Un minero atrapado en el Candín se pone en la piel de la Brigada que rescatará a Julen

Carmen Liedo REDACCIÓN

ASTURIAS

Brigada de salvamento minero
Brigada de salvamento minero

Juan Enrique Orvíz, quien sufrió un grave accidente en octubre de 1995, hace gala de la solidaridad de los mineros y de la preparación del equipo de salvamento y señala que «en el momento en que se pongan a trabajar, no hay nadie que los pare»

25 ene 2019 . Actualizado a las 10:22 h.

El accidente del pequeño Julen en Totalán, Málaga, no se parece en nada a un accidente minero. Caerse en un pozo por un agujero de no más de 25 centímetros de diámetro y 110 de profundidad difiere en todo de, por ejemplo, un derrabe de carbón o una explosión en una galería. El único nexo es que alguien se ha quedado atrapado y que la Brigada Central de Salvamento de Asturias acude al rescate. Sin embargo, por una razón u otra, cualquier minero que haya vivido un percance en la mina seguramente no puede evitar estos días rememorar aquel duro momento y acompañar aunque sea con el pensamiento a los ocho brigadistas que están pendientes de poder entrar en el túnel que se ha perforado para, manualmente, llegar hasta la cota en la que se encuentra desde hace doce días el niño de dos años. También el recuerdo de haber estado atrapado es inevitable. Juan Enrique Orvíz lo estuvo durante cuatro horas y media en el pozo Candín el 13 de octubre de 1995 tras un derrabe de carbón. «Ante circunstancias así siempre te viene el recuerdo de cuando tuviste el accidente, aunque este caso es peor todavía», manifiesta. Su accidente y la experiencia como minero le hacen mirar con otra perspectiva el rescate in extremis que se está realizando en Totalán y se pone en la piel de la Brigada que rescatará a Julen.

«Seguramente tendrán una ansiedad increíble por ponerse a trabajar», comenta Juan Enrique Orvíz que, no obstante, pone de relieve la solidaridad de los mineros ante circunstancias adversas al apuntar que «cuando hay un compañero enterrado, no ves el peligro y te pones a trabajar para rescatarlo». Lo sabe por experiencia propia, porque cuando tuvo el accidente fueron sus compañeros los que trataron de sacarlo mientras llegaba la Brigada de Salvamento Minero, aunque también reconoce que el trabajo bien hecho es el que hacen los brigadistas «apuntalando y reforzando» la zona para efectuar un rescate seguro. «Lo primero que pensamos cuando ves a un compañero atrapado es sacarlo, y la brigada lo primero que hace es asegurar todo, así que ellos pueden tardar un poco más en sacarte, pero lo hacen sobre seguro», indica.

Para este caso, del que España lleva pendiente desde el domingo 13 de enero, considera que ha sido todo un acierto trasladar a la Brigada porque «es lo mejor de la minería y están preparados para eso». De hecho, asegura que «en el momento en que los pongan a trabajar no hay nadie que los pare hasta que no saquen al crío». Las condiciones en las que tendrán que realizar este rescate los ocho brigadistas son durísimas, pero Orvíz destaca que tienen la máxima preparación para ello porque explica que cuando están en la estación de salvamento están entrenando todo el día y el mes que están en la mina «van a los peores trabajos que hay dentro, a los sitios que tienen las peores condiciones». Además, para afrontar este rescate, está seguro que en esta semana que los mineros llevan en Totalán «lo tienen todo estudiado y planificado».

«Si volviera a nacer, volvería a ser minero»

Así, insiste en que «son los únicos que pueden llegar y sacar al crío». Como llegaron hasta él otros brigadistas hace 23 años cuando quedó atrapado por un derrabe de sesenta toneladas junto con otros siete compañeros, de los cuáles cuatro fallecieron en aquel accidente del Candín. «Yo me salvé porque me quedó la cabeza en el aire», relata, pero recuerda también que quedó gravemente herido, con roturas en un brazo y una pierna y las costillas y los riñones deshechos. «Pero no era mi día, no era mi destino», comenta mientras recuerda que «estaba hablando con mi compañero que estaba enfrente y él se murió y yo no».

Juan Enrique Orvíz, que había estado trabajando 18 años en el pozo Fondón y tan sólo llevaba tres meses en el Candín tras el cierre del primero, estuvo atrapado durante cuatro horas y media y durante ese tiempo tuvo el convencimiento de que lo iban a sacar por «la unión y el compañerismo» que hay en la minería. Tal es el sentimiento que le genera que asegura que «si volviera a nacer volvería a ser minero, al cien por cien sería minero, porque es un trabajo muy sacrificado pero que te llama y te atrae muchísimo». Y lo dice pese a la gravedad de su accidente y de las heridas y las secuelas que le generó y por las cuáles tuvo que jubilarse.