Nieves Roqueñí: «Asturias puede llegar e incluso superar el objetivo de reducir las emisiones en un 55% en 2030»

Elena G. Bandera
E. G. Bandera REDACCION

ASTURIAS

La viceconsejera de Medio Ambiente y Cambio Climático, Nieves Roqueñí, en su despacho
La viceconsejera de Medio Ambiente y Cambio Climático, Nieves Roqueñí, en su despacho

La viceconsejera de Medio Ambiente y Cambio Climático explica los pasos que se están dando para definir la Estrategia de Acción por el Clima que identificará retos y medidas para mitigar el impacto del cambio climático en Asturias hasta 2030

10 oct 2021 . Actualizado a las 09:35 h.

El 80% de los departamentos del Gobierno asturiano forma parte de la comisión de coordinación de Acción por el Clima, que se creaba a finales del año pasado para integrar de manera transversal todas las políticas autonómicas relacionadas de alguna manera con el cambio climático. «Tenemos que poner centrar más la estrategia contra el cambio climático en medidas más específicas para Asturias», indica la viceconsejera de Medio Ambiente y Cambio Climático, Nieves Roqueñí, que repasa en esta entrevista los pasos que se están dando en el Principado para concretar la Estrategia de Acción por el Clima y otros asuntos medioambientales relacionados con el departamento que dirige, sin duda clave ante el reto que supone la transición ecológica.

-¿Qué pasos se han dado ya para definir esa Estrategia asturiana de Acción por el Clima?

-Antes del verano presentamos dos documentos iniciales: un análisis de las proyecciones climáticas particularizadas para Asturias con la ayuda de Meteogalicia y otro de escenarios de emisiones. Las proyecciones que estamos haciendo a 2030, tras haber territorializado los objetivos del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima, son casi las mismas que hace la Unión Europea en el Objetivo 55, el famoso Fit for 55, que marca una reducción en emisiones del 55% para 2030. En Asturias estamos viendo que, con los planes de las empresas y poniendo los mismos objetivos en emisiones difusas que recogen los planes nacionales para transporte y edificación fundamentalmente, no sólo llegaríamos sino que incluso superaríamos ese 55% de reducción de emisiones. Ahora estamos trabajando también con dos investigadores del Instituto de Recursos Naturales y Ordenación del Territorio (Indurot) que ya nos han hecho un avance de impactos derivados del cambio climático y, con todo ello, estamos preparando las bases para esa estrategia de Acción por el Clima, con la que se identificarán los retos y las medidas para Asturias hasta 2030. Esperamos tener el documento a principios del año que viene para someterlo a participación pública.

-¿Cuáles son las principales proyecciones climáticas para Asturias?

-De momento se han analizado diversas variables como la temperatura máxima y mínima, el número de días de helada, de lluvia y el máximo de día consecutivos sin lluvia para dar una idea de los periodos de sequía. En un horizonte medio, aproximadamente hasta 2040 y teniendo en cuenta los escenarios en los que la respuesta sea importante y en los que no se lleve a cabo una acción decidida para reducir las emisiones, el incremento de la temperatura máxima oscilaría entre 1,42 y casi dos grados centígrados. En las mínimas, prácticamente lo mismo. El incremento térmico sería además menos acusado en primavera y más en otoño. También tenemos diagnosticado menos días de helada en invierno, menos días de lluvia, periodos sin lluvia más largos, veranos más secos… Esto es lo que se proyecta a raíz de lo que se está viendo ya, junto con el aumento del nivel del mar, a razón de unos 3 milímetros año año que se están acelerando en las últimas décadas, y de la temperatura del mar, que oscila entre 0,3 y 0,7 grados por década.

«Hay que incluir la variable climática en la planificación territorial y sobre todo en los sectores primario y pesquero»

-¿Cuáles son las fortalezas de Asturias, que se viene librando por ejemplo de las olas de calor del resto de la península, ante el cambio climático?

-Nuestra posición en el norte de la península hace que sintamos con menor rigor que el clima se extrema y, por ejemplo, en el caso de las sequías que van a ser una constante en el Mediterráneo y en la zona más árida de España tendremos probablemente episodios en los que disminuyan los recursos hídricos pero seguramente lo sufriremos menos que en el resto. Las olas de calor seguramente serán más frecuentes de lo que lo han sido en el pasado, pero no llegarán al extremo del sur de España. En ese sentido, nuestra posición septentrional y nuestra cercanía al mar hace que esos climas extremos sean más moderados. Sin embargo, la coincidencia de temporales en el mar con temporales de lluvia sí puede ser una fuente de riesgos en la fachada costera.

-¿Qué acciones no habrá más remedio que adoptar tarde o temprano?

