Asesinato de un edil: caso cerrado

La Voz SANTO ADRIANO

ASTURIAS

Uno de los detenidos por la muerte de Javier Ardines
Uno de los detenidos por la muerte de Javier Ardines J.L.Cereijido

La policía detuvo a un pariente del concejal llanisco Javier Ardines como presunto autor del crimen, que cometió porque mantenía un romance con su mujer

29 may 2020 . Actualizado a las 11:30 h.

Fue mucho lo que se especuló sobre el asesinato del concejal llanisco Javier Ardines, ocurrida en agosto del pasado año. Intereses económicos, políticos, urbanísticos… en realidad la trama era trágicamente más mundana: los celos. Así lo demostró la intensa investigación de la Guardia Civil, que detuvo en febrero de este año a Pedro L. N. A. por encargar presuntamente a unos sicarios el crimen, por el que habría pagado 35.000 euros.

Ardines resumía así su biografía personal en la web del ayuntamiento: «Nací en Halle, Bélgica, en 1966. Soy hijo de emigrantes aunque a los 9 años volví a España. Nos instalamos en la Moría, en el pueblo de la Pesa de Pría. Me casé con 23 años, tuve dos hijos y ya soy abuelo. Mi pasión siempre fue la mar, salir a la angula, al ocle». Corría el año 2015 y el concejal electo por IU, que renunció a cobrar por su tarea de cargo público, tenía «ilusión por trabajar», por cambiar el modo de hacer política. Pero Ardines no pudo hacer balance de ese paso por el consistorio ni concluir su mandato. 

En la mañana del 16 de agosto de 2018 fue asesinado a escasos metros de su domicilio cuando se dirigía a faenar con su barco, el Bramadoria. Su muerte conmocionó al municipio más turístico de la costa asturiana, que tardó en recuperarse del impacto.  Los rumores y las informaciones que especulaban sobre una posible vinculación política del crimen crisparon la vida de un pueblo que gobernaba un insólito cuatripartito formado por un grupo independiente (Vecinos por Llanes), PP, Foro y el concejal de IU asesinado tras desalojar al PSOE del poder después de casi tres décadas, un pacto que se repitió tras las últimas elecciones. 

Pero mientras la prensa lanzaba hipótesis de todo tipo sobre la muerte del edil, los agentes de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, que a las 24 horas del crimen se desplazaron al lugar de los hechos, comenzaron a trabajar en varias líneas de investigación y decidieron profundizar en una: la del móvil sentimental. Acertaron. Ardines, de 52 años, fue víctima de una emboscada cuando salía de su domicilio en Belmonte de Pría (Llanes) para dirigirse al puerto y salir a faenar con su embarcación. Lo hacía casi a diario, a hora muy temprana para después atender a sus obligaciones municipales. Ya a finales de julio, el concejal encontró un obstáculo en el camino rural que enfilaba cada día desde su casa: una valla de obra que esquivó sin bajarse de su furgoneta.

Pero el 16 de agosto eran ya tres las vallas que sus asesinos habían colocado, así que Ardines se tuvo que apear a retirarlas. Fue en ese momento cuando le rociaron los ojos con gas pimienta y le propinaron varios golpes en la cabeza y en la nuca. Pudo recorrer 70 metros tambaleante, se desplomó y murió. De escenario del crimen habían desaparecido los objetos con los que fue golpeado, que siguen sin encontrarse. Sí se fijaron los investigadores en un mancha oleosa que a la postre resultó ser gas pimienta. 

Mientras los laboratorios de la Guardia Civil analizaban la muestra, los encargados de las pesquisas no querían perder tiempo e indagaron en varios kilómetros a la redonda por si se hubiera celebrado alguna feria donde se hubieran utilizado vallas. En medio de un hermetismo casi absoluto, la Guardia Civil fue trabajando y descartando hipótesis hasta quedarse con la que les llevó hasta Pedro L. N. A., convencidos casi al cien por ciento de que el móvil del crimen era sentimental y abandonando otros que pudieran estar relacionados con la actividad política de la víctima.

La madeja terminó de desenredarse este año. La Guardia Civil arrestó a tres hombres en País Vasco y reclamó a Suiza la extradición de un cuarto. Dos serían los sicarios, procedentes del mundo de las drogas, y uno de ellos el autor intelectual, el que les contrató. El presunto inductor era un primo político del propio Ardines, que habría actuado por celos. En realidad, es el marido de una prima de la viuda del concejal que habría sospechado de una relación extramatrimonial, al descubrirse mensajes entre ambos en un móvil.