Un asturiano, obligado a trabajar pese a tener informes médicos que avalan que no es capaz

Esther Rodríguez
Esther Rodríguez REDACCIÓN

ASTURIAS

Rubén García, de 45 años y vecino de Gijón
Rubén García, de 45 años y vecino de Gijón

Rubén García sufre covid persistente y, tras un año de baja, el INSS ha decidido darle de alta a pesar de que no puede hacer casi nada debido a la enfermedad

07 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Rubén García Sánchez es auxiliar de ayuda a domicilio en Gijón. Se contagió en noviembre de 2020, en plena segunda ola, y desde entonces su vida ya nada es igual. A pesar de estar diagnosticado con covid persistente y tener unos informes que avalan que no está capacitado para realizar su trabajo, el Instituto Nacional de Seguridad Social (INSS) ha decidido darle el alta después de estar un año de baja laboral. «Ni siquiera sacaron esos papeles de la carpeta», lamenta este gijonés de 45 años, quien a duras penas acude a su puesto de trabajo porque «sino me despiden y no puedo permitírmelo».

Aunque pasó los cuatro primeros días de la infección «como una gripe», Rubén García Sánchez tuvo que ingresar en el Hospital de Cabueñes por una neumonía bilateral por covid. Allí estuvo diez días y tras recibir el alta médica, «notaba que podía andar poco, me fatigaba mucho, estaba muy cansado, con dolores de cabeza…». Unos síntomas que los facultativos le dijeron que se iban a quitar con el paso del tiempo pero «ese tiempo ya se ha convertido en más de un año».

Además, en dicho período han surgido algunos más como la pérdida momentánea de la memoria o el ojo seco, «que me molesta, me llora o incluso me pica mucho». Otros han mejorado, «antes no era capaz de andar 500 metros y ahora a base de pastillas ya puedo andar un kilómetro» e, incluso, otros han ido desapareciendo como las taquicardias. Estás eran más frecuentes al principio, pero desde hace meses ya no se manifiestan.

Aun así, estos han ido limitado su vida por completo. «Voy por la calle y me dan mareos. Tengo que tener cuidado con los semáforos porque si estoy estresado es como si no me llegase el oxígeno a la sangre y no sé dónde estoy. Me dan diarreas, la cabeza me sigue doliendo, si hago algo de esfuerzo, ya no puedo hacer prácticamente nada hasta el día siguiente porque es como si llevase a alguien encima, a veces se me paraliza la cara, me sube la fiebre y me dan pinchazos fuertes en el pecho», detalla. Y todo ello debido al covid persistente. Una enfermedad en la que las PCR arrojan un resultado negativo, las pruebas están todas bien, pero el paciente sigue presentando los mismos síntomas después de haber superado la fase aguda de la infección.

Aunque todavía es incapaz de hacer relativamente nada, después de estar un año de baja por covid, el INSS ha decidido darle el ata. «Me dijeron que lo que yo decía que tenía no salía en las pruebas y no discutí con el médico inspector porque en la propia definición de covid persistente ya figura eso. Además tenía informes del Hospital de Cabueñes donde aparecía reflejado, pero ni siquiera lo miraron. Con solo decirme que conocía a mucha gente así y que vivía igual, ya fue bastante», asegura.

Adaptación del puesto de trabajo

Por suerte, «entre comillas», la empresa decidió someterle a un examen médico. «Me dijeron que estaba apto con limitaciones. Entonces, me tuvieron que adecuar el puesto a la situación. A usuarios que pueda atender y no me supongan un gran esfuerzo, que sean más o menos válidos, que en las viviendas haya ascensor, etc.», cuenta Rubén García. Así, con esta adaptación y a base de medicación, «estoy trabajando, aunque quedo reventando y cada día me cuesta más», confiesa.

No obstante, el gijonés no piensa quedarse de brazos cruzados y hará frente a una batalla judicial con el tribunal médico. «Tengo juicio en marzo y aunque yo desde un primer momento ya sabía que me iban a dar el alta, lo tenía asimilado porque a más compañeros se lo estaban haciendo, y sé que está perdido, no quiero quedarme con el qué pasará», cuenta antes de resaltar que «estoy trabajando pero no sé hasta cuánto más podré aguantar. No puedo dejar de trabajar, pero en mi caso es: o trabajo o me pasa algo durante el trabajo, no hay más».

«Con esta enfermedad te vez abandonado por los médicos, el INSS… y te ves tentado a la suerte», lamenta Rubén García, quien lleva desde diciembre esperando a ser atendido por la neumóloga, pese a que la cita la tenía para dicho mes. «Yo ya tengo la sensación de que vivo en el trabajo y visito mi casa de vez en cuando», añade. Sin embargo, Rubén García cuenta con el apoyo de sus seres queridos y del colectivo Covid Persistente de Asturias (contacto: covidpersistenteasturias@gmail.com). «Me salvaron la vida. Había un momento que pensaba que estaba loco y gracias a un reportaje de La Voz de Asturias me uní al grupo. Gracias a que esa persona dio la cara, yo me sentí muy identificado, ya que coincidía con muchos síntomas y cómo se sentía. Me ayudó mucho porque de esta manera sé que no estoy solo», resalta antes de denunciar que «el covid persistente ahora es una excusa para no trabajar, investigar. En su momento fue la fibromialgia».