Paz González, una de las últimas hilanderas en Asturias: «Hay que recuperar la conciencia textil»

Esther Rodríguez
Esther Rodríguez REDACCIÓN

ASTURIAS

Paz González Mesa, una de las últimas hilanderas asturianas,  con la rueca
Paz González Mesa, una de las últimas hilanderas asturianas, con la rueca Xandru González

Esta vecina de Las Regueras cuenta cómo es este oficio que está en peligro de extinción y por qué es importante apostar por los trabajos artesanales

14 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Antes de que el proceso de fabricación de hilo se industrializara, a lo largo y ancho del planeta había un incesante número de hilanderas que han permitido que nuestra historia se fuese cosiendo poco a poco. Esta labor ha ido quedando en desuso, sin embargo, hoy en día aún hay mujeres que se dedican a ello. Concretamente, en Asturias, Paz González Mesa es una de las pocas que quedan. Esta vecina de Las Regueras lleva una década empleando las tardes para generar telas a partir de la lana de las ovejas xaldas -raza autóctona del Principado­-. Tal es su pasión que a sus 49 años se plantea hacerse un hueco en el mundo de la artesanía -por ahora cuenta ya con tres telares- para poder vivir al 100% de ello. Al mismo tiempo, también imparte cursos para recuperar la «conciencia textil».

Una pasión que ha heredado de su progenitora. «Mi madre, que nació en el año 1936, siempre nos contaba que de pequeña le tocaba ir al monte para cuidar las ovejas, les quitaba la lana e hilaba con la rueca. Sintiendo como me lo decía, me vi con tiempo libre y empecé a telar», asegura González, que bajo su punto de vista no lo considera un oficio sino una cuestión de supervivencia. «Por aquel entonces, las mujeres sino hilaban para crear una tela y llevarla a la tejedora no se podían vestir. No había sitios para ir a comprar ropa y, por tanto, o hilabas o te morías de frio», señala.

Proceso de obtención del hilo 

Actualmente, defiende que esta labor te da «libertad», puesto que «el producto que se obtiene es único, ya que hoy en día la ropa que llevamos es de plástico». Además, esta también va ligada a la sostenibilidad. «El hilo lo creas a partir de la lana que se está tirando. A mi hay personas de aquí de la zona que me la dan porque les da pena desperdiciarla», indica. No obstante, ser hilandera implica mucho trabajo y tiempo. «Primero hay que esquilar las ovejas y seleccionar la lana, que ya echas un día. Luego hay que lavarla, cardarla y prepararla para la rueca porque después de pasar por el agua sale apelmazada. Acto seguido, dependiendo de lo que se quiera hacer, hay que calcular porque para obtener 100 gramos de hilo se echa un día. Por ejemplo, un jersey requiere 600 gramos», detalla.   

«El producto que se obtiene es único, ya que hoy en día la ropa que llevamos es de plástico»

Tinte y confección

Una vez obtenido el hilo, toca teñirlo ya que así «el color queda más homogéneo». «Esto lleva también mucho tiempo porque en cada parte del proceso hay que realizar cinco baños y, además, tiene que reposar un día entre cada uno de ellos para que sea estable», indica antes de resaltar que «por lo general, los tintes naturales no se degradan. Uno bueno y bien aplicado puede tener una resistencia tan perfecta como los sintéticos». En este sentido, González aboga también por utilizar este tipo de pigmentos ya que «no tienen sustancias químicas ni materiales pesados, el color es más armonioso y además cuentan con propiedades medicinales por las plantas que se emplean para obtenerlos».

Tras haber realizado el teñido, se procede a situar la fibra en el telar. Un paso que requiere mucha dedicación puesto que hay que meter hilo a hilo por cada peine, rizarlo y atarlo atrás y adelante. «Cuando quieres empezar a tejer ya pasó un día», señala entre risas González.  A partir de ahí se empieza a hacer la tela que «después se vende para que alguien haga con ella la prenda que quiera». No obstante, esta asturiana prepara bufandas «listas para poner», mantas de hasta 1,5 metros, chales y hasta indumentaria tradicional.

Paz González Mesa, junto con el telar
Paz González Mesa, junto con el telar Xandru González

«Este trabajo es muy interesante porque obtienes telas muy variadas que las puedes aplicar a lo que quieras o necesitas. Además, el producto final tiene mucho más valor porque está hecho a mano y es único. También es de más calidad porque los materiales que se utilizan son los mejores», reivindica. Por ello defiende que el precio de venta siempre sea elevado porque detrás «hay una mano de obra importante y las prendas tienen unas cualidades que no poseen las industriales. Estas duran muchísimo más y la lana no ha sido sometida a tratamientos químicos».

Aun así, reconoce que «no todo el mundo tiene un gran poder adquisitivo y, por ello hay personas que no puede permitirse pagar una bufanda tejida por una artesana». Sin embargo, denuncia que «hoy en día la conciencia textil ha desaparecido con la deslocalización. Todas las multinacionales y empresas producen en Asia y Sudamérica a un precio terriblemente barato. Esto nos permite tener el armario lleno de ropa, pero gracias a pagar un coste medioambiental, humano y social elevado. Estas prendas son fruto de explotaciones horrorosas, de niños trabajando, de fábricas que se derruyen por menos de nada… Además, para llegar a tu casa han dado siete veces la vuelta al mundo, con la consiguiente contaminación atmosférica».

«Tenemos el armario lleno de ropa, pero con un coste medioambiental, humano y social elevado»

Bajo esta premisa clama porque antes de comprar se piense qué hay detrás. «Tenemos que hacer un consumo responsable y, por ejemplo, con los productos artesanos no solo apoyamos a pequeños emprendedores y apostamos por el territorio, sino que respetamos el medioambiente porque los bienes son sostenibles y para su elaboración el consumo energético que se realiza es muy bajo».

Cursos para dar a conocer un oficio que está en peligro de extinción

Por ello está llevando a cabo cursos, organizados en colaboración con asociaciones vecinales, para que la gente conozca de primera mano este oficio que está casi en peligro de extinción. Unas actividades que duran dos días y que para participar «no hace falta tener conocimientos previos ni traer materiales porque yo pongo todo a disposición». Mediante ellas, los «aprendices» ven todo el trabajo que realiza una hilandera. «Desde que tenemos la lana recién cortada hasta conseguir el ovillo y tejer. También aprenden pequeñas nociones de tintes naturales porque les hago demostraciones», detalla. Unas formaciones muy completas que están teniendo mucho éxito. «Las personas presentan interés por la lana, las tradiciones y la cultura y eso es muy importante», sentencia orgullosa.