Una asturiana con covid persistente: «Volví a menstruar a pesar de tener ya la menopausia»

Esther Rodríguez
Esther Rodríguez REDACCIÓN

ASTURIAS

Katia Oceransky padece covid persistente desde hace ocho meses
Katia Oceransky padece covid persistente desde hace ocho meses

Katia Oceransky, que lleva ocho meses sufriendo los estragos de esta enfermedad,  cuenta cómo es convivir con ella y qué variedad de síntomas ha tenido durante todo este tiempo

20 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

«Es como si me hubiesen caído 20 años más encima». Así de contundente se muestra Katia Oceransky para asegurar que es una de los miles de asturianos que tiene covid persistente. Esta mujer de 50 años lleva desde octubre sufriendo en primera mano los estragos de la enfermedad. No solo porque ha perdido el trabajo debido a la pandemia sino porque a pesar de haber pasado el coronavirus, aún padecen sus síntomas. Todos ellos muy variados y cambiantes con el tiempo. Desde volver a menstruar cuando ya tenía la menopausia hasta sangrar repentinamente por las encías o incluso oler todo como un cenicero. «Ahora ya estoy mucho mejor, pero había veces que no era capaz ni a moverme», reconoce antes de añadir que «tener esta patología impide llevar una vida normalizada».

Oceransky contrajo el coronavirus a principios de octubre. En ese momento, inició junto con su hija una rigurosa cuarentena tal y como indican los protocolos sanitarios. «Tenía como una gripe, pero un poco más bestia. Estaba más cansada de lo habitual», reconoce. Así estuvo durante unas jornadas hasta que se recuperó del todo. Sin embargo, «un día cuando iba a llevar a la cría al colegio me dio un pinchazo muy fuerte en la matriz, me dolían las sienes y era como si tuviese sinusitis», detalla. A partir de ahí, «volví a menstruar a pesar de tener ya la menopausia. Por eso, fui al médico y este me derivó al ginecólogo para hacerme una exploración».

«No entendía que me pasaba»

De la misma manera, también comenzó a tener problemas digestivos con unas diarreas «horrorosas» y con una sensación de «explotarle una esponja llena de ácido en el estómago», aparte de tener unas migrañas muy fuertes que estaban relacionadas con la menstruación y estar constantemente cansada. «No entendía que me pasaba», confiesa Oceransky. Un malestar que se prolongó hasta el mes de noviembre, momento en el que los síntomas le desaparecieron, salvo el dolor de cabeza que se mantenía y le impedía tenerse casi en pie. No obstante, le salieron otros nuevos. «De repente las encías me empezaron a sangran y tenía un dolor intenso en la mandíbula. Como no lo achacaba a nada decidí ir al dentista para que me hiciese una limpieza dental, pero seguía fatal», cuenta.

Una variedad de síntomas que se mantuvieron durante el mes de diciembre. «Como todo seguía igual, apenas pude disfrutar de las fiestas navideñas, hice mucha contención en casa», reconoce. Sin embargo, en ese periodo la sintomatología volvió a variar y «terminé con unos dolores musculares increíbles y con palpitaciones». Tampoco era capaz a moverse. «Vivo en un segundo sin ascensor y para subir tenía que parar en cada peldaño. Si traía la compra, imposible, tenía que cargarla mi hija. Luego descansaba tras ocho escalones. Así estuve durante tres meses», relata y apostilla que «se me hacía imposible porque yo siempre he sido una persona activa, muy deportista».

«Vivo en un segundo sin ascensor y para subir tenía que parar en cada peldaño»

Además, por si fuera poco, su nariz empezó a percibir un olor como «a cenicero podrido y mojado» que se le metía por todas partes. «Ahí tuve miedo, mas que nada por si cogía alguna comida en mal estado. No sabía diferenciar por ejemplo el tipo de pescado», indica. También los huesos le comenzaron a doler y sufría calambres constantemente. «El brazo me dolía y era raro porque no me había dado ni un golpe ni nada», detalla y subraya que «eran muchas dolencias que nunca había sentido, puesto que yo apenas estaba enferma, pero que no entendía».

La falta de un protocolo de actuación dificulta el diagnóstico de covid persistente

Sin embargo, pese a que la sintomatología evidencia que es covid persistente, aún no ha sido diagnosticada como tal. No obstante, durante todo este tiempo Katia Oceransky ha ido alternado las dolencias con consultas con los especialistas para ir solventando o lidiando con cada uno de los síntomas que iban apareciendo. «Ya dejé de un lado las pastillas porque fui a la internista y se ha enfocado en la alimentación para desinflar el cuerpo porque con esto he adquirido kilos y kilos. Aunque no me he recuperado del todo, pero lo cierto es que ya noto mejoría y estoy más sonriente que nunca», resalta.

Pero a pesar de encontrarse mucho mejor, lamenta que aún haya personas que estén en su misma situación. Por eso anima a todo aquel a ponerse en contacto con el colectivo Covid Persistente Asturias, para así poder contabilizar el número real de pacientes en la región y que los expertos puedan tener información al respecto, además de ayudarse entre ellos mismos, ofreciéndose mutuo apoyo. Al mismo tiempo, pide que se unifiquen criterios científicos y se establezca un protocolo de actuación lo más pronto posible. «Establecer el diagnóstico desde un principio es fundamental para evitar ir de especialista en especialista para ver qué tenemos, cuando de lo único que se trata es de covid persistente», sentencia.