Sociólogos y politólogos analizan el renacer del sentimiento de orgullo en la comunidad por los resultados de la gestión del Covid-19

A través de los siglos, de generación en generación, los asturianos se han formado una idea de sí mismos basada en mitos, en leyendas y también un poco de historia, como ejemplo de resistencia. Asturias, rodeada de una muralla formidable de montañas es el último bastión ingobernable, enxamás vencida, que plantó dura batalla a los romanos (aunque hoy hable no una sino dos lenguas romances), que no pudo ser tomada por los moros e inició la reconquista de España (aunque no existía tal concepto en el siglo VIII), que declaró la soberanía popular y formó su propio ejército para enfrentarse a Napoleón. Algún día muy lejano, cuando los matices políticos que hoy son ineludibles dejen de importarle a nadie, probablemente la Revolución del 34 y la visicitudes del Frente Norte en la Guerra Civil, sola en mitad de la Tierra, pasarán a engrosar ese hilo legendario. Pero el tránsito del siglo XX al XXI fue cruel con Asturias, la reconversión industrial, el envejecimiento demográfico y las demoras constantes en la puesta en marcha de infraestructuras cruciales dejó a unos asturianos cabizbajos, casi acostumbrados a verse a la cola en todo tipo de estadísticas y con una constante pérdida de relevancia y peso político en el conjunto del Estado. Hasta ahora.

Quizá porque Asturias sólo se anima a dar la talla en las horas grandes, cuando España afrontó la terrible catástrofe de la pandemia se alzó con los mejores resultados de la península y, durante 25 días consecutivos del final de la primavera, los mejores del continente europeo. Sin soslayar el horror de pérdidas humanas en la comunidad (más de 300 muertes por coronavirus) Asturias logró contener mejor que nadie al virus, hizo más pruebas PCR, la población en general cumplió de forma correcta con las medidas de protección y llegó al verano con la imagen de destino seguro y saludable para despedir julio y agosto con las mejores cifras de acogida de turistas de toda su historia. Reportajes en medios nacionales e internacionales destacaron la respuesta asturiana al covid y por primera vez en muchos años, muchos asturianos se encontraron con que el grandonismo del que presumían se acompañaba, esta vez sí, de datos contrastados y estadísticas en las que estaban a la cabeza. ¿Hay un resurgir del orgullo asturiano? ¿es la pandemia un episodio más que se suma a la leyenda de la patria querida en la que se quisiera estar en todas las ocasiones?

«Rotundamente», responde el sociólogo Arsenio Valbuena, quien apunta que tradicionalmente el orgullo asturiano se apoya en «una nebulosa de historias y de sentimientos que tiene muy poco sustento material» y que se ha topado ahora con que «la rueda de la fortuna he hecho que algunas problemáticas sentidas desde siempre, su aislamiento, sus pocas comunicaciones, o incluso el hábitat disperso, de repente se han convertido en cosas ventajosas» y añadió que «es como ser de la selección y que luego gane el Mundial, refuerza porque es objetivo y eso tiene un poder de convicción muy grande». De opinión similar es el decano del Colegio de Sociólogos de Asturias, Jacobo Blanco quien indicó que «lo que ha pasado en cierto modo, es que algunas cosas que pensábamos que nos perjudicaban en este caso nos han beneficiado: hablamos del aislamiento de Asturias y eso lo que permitió fue que se retrasase la llegada de la epidemia y nos diera tiempo a prepararnos; se habla también del envejecimiento, pero hay mucha gente mayor que vive muy dispersa en núcleos rurales y la gente mayor tiende a ser prudente con los temas de salud» además de añadir que Asturias contó con un sistema sanitario más preparado que otros territorios (con grandes profesionales y un laboratorio de virología capaz de hacer pruebas PCR mientras otros llenaban aviones de test rápidos no muy fiables) o elementos como que «usamos poco el transporte público; el área metropolitana de Asturias es de las que menos lo hace de España pero nos ha beneficiado porque es un vector de contagio notable como vemos los problemas que está teniendo Madrid o Barcelona en ese sentido».

