Los sindicatos alertan de un posible efecto contagio en los conflictos laborales

Susana D. Machargo REDACCIÓN

ASTURIAS

Imagen del paso de la marcha minera por Oviedo
Imagen del paso de la marcha minera por Oviedo José Luis Cereijido

UGT y CCOO advierten de que los trabajadores exigen que la mejora de la macroeconomía comience a notarse en sus salarios y en sus derechos. Aseguran que el número de huelgas puede crecer

24 nov 2018 . Actualizado a las 10:25 h.

Durante casi una década el mantra fue siempre el mismo: hay que apretarse el cinturón. La crisis exigía esfuerzos y los trabajadores sufrieron el embate. El que no perdió su puesto de trabajo tuvo que aceptar recortes. Así surgió incluso lo que puede considerarse un grupo social, el de los empleados pobres, aquellos que cobraran un salario que no llegaban a final de mes. En pleno 2018, con los indicadores macroeconómicos recuperados, Asturias se encuentra en un momento coyuntural extraño. Mientras se habla de recuperación, la conflictividad laboral rebrota. ¿A qué se debe? UGT y CCOO lo tienen claro. Coexisten dos razones. Ha llegado el momento de elevar los salarios y de devolver derechos, pero la patronal asturiana no parece demasiado dispuesta a aceptar esta premisa en la mesa de negociación. Por otra parte, está todo el proceso de descarbonización, con lo implica para una región netamente industrial, con la minería, las grandes empresas electrointensivas y las centrales pendientes de un hilo.

Conciden en su análisis el secretario general de UGT, Javier Fernández Lanero, y el responsable de Acción Sindical de CCOO, Gerardo Argüelles. Lanero no es demasiado optimista. Pinta un panorama bastante apocalíptico -«basados en hechos», insiste- y teme que no haya nadie que tome el control. Cree que es imprescindible que Asturias tenga presupuestos, aunque duda que sean una realidad para 2019, y que en el Gobierno central alguien adopte «decisiones valientes». Solo con estos dos impulsos las tornas girarían. De lo contrario, la conflictividad laboral es complicado que remita. Argüelles asegura lacónico que ve «el futuro un poco gris, con mucha inestabilidad». No hacen falta muchas bolas de cristal. Ambos explican que los empresarios asturianos están poniendo grandes trabas para aceptar el acuerdo que sus dos centrales sindicales firmaron en Madrid y que, entre otros puntos, hablaba de una subida fija del 2%, lo que les parece un porcentaje más que asumible. Además, está todo el tema del control de las emisiones y de la descarbonización, con la factura eléctrica de por medio y el fin de la minería. Los presupuestos nacionales y del Principado también son imprescindibles para la mejora de las condiciones de los funcionarios, otro sector en pie de guerra. De Correos a Justicia quieren mejoras.

Si estas premisas no comienzan a cumplirse y la macroeconomía no tiene un reflejo directo en salario y derechos, el número de huelgas y movilizaciones se incrementaría. Argüelles lo asegura con rotundidad. En el ADN de CCOO está la propuesta y la negociación. Si esto no funciona, entonces toca la movilización.

Una fotografía más amplia

Lanero señala que para entender este rebrote de la conflictividad laboral es necesario ampliar la fotografía y contextualizar. El primer paso es comprender lo que denomina «el mensaje inflado» de la recuperación económica que «sobre todo vendió el Gobierno anterior». El responsable de UGT dice que hay una parte de verdad. Las empresas ya están en la senda de los beneficios pero no traslada a las familias esa mejoría. Están negando la recuperación de derechos «a aquellos a los que aplicaron las políticas austericidas». Se está generando, por tanto, «una falta de redistribución de la riqueza», a la que se puede añadir una brecha de género, que está colmando la paciencia de los trabajadores, insiste. Un pacto contra la violencia de género sin respaldo presupuestarios y una subida de las pensiones apenas inexistente agravan la herida.

Ese escenario es común a toda España. Pero en Asturias tiene otra serie de complicaciones. Lanero habla de los grandes problemas estructurales de Asturias, «por tierra, mar y aire», ironiza. La Autopista del Mar paralizada, con un Corredor Atlántico que ahora parece que va a florecer; la Variante de Pajares que es una obra interminable y que, encima no garantiza el AVE real; una conexión por carretera con la meseta con una autopista de peaje que no se puede rescatar y un Gobierno anunciado más gravámenes para las vías de alta capacidad; y, además, un aeropuerto que pierde conexiones nacionales e internacionales, fundamentales para el despegue económico y, especialmente, para el turístico. El análisis del responsable de UGT es demoledor. El cierre del carbón y de las centrales térmicas son la auténtica puntilla. Por muchas razones. Dice Lanero que la destrucción de empleo es solo una. Otra muy importante es el encarecimiento de la factura eléctrica que implicará el uso preponderante de las renovables y la implicación que tendrá para las compañías electrointensivas en el Principado. Alcoa puede marcharse ahora, lamenta, pero después podrán seguir el mismo camino más. «Además nadie dice que el nuevo empleo que se va a generar con el cambio energético vaya a ser aquí, en el Principado, puede ser en cualquier otro punto de España», explica. 

