Perro abandonado, pero feliz

Elena G. Bandera
E. G. Bandera REDACCIÓN

ASTURIAS

La Fundación Protectora de Animales del Principado inaugura en Siero un refugio para canes con todo tipo de comodidades hasta que sean adoptados

04 nov 2017 . Actualizado a las 12:58 h.

Del antiguo criadero de perros no queda absolutamente nada. La Fundación Protectora de Animales del Principado de Asturias, tras año y medio de mucho esfuerzo, trabajo y empeño por crear un albergue en Asturias con todas las comodidades posibles para perros abandonados, inauguraba ayer el refugio de animales El Perro Feliz. Ubicado en una finca de 6.000 metros cuadrados en Siero, en Les Folgueres, nace con la intención de convertirse en un referente en la búsqueda del bienestar de los animales abandonados para todos los concejos de Asturias. Abrirá sus puertas todos los fines de semana y, entre semana, de momento, con cita previa. 

La reforma radical de las instalaciones es sorprendente, pero también el hecho de que, pese a tener de momento tan solo una decena de inquilinos, no se escuchan los ladridos continuos tan característicos de cualquier perrera. En la Protectora tienen muy claro que un perro tranquilo, digamos incluso un perro feliz, tiene muchas más posibilidades de ser adoptado y ése es el objetivo principal de este refugio: conseguir que la transición entre el abandono y la búsqueda de un nuevo hogar sea lo más placentera posible para el animal. 

Interior del edificio con las habitaciones con hilo musical y suelo radiante
Interior del edificio con las habitaciones con hilo musical y suelo radiante EGB

Los colores de Asturias, que son los del logotipo de la Protectora, con un perro amarillo sobre una casa azul, son también los predominantes en todos los edificios del complejo perruno. Desde el edificio de recepción, cuya fachada está pintada enteramente de azul, hasta el suelo de las habitaciones de los perros, en amarillo chillón. En la fachada principal, además, el muralista Bastián Prendes reprodujo el logotipo de la Protectora, con un enorme perro amarillo enmarcado en el tejado natural del edificio, que además de la recepción alberga una consulta veterinaria, un hospital con siete plazas para los inquilinos que se pongan enfermos, zonas de recuperación canina y felina (en un futuro la Protectora quiere poner en marcha también un refugio para gatos) y un área de lavandería con bañera incluida. En el piso superior, se ha habilitado una vivienda porque el refugio estará atendido las 24 horas del día. 

Cuatro patios grandes para jugar durante el día

El complejo incluye también cuatro patios grandes para que los perros huelan, corran o jueguen con los voluntarios durante el día y dos edificios más con las habitaciones normales y las de cuarentena. De momento, este último, con cinco habitaciones y cada una con su propio patio exterior, solo estaba ocupado por Toby, un perro que fue recogido en Siero y que nadie reclamó en los ocho días que establece la ley ante la recogida de animales abandonados en la vía pública. «El sistema de levantar la trampilla del patio exterior lo hemos copiado de Suiza», explica Mercedes Gutiérrez, vicepresidenta de la Protectora. El sistema permite levantarla con facilidad y, sobre todo, con suavidad, sin subir ni bajar de golpe como suele ser lo habitual en otros albergues de animales. También las puertas de los cheniles son altas para que los perros no vean movimiento fuera de sus habitaciones y estén más tranquilos. 

Cheniles con hilo musical y suelo radiante

Toby pronto pasará al edificio principal, en el que se han habilitado 17 cheniles, todos ellos también con pequeños patios exteriores, que están separados por pavés para que los perros no se pongan nerviosos al verse entre ellos y entre siempre la luz del día. «La capacidad será en función del tamaño de los perros, pero en principio calculamos que podemos acoger a unos 40», calcula Gutiérrez. De fondo, en el interior del edificio, suena, muy suave, música clásica: «El hilo musical les viene muy bien para que se relajen al irse a dormir».

El suelo de las habitaciones está pintado de amarillo chillón, con pintura epoxi para facilitar la limpieza. «Seca rápido y no resbala», indica el veterinario de la Protectora, Gabriel Bustillo. La calefacción llega a través del suelo radiante: «Los perros notan la calefacción más que nosotros y, aunque el suelo radiante es más ligero que el de las viviendas, les viene bien».

Javi González y Marta Vallejo con Gena y Max, en uno de los patios del complejo
Javi González y Marta Vallejo con Gena y Max, en uno de los patios del complejo EGB

En la actualidad, son diez los perros que ya llevan varias semanas alojados en estas novísimas instalaciones. Han llegado, tras ser abandonados, de Lena, Aller y Siero. Todos están en los patios grandes, en los que se ha optado por arena en lugar de hierba. «Lo vimos en los patios del norte de Europa, cogimos la idea de Amsterdam», recuerda Bustillo, que indica que el drenaje se consigue con piedras colocadas bajo la arena. Además, es habitual que los perros excaven en la tierra dejando calvas en la hierba que, si llueve, se convierten en barrizales. «Y, con la arena, tapas el agujero sin más».

