Papá y mamá se separan

Ana T. Jack

ASTURIAS

El divorcio supone la desaparición de un vínculo entre los adultos, no entre estos y sus descendientes
El divorcio supone la desaparición de un vínculo entre los adultos, no entre estos y sus descendientes

Decálogo para llevar el divorcio con sentido común

08 feb 2019 . Actualizado a las 08:38 h.

El divorcio o la separación de una pareja consolidada en el tiempo es una de las vivencias más estresantes por las que puede pasar una persona a lo largo de su vida. Si además hay menores de por medio, y el proceso no se lleva a cabo con sentido común, estos pueden vivir con la misma intensidad que sus padres (o incluso más) sus consecuencias a nivel psicológico y emocional.

De hecho, se estima que una de cada tres rupturas familiares resulta traumática para sus miembros por el enfrentamiento intenso de la pareja, por la larga duración de un conflicto que no acaba de superarse o por la utilización de los hijos menores en sus disputas.

El juez de familia José Luis Utrera, autor de varios libros sobre este tema, denomina divorcios de plomo a aquellos que lastran la vida emocional de todos los afectados, en especial la de los menores, «porque sus progenitores anteponen sus intereses a los de unos niños que desean seguir teniendo una infancia feliz y tranquila, aunque sea en un entorno familiar distinto».

DECÁLOGO DEL BUEN DIVORCIO

Firme defensor de la búsqueda de soluciones entre los propios miembros de la pareja o a través de la mediación antes de recurrir a un proceso judicial contencioso, propone el siguiente «decálogo del buen divorcio» para evitar perjudicar a los menores:

1 El divorcio es algo más que un proceso legal. Toda ruptura familiar conlleva, además de un proceso legal, un proceso emocional, personal y psicológico en todos sus miembros. El juez y los abogados solo resuelven las cuestiones legales, pero no las emocionales y afectivas. Ese proceso emocional no acaba con el dictado de la sentencia.

2 El problema no es el divorcio, sino el mal divorcio. La ruptura de la relación entre la pareja no debería ser perjudicial para los menores. Estos pueden superar con éxito la situación si sus progenitores cooperan entre sí para llevarla a cabo de forma no traumática.

3 De común acuerdo, todos ganan. Las rupturas familiares en las que no existe acuerdo se centran en las críticas mutuas y en la búsqueda de un culpable. En cambio, las rupturas de mutuo acuerdo favorecen el clima de diálogo y generan un ambiente más favorable para que todos, incluidos los hijos, asuman mejor su nueva situación.

4 Se separan los padres, no los hijos. La separación, el divorcio o la ruptura de una pareja de hecho supone la desaparición de un vínculo entre los adultos, no entre estos y sus descendientes. Es evidente, pero es algo que hay que tener presente.

5 La separación no supone la pérdida de ninguno de los progenitores. Padre y madre, a ser posible en colaboración, deben explicar a sus hijos que se van a separar o divorciar. Esta información debe transmitirse en un clima de coherencia, confianza y cariño, pero sin alentar falsas expectativas de reconciliación. Deben asegurar a sus hijos que seguirán siendo queridos, que ellos no son culpables de nada y que ambos van a seguir ocupándose de sus vidas.

6 Los hijos no son propiedad exclusiva del padre o de la madre. Aunque se haya conferido la guarda y custodia de los menores a uno de ellos, ambos continúan siendo imprescindibles. Las actitudes de posesión sobre los hijos que excluyen al otro progenitor perjudican gravemente a los menores. Hay que evitar despreciar, minusvalorar o desautorizar al otro progenitor.

7 El divorcio no pone fin a las obligaciones compartidas con respecto a los menores. Tras el divorcio el padre y la madre deben seguir manteniendo un diálogo lo más fluido posible sobre todas las cuestiones que afecten a los hijos. El cuidado diario de los menores requiere una organización y distribución de tiempo y, aunque el ejercicio de la guarda y custodia lo lleve a cabo uno de los progenitores, ambos continúan siendo responsables al compartir la patria potestad. Ello significa que tienen la obligación de consultarse y comunicarse de manera honesta, fluida, abierta y regular las decisiones importantes en relación con la educación y el desarrollo físico, intelectual y afectivo-emocional de sus hijos. Deben evitarse las discrepancias y contradicciones educativas para evitar chantajes emocionales, alianzas y manipulaciones.

8 Lo importante es la calidad de la relación con los hijos. La relación de los hijos con el progenitor con el que no conviven habitualmente ha de ser periódica, constante y gratificante. La obstaculización, interrupción e inconstancia en el régimen de relaciones repercute negativamente en su estabilidad emocional.

9 No utilizar a los hijos como moneda de cambio. Aunque la relación de los adultos o su ruptura haya sido extremadamente difícil a nivel emocional, se debe dar prioridad a las necesidades de los hijos. Hay que evitar canalizar a través de los menores las tensiones o frustraciones que la ruptura ha generado en los adultos.

10 Facilitar la adaptación del menor a las nuevas parejas. La introducción de una tercera persona en la vida de los menores ha de hacerse con tacto, y progresivamente, a ser posible cuando la relación esté suficientemente consolidada. Debe dejarse bien claro al niño que ello no supone en ningún caso que renuncie a su padre o a su madre.

EL DATO: En el año 2017 se produjeron 102.341 divorcios en España, lo que supone un aumento del 1 % con respecto al año anterior. El 77 % de los casos fueron de mutuo acuerdo y el 23 %, contenciosos. En más de la mitad de los casos tenían hijos menores de edad (datos del INE).

COMPORTAMIENTOS QUE SE DEBEN EVITAR: Descalificar a la expareja, obligar al hijo a ponerse del lado de uno de los progenitores...

ALGUNAS CLAVES: Realizar un esfuerzo por mantener la comunicación con la expareja en todo lo relativo a la educación y bienestar de los hijos.

PARA SABER MÁS: «Guía básica para un buen divorcio», de José Luis Utrera, Ediciones B.