Siempre dispuestos a echar una pata a quien lo necesite

Roberto Rodríguez LA MORGAL

ASTURIAS

Tomás Mugueta

La Unidad Canina de Rescate recibe la Medalla de Plata que otorga el Principado por su labor desinteresada

06 sep 2017 . Actualizado a las 17:47 h.

Para ellos todo es un juego. En medio de las mayores tragedias que han asolado el Principado estos sabuesos de rescate únicamente juegan a encontrar a la persona oculta que les dará una recompensa, como tantas veces han ensayado en su campo de entrenamiento de La Morgal. Sin embargo, la Unidad Canina de Rescate es una parte fundamental del salvamento civil tanto en campo abierto como en ciudad, y su colaboración desinteresada ha sido crucial para llegar a tiempo de salvar más de una vida.

Miguel de Prado es el jefe de adiestramiento de la unidad y cuenta que «lo más importante para un perro es la motivación. Es muy importante encontrar qué es lo que le motiva para trabajar. A algunos es el juego, a otros la comida…». La labor de rescate es muy dura para los canes. En muchas ocasiones tienen que entrar en lugares donde han sucedido verdaderas catástrofes, difícilmente accesibles y muy estresantes. Para acostumbrarlos a tan complicadas condiciones, la Unidad Canina tiene un circuito con diversos ejercicios en los que ponen a prueba las diferentes capacidades de los perros, desde el miedo a las alturas hasta la coordinación, y una muy importante, «aprender a no rendirse nunca. Es elemental. Muchas veces un perro se encuentra ante un obstáculo y en lugar de empujar y derribarlo se para y se da la vuelta. Eso es lo que tenemos que evitar en su formación, muchas veces la posible víctima puede estar detrás».

La etapa de formación de un perro suele durar hasta tres años, y no todos valen. El propio De Prado comenta que cada tipo de perro sirve para algo en cuestión. «Los hay muy grandes que son buenos rastreadores a campo abierto, pero no pueden moverse con la misma agilidad en espacios reducidos, por ejemplo. Cada perro tiene sus puntos fuertes y débiles, aquí lo que intentamos es mejorarlos en todo lo que podemos». Aunque hay algo que desde el principio el jefe de adiestramiento se encarga de dejar claro y que es fundamental: la obediencia. Un perro de rescate tiene que tener su autonomía, pero siempre guardando una obediencia básica a su dueño «por su propia seguridad y por la optimización de los tiempos de trabajo. El guía es quien controla la situación, quien sabe cuál es el problema. Si no somos capaces de poner el perro donde queremos y cuando queremos estaremos perdiendo tiempo que puede ser vital para la vida de una persona».

Sin embargo, toda esta obediencia no debe estar basada en el miedo al guía. Es un cambio en la formación del perro que se ha ido implementado con el tiempo, huyendo de la autoridad brutal sobre el animal. De Prado explica que «es algo natural. El guía y el perro formamos equipo, debemos tener una función de colaboración. Es una evolución en el adiestramiento que se ha ido dando con los años y que es normal. Ahora también estamos en pañales con respecto a lo que sabremos en 25 años». Mientras se produce esta charla, De Prado ha estado haciendo la mejor de las ejemplificaciones. Antes de comenzar, le dijo a su perro que estuviese quieto hasta que le indicase lo contrario, y así ha sido. Durante más de 25 minutos el can de De Prado, uno de los que le acompañan, ha estado tumbado esperando a que su guía terminase de charlar.

Una velocidad de reacción de menos de una hora

Pero los perros no son los únicos héroes de esta unidad. Los ocho integrantes de la misma son voluntarios, simples amantes de los perros que no perciban nada a cambio de ayudar a salvar vidas. Wenceslao Fernández, jefe de intervención de la unidad, confirma que el tiempo de reacción desde que se produce una alarma es siempre inferior a una hora. Menos de 60 minutos y toda la unidad canina ha dejado sus puestos de trabajo y ha llegado al centro de La Morgal, desde donde se planifica la operación. «Solemos tener unas 50 intervenciones al año. La época más activa es la que llega ahora, a partir de septiembre. Nosotros le llamamos el viento de les castañes. Es la época en la que la gente con problemas psíquicos sufre más y tenemos mucho trabajo. El resto del año hay semanas que no sales».

Además de en Asturias, la Unidad Canina de Rescate ha tenido también intervenciones fuera de las fronteras del Principado. En 2011 ayudó al rescate de víctimas en los terremotos de Turquía y a nivel español ha intervenido en desastres como el del camping de Biescas o las explosiones de gas de Palencia. Aunque si un trabajo enternece especialmente a Fernández es el del campo de fútbol de El Requexón, en el que hubo que rescatar a un chico sepultado por un saco de tierra de 1.000 kilos. Fernández explica que «incluso cuando lo sacaron tenía esperanza de que estuviese vivo, pero el médico nos decía que no. Fue uno de los que más me ha marcado, por ser un niño y por todo lo que hubo alrededor». Aunque hablando de dificultad para el desarrollo del trabajo, el jefe de intervención no duda de que la del camping de Biescas fue la operación más dura, por el fango y los desperdicios que había.

La medalla, el reconocimiento a 30 años de trabajo

«Estamos muy sorprendidos. Estas cosas les suceden a los demás, no a nosotros», así de impresionado se mostraba el guía canino Jesús Gómez, Chucky dentro de la unidad. «Son muchos años y no solo es que no ganemos nada, sino que tenemos que poner nuestros propios recursos económicos para mantener esta actividad», prosigue. Aunque la unidad como tal se creó en 2004, ya existía desde 1989, «cuando fue la tragedia de los lagos de Covadonga». Sin embargo, pocos quedan de los que empezaron aquel proyecto, ya que como Gómez cuenta «para estar aquí hay que tener mucha pasión. Es mucha tensión ser miembro de protección civil. Además tienes que preparar los cambios generacionales de los perros, no solo tenemos uno sino que manejamos varios. Los perros cuando llegan a los ocho años se agotan, así que tienes que tener preparado el relevo, con al menos dos años de edad. El periodo de formación de un perro son tres años como mínimo». Actualmente, con ocho personas en el grupo, la Unidad Canina cuenta con hasta catorce perros.

Hay que destacar que los perros no pertenecen a la unidad, sino que cada uno es propiedad de su dueño. La mayoría de ellos incluso viven en sus casas, solo dos perros habitan en La Morgal. «Nosotros sabemos que no vamos a recibir nada a cambio. Hacemos esto por la sociedad sin ánimo de lucro, así que premios como esta medalla reconfortan», reconoce Gómez. Además, compaginar el trabajo con esta labor es realmente complicado. Gómez explica que «los autónomos lo pueden tener algo más fácil, pero los que tenemos un horario nos encontramos en una situación muy difícil». En muchos casos los guías apenas pueden dormir unas horas al día, ya que la mayor parte del tiempo se va tanto en el trabajo como en el entrenamiento del perro. «Todos los días hay que trabajar con el perro, cada uno lo que pueda».

Pero no solo los perros necesitan preparación. Gómez hace hincapié en el avance tecnológico que ha sufrido el mundo en general, y que también ha afectado al salvamento. «Ahora los collares llevan un GPS. El guía tiene que saber manejarlo. Además hay que tener primeros auxilios, tanto médicos como veterinarios. En el monte te puedes encontrar con alguien y estás solo». Esa es la parte que aporta el guía en este particular equipo, la Unidad Canina de Rescate. Un grupo que desinteresadamente siempre está dispuesto a echar una pata a quien lo necesite.