Los 204 días de Juan Vázquez en la política regional

Susana D. Machargo REDACCIÓN

ASTURIAS

Juan Vázquez
Juan Vázquez

El exrector de la Universidad de Oviedo ha insistido en su perfil moderado, independiente y de progreso, radicalmente opuesto al giro imprimido por Rivera a Ciudadanos

25 jun 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

«Juan Vázquez deshoja la margarita de su candidatura con Ciudadanos». Ese titular del 2 de diciembre de 2018, en La Voz de Asturias, ponía sobre el papel (digital) un secreto a voces dentro de las camarillas de la política asturiana. La formación naranja estaba tanteando al exrector de la Universidad de Oviedo y expresidente de la Conferencia de Rectores (Crue), un académico que siempre había estado muy cerca de los postulados socialistas, y él se estaba dejando querer. En los 204 días que han pasado desde entonces, Vázquez ha tropezado con la realidad política. Un catedrático de Economía, acostumbrado a manejar con soltura las claves de la política universitaria, se ha dado de bruces con otro mundo totalmente diferente. Ha repetido hasta la saciedad su perfil moderado, independiente y de progreso. Pero cuanto más ha insistido en tener voz propia más ha parecido distanciarse de los postulados de Albert Rivera y del giro a la derecha que estaba imprimiendo a Ciudadanos. La visita en campaña de Inés Arrimadas fue un buen ejemplo. El pacto en Oviedo, otro. Dice que no se va espoleado por las renuncias de Javier Nart o Toni Roldán, porque ya lo había meditado. Lo que parece innegable es que comparte con ellos mucho de lo que argumentan.

En ese deshojar la margarita, el nombre de Juan Vázquez se asoció primero a la alcaldía de Oviedo. Parecía una buena baza para que Ciudadanos desembarcara en la capital con un proyecto a lo grande. Pero el exrector no estaba dispuesto a pasar de la gestión universitaria a la arena política para tareas, hasta cierto punto, secundarias. Si daba el salto era para asumir una empresa mayor. Fue el propio Albert Rivera el que le dio el espaldarazo definitivo en una reunión en Madrid, de la que ambos salieron hablando de su sintonía política. Ya por entonces, aún sin confirmar su candidatura a la presidencia del Principado, se hablaba del «efecto Vázquez», que consistía en la posibilidad de triplicar sus resultados, y pasar de tres a nueve diputados. La idea era aprovechar el fraccionamiento de la derecha y marcar el sorpasso al PP. No fue posible, tal y como él mismo ha reconocido en la comparecencia en la que ha anunciado su marcha. Los resultados -finalmente Ciudadanos consiguió cinco diputados- no sirvieron para apuntalar su figura como una referencia dentro del partido, frente a los cargos orgánicos.

Se tomó su tiempo para responder. Al menos, para reconocer públicamente que la decisión estaba tomada. Esperó a que pasasen las vacaciones de Navidad. Después de Reyes, dio el paso. Las tres ideas fundamentales que dijo que le habían decidido eran los ánimos de un nutrido grupo de personas, el hecho de que el Principado estuviese viviendo una situación de desánimo que hay que corregir y que su perfil respondía a la renovación que socialmente se está reclamando. Así que dijo aterrizar en la política «con el objetivo de despertar ilusión». Contaba con todos los parabienes de la dirección nacional pero se tuvo que presentar a las primarias internas, en las que otros dos aspirantes -Agustín Pérez Loriente y Manuel Gómez Mendoza- no supusieron un gran obstáculo. En las votaciones registradas durante la primera semana de marzo, sumó el 91% de los votos emitidos por los afiliados. Fue, por tanto, designado casi por aclamación.

En sus primera palabras tras las primeras palabras, dejó claro cuál iba a ser su guión, del que no se ha movido ni un ápice en los últimos meses. «Voy a hablar a los moderados que en este país se han quedado sin voz», manifestó. En la primera entrevista concedida de La Voz después del proceso profundizaba en esa idea: «Soy socialdemócrata y no renuncio a ello ni es incompatible con estar donde estoy». Estaba convencido de que los naranjas tenían el partido que ofrecía el mejor espacio para llevar a cabo políticas de reforma y progreso. Ya entonces vaticinaba que el parlamento iba a estar muy dividido y que sería necesario firmar alianzas para formar mayorías. En ese escenario, reclamaba su protagonismo. 

