Manual para convivir con un virus

FIRMA: G. GUITER

ASTURIAS

Inicio de la campaña de vacunación pediátrica contra la covid-19
Inicio de la campaña de vacunación pediátrica contra la covid-19 Gobierno de Asturias

Los expertos señalan que la covid-19 ha llegado para quedarse, pero apuntan a una enfermedad que acabe siendo leve en la mayoría de los casos

04 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La montaña rusa de la covid ya no sorprende a los expertos. Pronto se cumplirán dos años del inicio de la pandemia de covid-19 en España, que llevó al confinamiento de la población en marzo de 2020 y, aunque el horizonte es algo más claro gracias a la vacunación, aún quedan algunos nubarrones por disipar, tal vez más políticos y económicos que sanitarios.

El balance de estos casi dos años en Asturias es agridulce: los datos de vacunación más altos de España (y entre los más altos del mundo), pero un alto precio pagado en vidas, especialmente en los primeros meses de contagio: 2.100 muertos es el balance en Asturias, en torno al 0,2% de la población, en mayor parte de personas mayores de 65 años.

En una cosa no fallaron la mayoría de los científicos: nos estamos acostumbrando a vivir con la pandemia, así debe ser. A día de hoy nos hallamos en plena sexta ola, con un índice de contagios similar a las anteriores (salvo la primera, que fue mucho menor pero más letal). Sin embargo, no se produce colapso de los servicios sanitarios, de modo que la vida sigue más o menos igual que cuando existe un nivel de riesgo bajo.

Las diferencias, gracias a la vacunación y al contagio natural, son espectaculares. Siempre según datos oficiales del Gobierno autonómico, la primera ola (marzo-mayo de 2020) no fue la peor, pues hubo una mayor contención de casos y muertes respecto a otras regiones. Pero observemos la segunda (octubre-diciembre 2020).

Después de un verano descontrolado, sin restricciones, con locales atestados y llegada turismo sin restricción, en el que se dio la falsa sensación de que Asturias era segura, llegó la factura: para el día 15 de noviembre de 2020 se alcanzó el máximo de contagios e ingresados en los hospitales, lo que forzó al Gobierno de Adrián Barbón (ahora sí) a tomar nuevas medidas de restricción.

En este periodo se registraron nada menos que 20.000 contagiados (la cifra real es obviamente mayor) y una saturación hospitalaria que causó un desbordamiento de las UCIs, para desesperación de los sanitarios. Se les otorgó el Premio Princesa, sí, pero de poco sirvió para concienciar a la Administración. Con la población sin vacunar, completamente vulnerable y confiada, la lección no se había aprendido, anteponiendo intereses políticos a las realidades sanitarias. Y el aprendizaje fue bastante cruel: más de 1.000 fallecidos en este periodo, la mitad de toda la pandemia.

Llegan las vacunas

A partir de ahí, en enero de 2021, comienza la vacunación y, desde el primer momento, Asturias se sitúa a la cabeza de inmunización. El tándem entre una población concienciada ya -o escarmentada- y un sistema sanitario del Principado que funcionó bien en vacunación genera cifras excelentes. A día de hoy se roza un 90% de asturianos con pauta completa, teniendo en cuenta que la población infantil de 5 a 12 años comenzó en este mes de diciembre a recibir los viales. Al mismo tiempo, un alto porcentaje ha recibido también la tercera dosis de recuerdo, lo que genera una razonable protección.

El resultado es que sigue habiendo transmisión del virus, pero la gravedad de la enfermedad se ha suavizado mucho, tanto en lo que se refiere a fallecimientos como a ingresos hospitalarios. Aún está por ver la repercusión de las mutaciones que van llegando, pero la comparación de la reciente ola (la actual aún está sin concluir) con la de noviembre de 2020 es muy concluyente: en la de julio-agosto de este año los contagios fueron muy similares (de hecho, incluso mayores), pero el efecto fue menor. La ocupación en UCI supuso la mitad y hubo que lamentar esta vez 60 fallecidos, es decir, un descenso del 95%. De más de 1.000 a menos de 60.

Por tanto, resulta obvio que la estrategia de vacunación fue acertada, visto además que no se ha reportado ninguna muerte ni aún efectos singularmente graves entre las 880.000 personas que la recibieron en Asturias. Y sí se pueden cuantificar las vidas salvadas, que son muchas.

¿Veremos el fin?

La gran pregunta ya se respondió a sí misma en esta última ola. No es previsible que veamos la erradicación total de la covid, por una razón sencilla: no existen aún vacunas que generen inmunidad permanente como sí ocurrió en otras pandemias anteriores como la viruela. Aparte de los que no se vacunan, que generan un reservorio continuo de gérmenes, aún falta por vacunar un volumen de población mundial demasiado grande como para que no vuelva a propagarse. Pero tal vez sí veamos una covid mucho más leve y estacional, que no impida que la vida siga igual.

Las vacunas de ARNm han supuesto un salto cualitativo, tanto en la velocidad de producción como en la capacidad de adaptación, pero no son la panacea definitiva: el cuerpo recuerda cómo defenderse durante un tiempo aún por determinar, pero que no superaría unos meses. No obstante, ocurre exactamente lo mismo con la gripe, que durante décadas se viene combatiendo con vacunas de administración anual (y que también producen numerosas muertes, especialmente en población mayor o inmunodeprimida).

Aún hay otro factor que modera o puede paliar los efectos de la pandemia: los nuevos medicamentos retrovirales. Aplicados en un momento temprano, podrían suponer la esperanza de salvar vidas.

El gran reto es, por tanto, que la vacunación avance por igual en todos los países del planeta. Organismos internacionales como la OMS insisten acertadamente en que la solidaridad no es cuestión solo de sentido humanitario, sino que revierte en todos: cuanto más luchemos contra el virus de la covid en países pobres, menos se sentirán los efectos en los países ricos. Aunque, demasiado a menudo, la miopía política no deja ver las evidencias sanitarias.