«Decidí no comer para poder pagar la factura de la luz»

Natasha Martín REDACCIÓN

ASTURIAS

Pobreza energética
Pobreza energética

El relato de superación de una afectada por la pobreza energética en Asturias

09 feb 2018 . Actualizado a las 17:52 h.

Acceder a un servicio tan básico como la luz se ha llegado a convertir en un lujo. Dentro de un territorio considerado del Primer Mundo se han creado fuertes desigualdades que llevan a diversas personas a vivir en situaciones de tal precariedad que tan solo pensar en si puede llegar a existir un estado de bienestar agota. Proporcionalmente, España cuenta con una de las tarifas eléctricas más altas de toda Europa, lo que significa que sí sería posible reducir esas altas facturas que cada invierno generan sustos y nuevos planes de ahorro en cada familia. En Asturias, para sobreponerse en cierta medida a ello, desde hace más de un año se creó la Plataforma contra los Abusos de las Eléctricas, un grupo de activistas al frente de Itziar Fuente y repartidos por la región cuyo objetivo es ayudar e informar a la población en riesgo y, en caso de que fuera necesario, ejercer presión política para que no se vean en una situación de pobreza energética. A ellos acudió la protagonista de esta historia, una asturiana de 44 años a la que se le otorgará el seudónimo de Laura para respetar su anonimato.

Laura vive en una situación de precariedad desde hace al menos diez años. Todo empezó con un episodio de malos tratos al que tuvo que enfrentarse sola. «Los inicios fueron muy, muy duros. No me sentí ayudada ni apoyada por nadie. Cuando me pasó lo de mi exmarido mi madre estaba enferma, poco después falleció, y me tuve que mover. Me tocó luchar, no me quedó otra». Superó las agresiones de su expareja gracias a la acción del 016. Entonces conoció a una abogada «muy competente que me comentó todo lo que tenía que hacer para conseguir ayudas».

Al principio, comenta, la asistenta social no le propuso soluciones. «Tuve que mandar un escrito al ayuntamiento y así conseguí que me ayudaran, porque, como te ven sin hijos, creen que puedes tirar tú sola por la vida». Después de varios años de solicitudes denegadas, consiguió que le otorgaran el salario social, «pero con eso no se vive», asegura.

Con unos ingresos mínimos, Laura se vio en la tesitura de decidir: tener luz o comer, y optó por pagar las facturas. Y tiene sus razones para ello: «Tú tienes una cantidad mínima de dinero y con eso tienes que pagar. Lo que sobre, para comer. No hay más. Porque si debes, después, ¿cómo pagas el doble o el triple? Además, si te quitan la luz, volver a engancharla es carísimo y tampoco te lo puedes permitir».

Este febrero, que ha llegado con una fuerte caída de las temperaturas y nieve en buena parte del Principado, «la calefacción es algo que ni te planteas, es imposible», mantiene. En una ocasión, movida por la necesidad de paliar el frío, Laura recurrió a una bolsa de agua caliente que le explotó encima. «Me he tenido que operar, tengo injertos», sostiene. Tras esta experiencia, ahora se vale de «mantas, chaquetas, más chaquetas y tomar agua caliente. No hay más, toca aguantarse; tengo muy metido que es así».

La ayuda a la energía: insuficiente

La ayuda a la energía, que facilita a personas de bajos recursos una cuantía anual para hacer frente a los gastos de luz y gas, para Laura son insuficientes. «No te dan tanto, te dan un tanto», cuenta. En general, se otorga una cuantía proporcional al consumo de cada individuo. Laura explica que «te piden el historial de la luz y te hacen un descuento sobre el kilometraje que tú consumas, no sobre el total con impuestos incluidos, que es donde sube realmente, por lo que solo cubre algo de la luz. La calefacción ya ni de broma». Esta situación puede resultar en diversos problemas pues, si el individuo no está al día en todos los pagos quedará fuera del proceso. «Por eso yo decido no comer para pagar y que me puedan ayudar un poco».

Después de que su familia le diera la espalda, la situación de Laura ahora empieza a mejorar. «Subsisto, estoy mejor de lo que estaba», cuenta. Al salario social le suma los pequeños ingresos de un trabajo a media jornada. Es poco pero «bienvenido sea porque con eso como». También se siente optimista y asegura que se salva por ser una luchadora, «pero no me queda otra porque no tengo a nadie detrás. Por eso doy gracias por lo que tengo que, aunque sea lo justo, lo tengo conmigo. Hay que buscarse la vida», sentencia.