Jou de los Cabrones, un «hotel» de altura en el corazón de Picos de Europa

Esther Rodríguez
Esther Rodríguez REDACCIÓN

ASTURIAS

Jorge González a las puertas del refugio Jou de los Cabrones
Jorge González a las puertas del refugio Jou de los Cabrones

El caruvino Jorge González relata la experiencia de estar al frente de un refugio de montaña a 2.000 metros de altitud: «Hay veces en las que estás completamente solo, pero a mí me apasiona»

09 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Enclavado en pleno corazón de los Picos de Europa, rodeado de cumbres y a 2.034 m de altitud, el refugio de Jou de los Cabrones es el más alto de Asturias y probablemente el más aislado de toda España. Llamado así por los machos cabríos de gran tamaño que habitaron esta zona en tiempos pasados, este hotel de las alturas es regentado desde hace ocho años por Jorge González, quien con tan solo 16 y motivado por su tio Sergio -actual guarda de Urriellu-, decidió ponerse al frente de este albergue de montaña. «Por aquel entonces lo llevaba él, me dijo que viviese esta experiencia de trabajo y no me negué. Lo cierto es que es un empleo muy duro durante cinco meses. No es estar de rutas, pero a mí me apasiona», reconoce este caruvino.

Por aquel entonces, el refugio estaba en «muy malas condiciones», pero con pequeñas inversiones y arreglos, González lo ha convertido en un espacio agradable. «Ahora hay que mantenerlo» y, para ello, trabaja mano a mano con su novia Naiara, «que decidió sumarse a la aventura el año pasado». Una aventura de tan solo cinco meses en la que las comodidades son «las justas» y las necesidades son «como la de todos los sitios».

La temporada empieza en junio y finaliza en el 15 de octubre «si el tiempo acompaña». «Nos pasamos más de 150 días seguidos aquí», asegura González, que indica que antes de entrar de lleno al tajo ya han ido cargando poco a poco las pilas con aperturas en Semana Santa y durante todos los fines de semana de mayo.

Jorge González y su novia Naiara
Jorge González y su novia Naiara

De esta manera, también se prepara el refugio para la llegada de los potenciales clientes en julio y agosto. «Con estas subidas de pretemporada, como nosotros lo llamamos, vamos haciendo inventarios de la comida, de la bebida y de los desperfectos ocasionados por el temporal», detalla. Una vez que ya saben lo que realmente necesitan -«todo está milimetrado»-, se procede al porteo. «Contratamos un helicóptero para que nos lleve hasta el refugio todas las previsiones. Cada año solemos subir entre 6.000 y 7.000 toneladas», resalta.

Un vuelo que tarda diez minutos y en el que en cada viaje se suben sacas de 900 kilogramos. «Aproximadamente entre cargar y descargar echamos una hora y media, pero es la inversión más grande que se realiza». No solo por todo el suministro que han tenido que comprar sino porque «el precio por cada minuto en funcionamiento de esta aeronave es de 27 euros más el 21% de IVA». Una cantidad a la que se le debe sumar el ferry, es decir, el traslado del helicóptero de su base hasta «la nuestra» Una cifra que oscila entre «los 2.500 y 3.000 euros», pero que «se divide entre los nueve refugios que hay en esta zona de Picos de Europa».

Uno de los porteos en helicóptero
Uno de los porteos en helicóptero

En el caso de que se les olvide algo, «que con las prisas suele pasar», o si se quedan sin existencias de algún producto durante los cincos meses de temporada, Jorge González se pone en contacto con sus familiares para que les acerquen con mulas lo que les hace falta hasta el picu Urriellu. «Yo mientras tanto, cojo una mochila y bajo hasta allí para luego portarlo y subirlo andando. En total echo unas dos horas aproximadamente», reconoce. «Esto es una de las desventajas del refugio, que no puedes tener las cosas a tu disposición en cualquier momento», asegura entre risas. Por eso, siempre intentan subir todos los suministros posibles con el helicóptero, para no tener que dar muchos portes a mano o racionalizar «porque sino a los clientes no les ofreces el servicio que se merecen y además esto supone un trabajo extra».