Para el politólogo Eduardo Bayón, también percibe un aumento de la satisfacción y pundonor de los asturianos ante esta crisis, un sentimiento identitario que es «ostentación regionalista que se da, y además con una intensidad y una exposición bastante alta, porque no choca con la identidad española ni con otros territorios del estado y tampoco genera rechazo. Siempre se ha dado y en esta ocasión también, en una región muy envejecida, que ha sufrido la reconversión industrial, que en datos económicos siempre aparece a la cola, pero como en esta ocasión la gestión ha sido positiva se está haciendo una ostentación totalmente legítima».

Hay un lado oscuro en el que es fácil caer, tal y como apunta el sociólogo Jacabo Blanco porque se ha llegado a veces «hasta el extremo de que hubiera gente que rechazaba incluso la llegada de turistas y la llegada de gente de fuera. Olvidamos además que los primeros contagios son importados por los propios asturianos que se fueron de vacaciones fuera de Asturias» al comienzo del verano.

Es demasiado fácil pasar del orgullo a la soberbia y el henchido de estos fervores pocas veces se traduce en cosas con sustancia. Pero lo cierto, es que en un verano en que España se encontró con el veto e imposición de cuarentena a los turistas por parte de varios países, Asturias cerró los meses fuertes del periodo estival con el cartel de lleno hasta los topes en hoteles, apartamentos y casas rurales, con sus playas y miradores con colas de varios metros y en algunos casos, pueblos saturados por la inédita llegada del foriatu. 

¿Puede traducirse la buena gestión de la pandemia en algún resultado económico a medio plazo? Bayón es escéptico más allá de los resultados del sector turístico del que destacó, en todo caso, «un trabajo previo en las últimas décadas» para promocionar no sólo la costa sino el interios y bien dirigido al mercado nacional.

En términos similares, Jacobo Blanco destacó que «una cuestión que tenemos que aprovechar es que Asturias, aparte de la marca de Paraíso Natural, que creo que está muy bien acuñada, que tiene prestigio y está asentada por lo menos en el resto de España, tiene ahora también la marca de paraíso saludable.Quizá es una cosa que debamos aprovechar para promocionar productos nuestros también fuera de aquí, desde la industria agroalimentaria al famoso cluster de la salud, la economía verde puede encajar en ese marchamo o marca territorial que puede verse acuñada en Asturias».

De forma más amplia, Arsenio Valbuena señaló que sí se abre un abanico de posibilidades en varios terrenos. Además del turismo que se ha visto este verano, indicó que la pandemia puede servir para ofrecer Asturias como un territorio atractivo para el teletrabajo y que ofrece una alternativa inédita al despoblamiento de las alas y el área rural. La caída demográfico «no tiene una solución definitiva, pero tiene una veta de mejoramiento, puedes mejorar condiciones para que la gente viva en el campo pero para eso es imprescindible una potente cobertura de las TIC». El sociólogo resaltó con con una buena planificación de enganche a nuevas tecnologías de comunicación (desde el móvil a internet), Asturias presenta muy buenas condiciones para poder vivir en un entorno abierto a muy poca distancia de lo urbano. «Hay que aprovechar el tradicional habitat disperso para darle usos al campo, puedo trabajar en el ciudad pero vivo en el campo, con coches eléctricos y una buena cobertura puedo vivir en una casa y no una barriada como las abejas».

Valbuena apuntó a un elemnto más a largo plazo. Asturias como destino para una buena vida en la tercera edad. «Tenemos un sitio privilegiado para darle una alternativa a las residencias de la tercera edad, un problema que nos ha estallado en las narices. No podemos saltar sin pasos intermedios desde la completa autonomía en nuestras casas a una residencia masificada de grandes dependientes» y apostó por regular de forma eficiente el cohousing, las cooperativas para la gente mayor, porque «Asturias reúne condiciones extraordinarias porque puedes estar en contectado en el campo y a cinco minutos del centro de Oviedo, viviendo una utopía nórdica en Asturias». 

No se trata en modo alguno de que el grandonismo ciegue la gravedad de la situación. Si Asturias llegó al fin del Estado de Alarma con una imagen positiva y buenas cifras de contención de la pandemia, la segunda ola no está siendo pequeña. Las últimas semanas arrojan datos con una media de de entre 30 y 40 contagios diarios y un aumento preocupante de las hospitalizaciones. Días atras se registraron dos nuevos fallecimientos después de varias semanas sin que hubiera que contar la peor de las noticias, las muertes que deja el virus. Y todo ello, en víspera de la apertura de los colegios. Cruzando los dedos, Asturias se prepara para el segundo asalto, el de otoño.