Un gijonés salva la vida de miles de personas con tan solo tres ollas

ASTURIAS

Bruno Álvarez, fundador de No Name Kitchen
Bruno Álvarez, fundador de No Name Kitchen Play Ground

Bruno Álvarez junto con unos amigos creó la asociación No Name Kitchen para ayudar a los refugiados de Belgrado

26 oct 2020 . Actualizado a las 13:25 h.

Más de mil personas confinadas en barracones. Todo lleno de basura y ratas. Sin ayuda humanitaria. Así es como el gijonés Bruno Álvarez se encontró cómo vivían las personas refugiadas en Belgrado. «No sabías lo que era humano de lo que no era humano», asegura el joven en un vídeo de PlayGround colgado en Facebook, en el que este gijonés explica cómo les salvó la vida a miles de personas con tan solo tres ollas y unos pocos alimentos.

Todo empezó con un vídeo que le mandó su madre sobre la situación en los campos de refugiados de Grecia. «Tenía que visualizarlo con mis ojos», asegura. Tras desplazarse hasta allí, le informan de que en Serbia hay una crisis humanitaria más grande. Cambio de planes. Él y seis amigos deciden coger una furgoneta y se presentan en las barracas de Belgrado. Donde la gente vivía en condiciones inhumanas: «Personas hacinadas unas encima de otras, suciedad por todos los lados, incluso de excrementos», denuncia.

La mayoría eran menores sin acompañar, quienes le aseguraron que lo más imprescindible era tener más comida. Al parecer, solo disponían de un plato de alimentos proporcionado por una asociación. Por eso se pusieron manos a la obra. Y de la noche a la mañana crearon una cocina. «Al principio solo necesitas tres fogones, tres bombonas de butano, tres ollas y algunos alimentos», asegura el joven.

Mientras daban de comer por primera vez a ese grupo social, hicieron una foto que generó un llamamiento social. «¿Qué necesitáis?, «¿Qué está pasando allí?». Bruno asegura que empezaron a involucrarse todo tipo de personas, lo que permitió crear la asociación No Name Kitchen para ayudar a la población más vulnerable. Pero, a los pocos meses, el gobierno les informa de que van a destruir las barracas porque el terreno está comprado por una petrolera.

«Todo el trabajo realizado durante tres meses se fue a pique. Los niños los metieron en campos y otros cruzaron la frontera», explica Álvarez. Tenían que marchar de allí, pero deciden irse a un pueblo fronterizo con Croacia ya que la gente que vive allí está en condiciones precarias: «Les proporcionamos ropa, alimentos, duchas, tiendas de campaña y mantas para abrigarse».

Asimismo en el vídeo denuncia el trato que reciben las personas cuando llegan a las fronteras: «Les roban, les pegan, les rompen el móvil que es la única vía para comunicarse con sus familiares». No hay forma humana de salir de allí de manera legal. Por tanto, hacen lo que sea para pasar la frontera, no les importa arriesgar su vida. Pero a pesar de vivir en primera persona esa situación, asegura que el voluntariado es su vocación y, por tanto, «lo más satisfactorio es cuando recibes un mensaje de una persona que ha podido llegar a su país de destino».