El refugio está conformado por 20 plazas homologadas en literas y otras 16 en tiendas de campaña. El precio de la pernoctación varía en función de si el cliente está federado o no, pero no pasa de los 15 euros. También cuenta con un servicio de comedor en el que se ofrece a diario 70 desayunos a cinco euros y 40 comidas y 70 cenas a 15 euros por persona. De la misma manera, «si alguien quiere pasarse y consumir algo también puede. Tenemos cantina en horario de 7 a 19 horas», detalla González.

El refugio se complementa con dos almacenes, «donde guardamos las toneladas de comida», y una zona de trabajo, compuesta por una cocina, la oficina, dos camas y un baño. «Es como un submarino», apostilla jocosamente. Para los clientes disponen de un solo baño. «No tiene ducha, pero es el mejor retrete del mundo. Está en una caseta fuera del refugio, con él se evita los malos olores y además es biológico porque lo sólido va para una saca que se la lleva el helicóptero para Cogersa y lo líquido para el campo. Así no se contamina», indica.

También, al mismo tiempo, González ha ido mejorando las instalaciones. «Cuando yo empecé no había televisión ni internet, hasta había que ir a coger cobertura a un kilómetro del refugio, pero ahora ya tenemos prácticamente de todo, aunque no es lo mejor del mundo». En este sentido señala que la electricidad lo es todo y, por tanto, espera que, para final de año, gracias a una ayuda del Principado pueda hacer unas obras de mantenimiento y mejoras.

«Ser guarda de un refugio no es hacer deporte, correr y escalar. Mientras estás arriba durante cinco meses no te da tiempo a hacer nada de eso. La gente está muy confundida. No disfrutas de la naturaleza, solo la puedes admirar a través de cuatro paredes», dice González, que indica que es un trabajo sacrificado. «Te tiene que apasionar y sobre todo ser constante en el día a día. Va a ver veces en las que estés completamente solo y otras en las que tengas que hacer frente a la multitud. Pero realmente, es más fácil, atender a decenas de clientes que tener que enfrentarte a ti mismo», relata.

Además, el tiempo también puede jugar en tu contra. «Te enfrentas a nevadas de metro y dos metros en cuatro días. O, incluso, puedes pasar de estar a 30 grados durante un mes y luego dormir a -11 grados. Es un refugio, que como su nombre lo indica, vas a tener las cosas justas para pasar un día o una noche no para estar encerrado en 30 metros cuadrados con 50 personas. Hay gente que pasa el día por ahí, porque hace calor, pero a las cinco de la tarde se mete la niebla, ya no sabe por dónde está, de repente empieza a llover o a nevar y parece que se va a acabar el mundo», resalta.

Vistas desde el refugio
Vistas desde el refugio

Sin embargo, lo más complicado de estar al frente de un refugio son los accidentes que se producen en el entorno. «No es la mejor noticia que se pueda vivir, enterarte de que una persona que pasó hace escasos minutos por aquí acaba de fallecer tras caer desde más de 200 metros es muy duro. Te acercas hasta ahí, ves a los familiares destrozados y te da una gran impotencia. Son imágenes inolvidables con las que tengo que lidiar a diario», cuenta.

Aun así, la satisfacción de trabajar en el paraíso supera con creces a las adversidades. «Las vistas aquí son impresionantes. No vas a ver nada mejor en la vida. El Jou de Cabrones al estar empozado y rodeado de las cumbres de las montañas principales de los Picos de Europa se consolida como un enclave único». Además, el negocio es rentable y tanto Jorge como Naiara pueden vivir tranquilamente los siete meses restantes del año. «Con el tema del coronavirus tuvimos menos ganancia, pero estamos encantados porque cada vez hay más auge de la montaña y creemos que esto siempre va a ir a más. Es una maravilla poder regentar este refugio y pasar buena parte de mi vida en él, aunque me pierda todos los veranos», sentencia.