Lo que contamina una docena de huevos

Susana D. Machargo REDACCIÓN

ASTURIAS

MONICA IRAGO

Un estudio de la Universidad de Oviedo estudia el impacto que las granjas ponedoras tienen sobre la tierra o la capa de ozono. Toma como referencia una explotación del Principado

03 abr 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

2,7 kilogramos de CO2 por cada docena de huevos. Esa es la huella contaminante que dejan las granjas avícolas en Asturias, donde la mayor parte de las gallinas están alojadas en jaulas. Un equipo científico de la Universidad de Oviedo ha estudiado el impacto de estas explotaciones y ha utilizado un sistema denominado el Análisis del Ciclo de la Vida. Este trabajo ha revelado que tiene, sobre todo, un efecto negativo sobre la transformación natural de la tierra, además de una gran ecotoxicidad en la tierra y en el agua dulce. La ecotoxicidad mide los efectos tóxicos producidos por agentes físicos y químicos en el ambiente. ¿Cuáles son las causas más importantes de estos impactos ambientales nocivos? La investigación también responden. Los provocan, sobre todo, la producción de piensos para las ponedoras. Esto no parece demasiado sorprendente pero sí hay algún otro apartado más curioso. Reemplazar a los ejemplares viejos por otros más jóvenes también es muy perjudicial para el entorno. No obstante, hay formas de compensar. Destinar a la venta carne a esos ejemplares viejos permite reducir la ocupación de tierras urbanas para otro tipo de explotaciones y evita, por tanto, otros focos contaminantes. 

Así queda reflejado en el artículo Environmental assesment of intensive egg production: A Spanish case study publicado por la revista Journal of Cleaner Production, y que tiene como primera firma la de Rocío Abin. El resto de los autores son compañeros suyos del departamento de Química e Ingeniería Ambiental de la Universidad de Oviedo, Mario Díaz, Amanda Laca y Adriana Laca. El punto de partida de su investigación es sencillo. Aunque el huevo se consume en todo el mundo como una fuente de proteína muy valiosa y, al mismo tiempo, barata, hay una falta de estudios sobre el rendimiento ambiental de este tipo de granjas. Ellos mismos apuntas, además, que la producción de alimentos en sistemas agrícolas intensivos puede ser insostenible. Solo hace falta pensar que en la Unión Europea (UE) producen aproximadamente siete millones de toneladas de huevos al año y que España es uno de los principales suministradores. 

Detalles de la publicación

La granja asturiana sobre la que se ha puesto el foco cuenta con 55.000 gallinas y saca al mercado una producción anual de 13 millones de huevos. Los científicos analizaron 18 parámetros ambientales diferentes a los que podría afectar, desde el agotamiento del ozono, al cambio climático, si contribuye a incrementar los ácidos en la tierra, si causas elementos tóxicos para el terreno, si necesita una gran ocupación del terreno,... Ahí es donde comprobaron que transformaba la tierra natural y que generaba tóxicos tanto para la tierra como para los manantiales de agua. Una vez que conocían el impacto era necesario ver cuáles eran las causas, qué proceso era más dañino. El peor: la producción de piensos, por el tiempo de ingredientes que se utilizan.

Una de las firmante, Adriana Laca, ha explicado a la revista Sinc que «la elección de los ingredientes que forman el pienso es un factor clave», ya que tiene que tomarse como base elementos que se cultiven de manera respetuosa con el medio ambiente. Otro momento crucial del proceso es la sustitución de ponedoras viejas por otras jóvenes. Los científicos señala que alargar la vida útil de estas gallinas reduce el impacto contaminante. No obstante, reconocen que esto puede tener cierto impacto económico y en la producción de las granjas, por lo que tiene que hacerse de manera equilibrada.

Otros puntos del proceso también dejan huella. El transporte de los animales afecta al ozono. También hay emisiones de gases como el metano o el amoniaco. Sin embargo, este tipo de explotaciones no requieren de grandes consumos eléctricos o de agua. Así que en ese sentido, causan menos daños que, por ejemplo, las granjas de cerdos.

Los propietarios pueden compensar. Adriana Laca, nuevamente a Sinc, explica que hay métodos sencillos que contribuyen a reducir las emisiones. Se pueden reciclar los residuos, como en cualquier otra actividad, y vender como carne de ave de corral los ejemplares viejos que ya no rindan al nivel de las jóvenes ponedoras. En España, hay un total de 1.260 granjas con 67.700 gallinas, de media, cada una. Es fácil hacer números para ver cómo reducirían su huella ambiental con algunos ajustes.