-Tendremos que intentar hacer la reducción de emisiones ligadas a la rehabilitación de edificios y al cambio de movilidad junto con el resto de España y, en materia de adaptación, hay que tratar de integrar la variable clima en la planificación territorial. Tanto en los planes urbanísticos como en los forestales, los turísticos, la planificación de cultivos o la protección de la biodiversidad porque podemos tener una mayor afección de especies invasoras o una desaparición de determinadas especies en riesgo o que pueden verse afectadas. Desde luego hay que incluir la variable climática en la planificación territorial y sobre todo en los sectores primario y pesquero, que son los más directamente relacionados con la actividad en la que puede tener un impacto el clima.

«Lo que no hagamos nosotros como cidadanos nos lo van a hacer vía legislación. Ya se está diciendo que van a incorporarse al mercado de derechos de emisión los sectores del transporte y de la edificación»

-¿Qué papel tendrá que tener la ciudadanía en esa adaptación?

-La adaptación tiene que ser multinivel e igual que tenemos que integrar la variable climática en los planes generales y en las directrices territoriales también se tiene que ir a la variable local, que es la más cercana, a través de los planes generales de ordenación de los ayuntamientos o el tipo de medidas que deben tomarse en un nivel local. En lo que se refiere a acción por el clima y al cambio a pautas de comportamiento más sostenibles, la ciudadanía tiene mucho que ver. Muchas veces ponemos el foco en las emisiones de las empresas, pero ya tienen sus propios planes de reducción y sus propios objetivos cuantificables para cambiar el uso de la energía o los procesos en los que tienen emisiones de gases de efecto invernadero, pero los ciudadanos en nuestro comportamientos también tenemos que cambiar. Además hay que tener en cuenta que, por ejemplo en el caso del Objetivo 55, lo que no hagamos nosotros nos lo van a hacer vía legislación, vía directivas, y de hecho ya se está diciendo que van a incorporarse al mercado de derechos de emisión los sectores del transporte y de la edificación.

-¿Y eso qué implica?

-Cuando compremos combustibles fósiles van a tener una tasa por CO2 y lo mismo en edificación. Vamos a tener que compensar las emisiones de la educación cuando sean sostenibles a través de unos derechos de carbono.

-¿Pagando esas tasas por CO2, que unos podrán asumir mejor que otros, se garantizará que haya una reducción de las emisiones?

-Es importante que haya un cambio hacia energías renovables y hacia la generación de electricidad verde. Ese es el camino. En todo caso, en Europa se está tratando que esos costes sociales de alguna forma se compensen con la creación de un fondo social del clima para las pymes o para los ciudadanos más desfavorecidos para que no se vean afectados de forma injusta. Lógicamente las grandes empresas tienen más instrumentos y una determinada parte de la sociedad es capaz de asumir los costes del CO2, pero con ese fondo social por el clima precisamente se pretende que esa transformación que hay que hacer sea más justa.

-La industria asturiana genera el 74% de los gases de efecto invernadero cuando en España esa media se sitúa en el 42%…

-Como nosotros tenemos un tejido económico más intensivo en emisiones que otras regiones, porque tenemos una base industrial fuerte y de industria además intensiva en carbono, si les pones objetivos vas a conseguir mayor tasa de reducción que si se plantean con los ciudadanos de forma individual. En el resto de España realmente pesa más la acción individual que la de las empresas, con lo cual para nosotros de alguna manera tienen una repercusión más rápida las medidas a la industria que las medidas de la ciudadanía.

«Toda Europa, no solo Asturias, tiene que hacer ahora un esfuerzo importante para ver qué significan en sus planes de calidad del aire las nuevas directrices de la OMS»

-¿Realmente será compatible esa transición energética con el mantenimiento del empleo?

-Ahí estamos siempre con el mensaje de que la descarbonización no debe dejar a nadie atrás y de que tenemos que tratar que la transición sea justa. Ahora es un momento crucial con los fondos europeos, pero ya teníamos el Fondo de Transición Justa que va dirigido a las regiones sobre todo carboneras. De todos modos, lo que hay que tratar de conseguir ahora es que toda la financiación del Fondo de Recuperación Europeo que viene para la transformación de los sectores económicos se canalice también hacia una economía más verde. En ese sentido, la propia Unión Europea está poniendo el énfasis en el Pacto Verde, en lo que sería el hidrógeno verde como vector energético, las energías renovables y la economía circular para tratar de reducir el uso de materias primas. La digitalización que durante la pandemia disminuyó las emisiones al bajar los consumos en transporte y transacciones, y que ha llegado para quedarse, también tiene un efecto sobre la transformación que tenemos que hacer hacia una economía verde.

-La contaminación atmosférica es otra de las grandes amenazas junto al cambio climático. ¿Dónde se sitúan los puntos negros de Asturias?

-Tenemos un problema en el oeste de Gijón y para eso hemos hecho un plan de acción a corto plazo. Tenemos un problema de partículas en esa zona y eso empeora la calidad del aire para los ciudadanos. Ese sería el principal punto negro a nivel ciudadano.

-Ahora que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha rebajado de manera considerable los niveles recomendados de contaminación con el fin de evitar millones de muertes en el mundo debido a la polución atmosférica, ¿cómo cambia el escenario en Asturias?