Sin presupuestos, infraestructuras ni industrias no es difícil vaticinar que los jóvenes se seguirán marchando y que el despoblamiento se acentuará. «La fuga de talento es realmente preocupante. Cuando disminuye el paro en Asturias, en gran medida es porque disminuye la población activa, no nos engañemos», argumenta. Pese al pesimismo de su análisis, ve oportunidades. Insiste en la necesidad de tener presupuestos y apunta dos más: el área metropolitana central -pero una real de servicios, no polítca- y una transición energética justa. La receta no es infalible pero parece razonable. A corto plazo, marca como absoluta prioridad la firma de los convenios laborales y la exploración del nicho de empleo existente en la prestación de servicios de calidad. A la administración la mira de frente para pedirle ofertas públicas de empleo realistas y suficientes. «Esa sería la única manera de reducir las listas de espera sanitarias, solo por poner un ejemplo», insiste.

La clave de los convenios

Gerardo Argüelles pone el acento en todos esos convenios colectivos que afectan a miles de trabajadores asturianos y que están en el aire. Llegaron a tener siete bloqueados al mismo tiempo, lo que suponía que había más de 100.000 trabajadores, uno de cada cuatro asturianos en activo, sin convenio. Los del metal y la limpieza han salido adelante, después de ceder condiciones, con convocatorias de huelga ya encima de la mesa y con el Servicio Asturiano de Solución Extrajudicial de Conflictos (Sasec) de por medio. Quedan cinco más y nadie descarta nuevas amenazas de huelga. El último en llegar a un punto clave ha sido el del comercios minoristas. Argüelles explica cuál es la situación para demostrar la urgencia. «Se trata de un sector en el que el salario medio no supera los 770 euros. No podemos permitir que haya trabajadores en la miseria. Lo que necesitamos es justicia social e inteligencia económica», reclama.

El Principado parece tener un sello propio en el panorama nacional y ese es el que imprime el presidente de la Federación Asturiana de Empresarios (Fade), Belarmino Feito. El responsable de Acción Sindical de CCOO recuerda que Feito salió a la palestra en cuanto se firmó el acuerdo entre patronal y sindicatos en Madrid para decir que en Asturias no se daban las condiciones para mejorar salarios y recuperar derechos. «No me gusta hablar de recuperación pero sí de mejoría económica. Ahora que las empresas empieza a tener grandes beneficios e, incluso, a repartir dividendos, los trabajadores tienen que participar en la mejoría. Tienen que recuperar el poder adquisitivo perdido. En tiempos de crisis tuvieron que apretarse el cinturón», recuerda. El objetivo no parece tampoco descabellado: «Ningún salario por debajo de los 14.000 euros». Estos mínimos parecen estar chocando «contra la cerrazón de la patronal». 

En el caso de los empleados públicos, también Argüelles tiene un mensaje claro. Fueron los primeros en sufrir la recesión recortes de salarios y derechos, ahora poco a poco tienen que volver al punto de partida. Ellos también deben empezar a notar que las cosas van mejor. Luego hay algunos colectivos concretos con problemas añadidos. Esto es lo que sucede con los funcionarios de prisiones. Con más de 70 vacantes sin cubrir, la carga de trabajo es inaceptable y la seguridad muy inferior. 

El tercer gran bloque está formado por todos los empleos implicados en la descarbonización y en el futuro de las empresas electrointensivas. «El cambio climático es una realidad. Nadie niega que hay que ir disminuyendo las emisiones y cumpliendo los Acuerdos de París. Pero lo que hay que pedir es una transición justa y con acuerdos, no de un día para otro. No nos pueden decir hoy cierran unas empresas y mañana ya abrirán otras», explica Argüelles, que ve en esta pérdida de empleos otra fuente inagotable de conflictos. Está convencido de que a futuro las renovables son la alternativa pero todavía no en la actualidad. Así que defiende que en el mix energético el carbón todavía tenga cabida. De lo contrario la factura eléctrica será una nueva condena. «Nos enfrentamos a una nueva reindustrialización», sentencia.