«Uno de los primeros pacientes subió a la cama por su propio pie y en 48 horas había muerto»

Marcos Gutiérrez ASTURIAS

ASTURIAS

Pablo Herrero en su despacho del HUCA
Pablo Herrero en su despacho del HUCA

Pablo Herrero, médico de Urgencias del HUCA, relata su experiencia en el centro hospitalario durante la primera oleada de la covid-19 y aporta su opinión acerca del segundo envite del virus

12 oct 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Pablo Herrero Puente es médico de Urgencias del Hospital Central Universitario de Asturias (HUCA). En un servicio del principal centro hospitalario de la región que, por definición, en circunstancias normales ya está en la primera línea de defensa del sistema sanitario, pudo experimentar todo lo cerca que puede hacerlo un profesional los primeros golpes que propinó la covid-19 en la región. También presenció su recrudecimiento progresivo.

Este facultativo destaca que, tanto él como sus compañeros en el HUCA, se dieron cuenta de la gravedad del virus «desde un primer momento, viendo lo que pasaba en otras comunidades como, por ejemplo, Madrid». Esa percepción se confirmó con los primeros casos, «como cuando uno de los pacientes que ingresó en la UVI se subió a la cama por su propio pie y en 48 horas había fallecido. En este caso nos llamó mucho la atención que esta persona no tenía sensación de disnea (ndr: sensación de falta de aire), pero cuando comprobabas el nivel de oxígeno en la sangre, lo tenía muy bajo».

Pero había otro problema que también tenía una gravedad importante, no tanto por el pronóstico de cada paciente individual, sino por el aspecto organizativo. En el HUCA se había vuelto a poner en funcionamiento una zona específica de aislamiento «en la que podía haber una o, como mucho, dos personas» y, de repente, a partir del día 9 de marzo, comenzaron a tener un aumento exponencial de sospechas y casos que se iban confirmando y carecían de un espacio específico con la capacidad necesaria. «Eso nos llevó a hacer una serie de cambios organizativos dentro del servicio, en muy poco tiempo, diferenciando zonas asistenciales para pacientes sospechosos de infección por el SARS-CoV-2 de las de los que acudían con otras patologías», afirma Pablo Herrero.

Primeros casos del virus

Los primeros casos con los que se encontraron fueron, más bien, «sospechas y pacientes que presentaban clínica compatible con la covid-19 y cumplían criterios epidemiológicos que teníamos en la zona de aislamiento hasta que llegaba el resultado del laboratorio de virología». Este médico de Urgencias recuerda que los primeros pacientes fueron negativos. «De todos recuerdo la primera sospecha, que era una chica italiana, y otro que era un hombre que venía en tren. Como tenía mucha tos, alguien dijo que podía ser una infección por el coronavirus. Le aislaron en el vagón y, cuando llegó a Gijón, le estaba esperando la Policía. Nos lo trasladaron en una ambulancia COVID y luego resultó ser también negativo».

El primer positivo llegó el 29 de febrero. El primer brote fue en el Masaveu. Entonces comenzaron a «organizar la recogida de muestras de exudado naso-faríngeo a un grupo de profesores que estaban con síntomas y a un alumno que estaba en su casa. En ese momento no teníamos circuitos diferenciados. Esa tarde empezaron a venir alumnos del colegio, con síntomas leves, a los que al principio no se consideraba casos sospechosos. A alguno se le cogió una muestra en Urgencias y se le envió a su casa pendiente del resultado». Cuando el primero de esos alumnos dio positivo ya tenían otros casos similares en el circuito asistencial normal, por lo que se les tuvo que reubicar después en otra zona. «Recuerdo una madre y un hijo que ingresaron en el HUCA porque no podían aislarse con garantías y otro chico al que le di el alta, porque sí que lo podía hacer y estaba clínicamente muy bien. Esos fueron los primeros casos, aunque posteriormente hubo más», indica.

Pablo Herrero resalta que la rapidez con la que se producían los cambios les llevaba «a implementar iniciativas. Las hubo que funcionaron bien y se mantuvieron y otras que no funcionaban y se dejaron de hacer. Uno de los aspectos más positivos fue la capacidad de adaptación a los cambios que tuvo todo el personal del HUCA que se implicó en la atención de estos pacientes y, por supuesto, el esfuerzo y la implicación personal de mucha gente. Recuerdo al doctor Santiago Melón, jefe de sección de virología, un día a las 3 de la madrugada viniendo de su casa para hacer una PCR a uno de los primeros pacientes». También influyó mucho que las medidas «se tomaban en base a lo que los expertos dictaban y se hacían con un criterio científico claro. Aquí el servicio de Salud Pública de la Consejería de Salud tuvo un gran protagonismo en la toma de decisiones».