-Toda Europa, no solo Asturias, tiene que hacer ahora un esfuerzo importante para ver qué significan en sus planes de calidad del aire esas nuevas directrices de la OMS. En el caso del dióxido de nitrógeno (NO2) y de las partículas va a ser muy difícil que las grandes ciudades cumplan los nuevos niveles porque son muy exigentes. La Unión Europea está estudiando cómo adaptar los objetivos que, en materia de medio ambiente, están en la legislación y en las directivas a esos niveles, pero va a ser difícil porque a veces estamos lejos sobre todo en las grandes ciudades. En Asturias ahora estamos haciendo el plan estratégico de calidad del aire a 2030 y lo hemos adaptado a los nuevos niveles de la OMS. Son muchas las medidas que hay que adoptar y como objetivo está bien. En 2030, con la descarbonización, los cambios en la movilidad y con todas las medidas que hay que adoptar, igual llegamos, pero es muy exigente.

«Para cumplir los objetivos establecidos por la UE en reciclaje, estamos poniendo el foco en incrementar mucho el porcentaje de separación de materia orgánica»

-¿Qué instrumentos va a tener la futura ley de calidad ambiental, ahora en tramitación, para proteger al ciudadano en ese sentido?

-Con esta ley, en el caso de los regímenes de intervención ambiental, se pretende que las actividades económicas que tienen un mayor impacto en el medio ambiente, ya sea en el aire, el agua o el suelo, tengan medidas para evitar esa contaminación y desde luego se busca controlar que cumplen los niveles que establecen en las autorizaciones. Y, a nivel de instrumentos voluntarios, promueve el cálculo de la huella de carbono y la elaboración de planes de reducción de emisiones en las organizaciones. También promueve, por ejemplo, el uso de materiales reciclados en la obra pública o que podamos medir los presupuestos de cambio climático. De alguna manera son son medidas voluntarias y ejemplificantes para tratar de hacer pedagogía y que la ciudadana vea que es importante el comportamiento sostenible, la reducción de emisiones, reciclar, reutilizar…

-¿Cómo se plantean conseguir que Asturias cumpla con el objetivo establecido por la UE de reciclar el 55% de sus residuos domésticos en 2025 teniendo en cuenta que el objetivo de 2020 no se consiguió?

-El foco ahora mismo lo estamos poniendo en los biorresiduos, en separar la materia orgánica. Es verdad que llega tarde y nos queda mucho por hacer. Dentro del plan de recuperación tenemos casi 11 millones de euros para invertir en impulsar todo lo relacionado con la separación de residuos en los ayuntamientos y mejorar las plantas de separación y clasificación de Cogersa. También tenemos que insistir mucho en programas de concienciación y divulgación. Ahora lo vamos a hacer sobre todo con los ayuntamientos más grandes para que pongan en marcha y faciliten la recogida separa de orgánica. El objetivo es incrementar mucho el porcentaje de residuos orgánicos.

-¿Y en los municipios pequeños?

-A nivel de porcentajes de reciclaje tienen mucho menos impacto e igual ahí también el modelo es diferente. Si en los grandes ayuntamientos lo importante es recoger la materia orgánica, llevarla a Cogersa y separarla, en los pequeños hay que insistir en el compostaje doméstico o comunitario de pequeños barrios o núcleos rurales para que dispongan además de un abono para usos agrarios. Ya existen además casos de éxito en algunos ayuntamientos en ese sentido. El esfuerzo de la recogida rural es mayor para menos cantidad de residuo, cuesta más caro, pero es verdad que hay que insistir en la separación, en la recogida y en evitar los vertederos ilegales mediante la campaña y las inversiones de puntos limpios.

«Ya tenemos preparada la autorización de vertido de la depuradora este de Gijón; en principio debería entrar en funcionamiento en un par de meses como mucho»

-Se ha hecho también un importante esfuerzo inversor en saneamiento en los últimos años. ¿Qué quedaría pendiente?

-Tenemos un territorio tan disperso que llegar con el saneamiento a todos los núcleos es imposible, pero ahora mismo nos estamos poniendo el objetivo de llegar a los de más de 100 habitantes con un sistema colectivo. Aunque hay veces que no llegas y tienen que tener su sistema individual porque están muy dispersos. La verdad es que se ha hecho una gran inversión en estos últimos años. Hemos duplicado la inversión que teníamos prevista en el plan de calidad de las aguas 2008-2017 y ya estamos planificando el plan director de saneamiento hasta 2030.

-¿Qué incumplimientos de la normativa europea en materia de saneamiento siguen vigentes?

-En la estación depuradora de aguas residuales Maqua, en Avilés, se tiene que solventar el problema con la Dirección General de Costas sobre el lugar en el que se asienta, que se ha complicado en el último mes. Y luego está Gijón este, en donde nosotros ya tenemos preparada la autorización de vertido con lo que en principio debería entrar en funcionamiento en un par de meses como mucho, y empezar las obras en Gijón oeste.