Los gijoneses, ante la alerta naranja: «Hay que adelantarse y no vivir el caos de otras ciudades»

Marcos Gutiérrez GIJÓN

ASTURIAS

Ciclistas en el carril bici de Poniente
Ciclistas en el carril bici de Poniente Tomás Mugueta

Empresarios, vecinos y hosteleros de Gijón valoran las primeras horas de alerta naranja en la ciudad. Algunos comerciantes creen que puede suponer «un golpe muy fuerte» para los negocios de proximidad

06 oct 2020 . Actualizado a las 18:15 h.

El lunes la Consejería de Salud del Principado decretaba la alerta naranja en los municipios de Gijón y Ponga ante el aumento de la incidencia de la pandemia. Tendrá una vigencia de 14 días. En la práctica supone un llamamiento a la movilización institucional, ciudadana y de los diferentes sectores para realizar esfuerzos conjuntos de vigilancia y control para evitar un incremento mayor de los casos en dichas zonas y el aumento de la transmisión comunitaria.

La situación de alerta naranja es, por tanto, un semáforo de atención urgente. Una fase previa antes de tomar otras decisiones. Supone que, en caso de no mejorar la situación epidemiológica y de mantenerse la observación de situaciones de riesgo, se propondrá la adopción de otras medidas más drásticas, como posibles cierres perimetrales o confinamientos parciales.

La ciudad más populosa de Asturias despertaba esta mañana en el primer día de vigencia de esta nueva situación. Un contexto que no implica más restricciones de las que ya había pero que, sin embargo, muchos comerciantes y vecinos creen que ya se ha dejado notar en las calles y tiendas.

Manuel Cañete, presidente de la Federación de Asociaciones Vecinales de Gijón, recalca que «la ciudad está vertebrada por un tejido de entidades y asociaciones», por lo que cree esencial que los mensajes que se trasladen a la ciudadanía estén vehiculados a través de los diferentes colectivos que la componen. Considera que es «importante que quede claro el mensaje», así como «remar y trabajar juntos para terminar con la pandemia». «Desde las asociaciones vecinales llegamos a mucha gente y es importante transmitir un mensaje de responsabilidad», anota.

Ve clave adelantarse en la toma de medidas «y no vivir el caos que se está dando en otras ciudades, que está siendo tremendo». No obstante, califica de imprescindible «que la administración también se ponga las pilas, porque la sociedad necesita respuestas. Hay que poner medidas, no solo hacer recomendaciones».

En este sentido, a la Federación de Asociaciones Vecinales les han llegado «quejas, por ejemplo, de líneas de transporte público saturadas, lo que traslada una imagen de angustia para el usuario». Manuel Cañete confía «plenamente en la responsabilidad ciudadana», ya que «Gijón ha dado muestras de una concienciación absoluta». Considera que «mantener la actividad económica, industrial, sanitaria y educativa genera un problema añadido, por lo que hay que hacer un esfuerzo colectivo máximo». Su máximo deseo es que los contagios «no vayan a más» en la ciudad.

María Santos Ordás, comerciante gijonesa y propietaria de Marina Boutique, ubicada en el 20 de la calle Manso, cree que la declaración de la alerta naranja puede convertirse en «un golpe muy fuerte» para el comercio local, pese a que «ahora mismo es pronto para valorar qué va a pasar».

Considera que la alerta que impera en la ciudad, «si no implica más restricciones lo que va a generar en la gente es más miedo» y va a afectar «negativamente a todos». «Hoy salir a la calle es una pena, parece que no hay ni gente», lamenta. Explica que ella misma va a hacer «la misma vida de antes, pero con más cautela. Obviamente, lo que no hay que hacer es entrar en sitios masificados».

Resalta que «el momento de apostar por el comercio de proximidad. Nosotros somos los que tenemos posibilidad de generar empleo». Reconoce que la salida del confinamiento trajo consigo un importante repunte de las ventas que, sin embargo, se ha ido atenuando significativamente con el paso de las semanas y los meses. Reconoce que, a día de hoy, en el comercio de la ciudad el flujo de clientes «no se acerca al que había antes del confinamiento».

David Barroso, propietario de la cervecería La Mina, cree que la declaración de la alerta naranja en Gijón equivale a las autoridades diciéndole «a la gente que quede en casa y que salga solo lo necesario», lo que, previsiblemente, «lastrará un poco el consumo en mi sector». Considera que «es un aviso de lo que puede venir después si empeoran las cosas». Dentro de su segmento de actividad el fin del confinamiento y los meses de verano «no estuvieron mal, dentro de lo que cabe», si bien a partir de agosto empezaron a notar «una bajada, en especial cuando restringieron los horarios de cierre».

«Desde el Gobierno van sacando medidas de contención, lo cual es lógico y normal, pero en mi sector estamos a la expectativa», señala. Apunta que en la hostelería asturiana y gijonesa «ahora estamos en una situación un poco de supervivencia del más fuerte, algo parecido a lo que sucedía durante el estado de alarma, que aunque no ingreses o lo hagas en menor porcentaje tienes que seguir pagando».

Pone como ejemplo el de un bar «como el Soho, que después de 30 años ha tenido que cerrar. Y es que la administración tampoco está mirando mucho por nosotros y, al final, pagamos justos por pecadores».