De las medidas que sí funcionaron durante la primera oleada hubo dos que, en su opinión, fueron determinantes. Una de ellas fue «el trabajo coordinado entre todos los servicios clínicos de Urgencias, Medicina Interna, Neumología, Geriatría o Medicina Intensiva, y básicos como los de Laboratorio, sobre todo el de virología, Farmacia o Radiología», que participaron en la atención a estos pacientes. «El laboratorio de Virología tenía la parte más importante, que era el diagnóstico de la infección. Les exigíamos que, en algunos pacientes, nos dieran una respuesta en unos tiempos muy cortos», rememora. Pablo Herrero también pone en valor la implicación del servicio de Farmacia, «que en un momento de escasez de solución hidroalcohólica la fabricaban ellos. También fue importante la coordinación con las personas del SESPA que se encargaban de las residencias de ancianos o de las relaciones con atención primaria».

El segundo de estos elementos que favorecieron que Asturias estuviera en una mejor posición ante la pandemia fue «la cantidad de PCRs que se hicieron desde el principio. En los primeros momentos se iba a los domicilios de los pacientes. Se llegaron hacer hasta 200 muestras domiciliarias en 24 horas. En esto colaboró la empresa de ambulancias, que organizaba las tomas por zonas geográficas y así se rentabilizaba mucho mejor el tiempo». Cuando la BRILAT montó el hospital de campaña en el parking 3 del HUCA se dieron cuenta de que había personas «que estaban muy bien y que igual podían ir a algún sitio a realizarse la prueba; así surgió el Autocovid, lo que ahorró mucho tiempo, disminuyó el gasto de equipos de protección individual, si bien es cierto que en nuestro centro no escasearon, y facilitó que se pudiesen hacer un mayor número de pruebas».

«No hay cosas que se hayan hecho mal. Las hubo que no funcionaron adecuadamente, pero básicamente por el desconocimiento que teníamos de la situación. Si pudiese cambiar algo de aquella época quizá fuese el acompañamiento a los enfermos, sobre todo a los que estaban en una peor situación clínica y que fallecieron solos en una habitación. Tal vez se podría adecuar una forma de visita de algún familiar, que es algo que reconforta mucho a los pacientes, ya fuese presencial o de forma virtual», apunta.

Una pandemia incuestionable

Este médico de urgencias considera que la actual corriente negacionista ante la pandemia «no tiene ningún sentido y se rebate con argumentos científicos adaptados a todos los públicos. El virus existe, produce una patología grave en un porcentaje de pacientes y ha desencadenado una debacle económica en nuestro país». «Eso no es cuestionable. El problema es que ahora tenemos un acceso ilimitado a la información a través de internet y de las redes sociales, y hay mucha gente que no establece ningún tipo de filtro a esa información y se la cree toda», apunta. También cree que en la era digital en la que vivimos, con cada novedad que se produce en los diferentes ámbitos de la vida, «surgen muchos gurús del tema con múltiples teorías sin ningún rigor científico y la gente se las cree. Y lo hace, en muchas ocasiones, por la persona que las dice, véase Miguel Bosé, y en otras porque prefiere creer eso que no la situación real, la cual es peor», añade.

También considera que, respecto al escenario actual, «hay mucha gente pesimista que solo pone en sus redes sociales noticias negativas. Es cierto que el tema no es banal y es una situación grave, pero no todo es tan negativo». Recalca que este virus «ha puesto a prueba a la sociedad y en un primer momento se le venció, con medidas duras, eso sí. Pero sobre todo en Asturias, y esto lo dice un leonés, se ha demostrado que todos los profesionales que trabajamos en el sector sanitario, desde celadores, limpiadoras y técnicos de ambulancia a personal de seguridad o de administración que ahora gestionan la citación del autocovid,… podemos adaptarnos a una situación de crisis en un periodo de tiempo muy corto». Y es que al principio se centró la acción en el segmento hospitalario «debido al alto número de ingresos. Ahora se focaliza en la detección precoz y seguimiento de los positivos para controlar la circulación del virus». 

Respecto al actual repunte de contagios, dentro de lo que ya se considera la segunda oleada del coronavirus, Pablo Herrero cree que «es fácil relajarse cuando las cosas van bien. Estuvimos 25 días con 0 casos de infección por el SARS-CoV-2. Encima veníamos de una situación de confinamiento total. Eso llevó a la sociedad a ir perdiendo el miedo y a volver a caer en conductas de riesgo». Cree que esto era algo «esperable porque pasa en muchas situaciones. Cuando a un fumador le da un infarto, deja de fumar. Con el paso del tiempo, si se encuentran estables, muchos recaen en el hábito». Considera que en este caso, en el que una de las principales conductas de riesgo es la socialización, era «muy factible que la gente se relajase».

Aun así, apunta que realmente se consiguió lo que se pretendía que era aplanar la curva, «aunque no la de contagios, que ya tiene una distribución en dos picos -el pasado y el actual-, sí la de ingresos. Lo que se pretende es no colapsar el sistema sanitario y, por el momento, aquí lo estamos consiguiendo».