la posibilidad de llegar a Madrid en dos horas y diez minutos. Y ese tiempo aún debe reducirse. Como Asturias, León aguarda la introducción de mejoras en la línea del noroeste para acortar más los tiempos de viaje. La eliminación del fondo de saco que es su estación, gracias al soterramiento de las vías, o la instalación de nuevos sistemas de frenado que permitan aumentar la velocidad de circulación de los trenes prometen rebajas en el futuro. «Aquí tenemos toda la simpatía por las reivindicaciones de Asturias, que son en buena parte también nuestras», asegura el presidente de la Cámara de Comercio leonesa, Javier Vega.

Con algo más de 126.000 habitantes en el censo del 2016, León aspira a usar el AVE como palanca para atraer turistas, consolidarse como una ciudad organizadora de congresos y solidificar su sector farmacéutico y biotecnológico. «Yo no comparto las críticas. Unas comunicaciones mejores siempre son buenas. Acercar a las poblaciones compensa. Y, además, creo que la alta velocidad acerca Madrid a nuestra ciudad, y no al revés. Vendrá gente», añade Vega. El impulso al turismo, argumenta, ya es visible en el aumento de las pernoctaciones en los últimos meses y, aunque la rapidez en el transporte no sea el único factor ni el más decisivo a la hora de persuadir a una empresa para que se instale en León, definitivamente no hace daño. Esta misma semana ha conocido las intenciones de una firma de asentarse en la ciudad con un proyecto que implica 40 puestos de trabajo de inmediato y hasta 90 a medio plazo. Y la construcción de un nuevo palacio de congresos con todos los avances tecnológicos también está en marcha. «Podemos ser una ciudad de negocios, de turismo y de congresos. Podemos ofrecer acceso a la gran ciudad cuando se necesite y, el resto del tiempo, un entorno agradable para trabajar y vivir con nuestra gastronomía, nuestra tranquilidad y los recursos naturales que tenemos tan cerca», concluye el responsable de la Cámara.

Algo parecido imaginan en Zamora, una de las últimas incorporaciones al mapa del AVE. La ciudad, en realidad, aún no disfruta de la alta velocidad en plenitud, ni en la infraestructura ni en los trenes. Eso solo lo logrará cuando concluyan las obras de la línea entre Madrid y Galicia, de la que su estación formará parte. Pero, con todo, los 230 kilómetros hasta la capital de España se recorren ya en una hora y cuarto, la mitad que antes, y permiten ya a muchos profesionales ir y volver en el día a atender sus ocupaciones. En Zamora, con sus 63.000 vecinos, tampoco encuentran demasiado eco las críticas al AVE. «Estábamos en la periferia, fuera de todas las líneas de comunicación tradicionales, y ahora hemos dejado de estarlo», resume el secretario general de su Cámara de Comercio, Javier Díaz. «En estos meses hemos visto que la gente se va con facilidad a Madrid, al teatro, a hacer compras. Pero también han llegado turistas. Y el tren, que no era competitivo aquí, se ha incorporado con fuerza. Ya no merece la pena coger el coche para ir a Madrid», añade.

Díaz, como los empresarios de otras ciudades, no teme que el AVE sea una puerta con más uso para salir que para entrar. La Cámara está preparando un estudio sobre el impacto económico de la alta velocidad, pero de entrada se ve un dinamismo desconocido hasta ahora. «Nos va a traer más cosas que las que se pueda llevar. Es una enorme ventaja para una ciudad y una provincia pequeñas», asegura. En conversaciones con sus colegas de Ciudad Real, Valladolid y Lleida (que el AVE deja a una hora de Barcelona) no ha percibido pesimismo ni opiniones mayoritariamente negativas. La alta velocidad puede no ser la panacea, pero nadie quiere dejar de tomarla. En Asturias, sin embargo, el debate sobre sus méritos e insuficiencias tendrá que esperar al cambio de década para que pueda abordarse con perspectiva.