Lavanda y valeriana en las zonas verdes para que ayuden a tranquilizar a los perros

En las zonas verdes de la finca de El Perro Feliz, que bordean los patios grandes y los edificios, se han sembrado plantas aromáticas como lavanda y valeriana que, una vez que alcancen su apogeo, servirán también para tranquilizar a los canes. Todo está pensando al detalle. «Cada día les vamos cambiando de patio para que descubran nuevos olores. Oler es fundamental para que un perro esté tranquilo», explica la secretaria de la Protectora, Alejandra Mier. También ayuda que se acuesten y se levanten a la misma hora. «Los perros necesitan predecir las cosas y tener unas rutinas para estar tranquilos. Y los animales más tranquilos, que se portan bien, tienen más posibilidades de ser adoptados», añade Bustillo.

Y si encuentran un hogar, ya tendrán adquiridos unos hábitos, como por ejemplo hacer sus necesidades en el exterior. «Si están de tener una rutina, asocian cuál es su zona de comida y descanso y que fuera es para hacer pis y caca. A ningún perro le gusta comer o dormir donde hace sus necesidades», matiza Bustillo. En uno de los patios grandes, Candela, una perrita de color canela, está sola en una de las esquinas. «Tiene mucho miedo a todo», explica Marta Vallejo, veterinaria etóloga y voluntaria de la Protectora que se encarga del área de comportamiento, en la que se trabaja la reducción del estrés de los canes.

Movimientos lentos para evitar estrés

«Te fijas en el carácter y, en el caso de Candela por ejemplo, hay que trabajar con rutinas sencillas Hasta que no empiece a coger confianza no le conviene salir de paseo. Tenemos que ir adaptándonos a las necesidades de cada uno», indica Vallejo, que explica que en otro de los patios se encuentra Zurea, que también llegó con mucho miedo y ahora su nivel de socialización ha mejorado notablemente. Los voluntarios, para ganarse la confianza de los inquilinos de El Perro Feliz, tienen que transmitir tranquilidad y realizar movimientos lentos para que los canes se sientan cómodos. «Aquí los voluntarios son auténticos fichajes», dice Vallejo, mientras atiende a Halley, la compañera de patio de Candela, muy sociable y cariñosa. 

Otra forma de trabajar en el comportamiento de los perros es combinando estos dos caracteres. Y, en general, a todos los inquilinos de El Perro Feliz se les nota relajados. Se nota precisamente porque, tras un par de horas de visita del albergue, apenas ladran. Un par de ladridos sueltos de emoción por ver nuevas caras y poco más. «Estamos muy orgullosos», asegura la presidenta de la Protectora, Paola Ojeda, «sobre todo por el trabajo de tanta gente durante un año y medio. Es un gran orgullo para todos». En las labores de reforma integral, han participado al menos medio centenar de voluntarios. «Desde peluqueras que nos bañan a los perros, las casas de acogida…», indica Ojeda, que recuerda que cuando la Protectora compró las instalaciones de la antigua fábrica de cachorros se hicieron cargo también de 43 perros. 

Huesos de agradecimiento por el apoyo económico

«Todo el mundo hizo un esfuerzo muy grande para que los pudiéramos sacar de aquí, llevándose dos o tres perros para casa, aparte de los propios. Todo ha sido fruto de un trabajo en equipo muy importante», añade, «al final, es un todo. Desde los que llevan los perros a Holanda hasta los que vienen a pasearlos, hay muchas formas de ser voluntario en un albergue». Por ejemplo, El Perro Feliz dispondrá de una aplicación diseñada por Mercedes Gutiérrez y otro compañero, que son informáticos de profesión, para recabar todos los datos sobre los perros acogidos y, de paso, elaborar las estadísticas anuales. «También hay voluntarias que nos preparan cosas de artesanía para vender y todo suma. Todo el dinero que se consigue va íntegro para la Protectora», explica Ojeda. 

«La fontanería nos la hizo un voluntario que es fontanero, otro que es soldador fue el que se encargó de encofrar el muro…», añade Mier. Uno de los murales de la entrada fue realizado por escolares del colegio de la Asunción de Gijón. El otro, con una veintena de perros dibujados, es obra también de Bastián Prendes, con quien contactó Álvaro Rodríguez que, junto a Ojeda, ocupa un lugar de honor en la fachada del edificio de recepción, en el que se han colocado placas en forma de huesos para agradecer a quienes apoyaron económicamente esta reforma a través de la campaña Teja a teja. «El proyecto sigue en marcha y seguimos necesitando más tejas», dice Mier.