Comenzó en ese mes de marzo su proyección como candidato. Juan Vázquez es una persona muy conocida en círculos universitarios e incluso políticos en Asturias. También tuvo una gran exposición pública en sus dos mandatos consecutivos como rector pero necesitaba volver a la calle. Lo hizo con una campaña moderna. Entre otros muchos pasos que dio, lanzó un vídeo en el que se presentaba como el «guajín de Boo», su pueblo natal, y repasaba episodios de su infancia y de su vida universitaria que han marcado su vida. También apuntaba sus recetas para  invertir la tendencia del Principado, criticando los nacionalismos y los populismos. «Hay que abrir un ciclo nuevo con ideas, discursos y proyectos renovados», decía.

La concatenación de elecciones fue enrareciendo el ambiente. Vázquez seguía en sus trece. Mientras Albert Rivera hablaba del cordón sanitario al PSOE y a Pedro Sánchez, el exrector aseguraba que su «única condición para las alianzas es que sean con partidos constitucionalistas y moderados». Durante la campaña de las autonómicas, interpelado sobre el giro a la derecha de la formación naranja no se movió ni un ápice de su postulado: «Por algo yo soy independiente, es decir, yo comparto, entiendo y participo del proyecto de Ciudadanos pero participo también de que en política no sólo mandan los argumentarios y las jerarquías y lo orgánico y los aparatos, sino que los partidos deben estar compuestos por personas con criterio, y yo me tengo por una persona con criterio. Cuando a mí Ciudadanos me invitó, que fueron ellos quienes me invitaron a participar de este proyecto no yo quien pedí entrar en él; sabían quién soy yo, como soy y lo que represento. En eso me mantengo y nadie me ha corregido hasta el día de hoy».

Pero llegó Inés Arrimadas para protagonizar el acto central, en Oviedo, en el Campo San Francisco, con Ignacio Cuesta, el hoy flamante vicealcalde de Oviedo gracias a su alianza con el PP, también a su lado. Llegó Arrimadas y frenó un poco el discurso. «O PSOE con Podemos o con nosotros», cerró su discurso Juan Vázquez. Ella, en cambio, marcó las distancias. Incluso habló de conseguir Gobiernos autonómicos que sirviesen de «dique de contención» frente al central, para «compensar las barbaridades que va a imponer, como el sablazo fiscal». 

El candidato llegó a decir que aspiraba incluso a mejorar en el Principado los resultados de Albert Rivera en las nacionales del 28 de abril. No fue así. El 26 de mayo recibió un jarro de agua fría. Amplió su grupo de tres a cinco pero no triplicó. Ni si quiera llegó a duplicar los resultados de hace cuatro años. Tampoco obtuvo mejores datos que el líder nacional. Su comparecencia aquella noche fue agridulce. Su cara lo reflejaba. Sus palabras parecían sinceras. No había llegado hasta donde quería. No obstante, podía ser la llave. Pero eso implicaba sentarse a negociar con el PSOE, algo muy alejado de los cada día más rígidos postulados nacionales.

Vázquez se va justo cuando el candidato del PSOE, Adrián Barbón, ha abierto la ronda de negociaciones para formar gobierno regional, una vez aclarado el mapa municipal. No parece que lo sucedido en Oviedo le haya causado demasiada satisfacción. La capital se negoció al margen, de manera independiente al futuro del Principado. Había otros que defendían unas conversaciones más globales. Esa era la opción que más le gustaba al exrector. Incluso se llegó a apuntar que los socialistas podrían ofrecerle la presidencia de la Junta a cambio de que Ciudadanos mantuviera como alcalde de Oviedo a Wenceslao López. Todo quedó en agua de borrajas. 

Han pasado solo 204 días desde que La Voz publicó por primera vez su nombre como posible candidato. Los entresijos de su relación con Ciudadanos tendrá que contarlos Juan Vázquez. Su (breve) paso por la política ya ha quedado registrado hasta en el Parlamento, donde llegó a jurar su cargo justo antes de dimitir, el mismo día.