Susana Al-Halabi, psicóloga: «Es erróneo pensar que las 'personas normales' no se suicidan»

E.Gutiérrez REDACCIÓN

ASTURIAS

Susana Al-Halabí Díaz
Susana Al-Halabí Díaz

La docente, especialista en el estudio de la prevención de la conducta suicida recalca la importancia de entender que el suicidio «no es  no es un problema exclusivo de salud mental, es un problema que nos informa de un sufrimiento social»

07 mar 2022 . Actualizado a las 10:36 h.

Susana Al-Halabí, profesora del departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo, ha sido galardonada con los V Premios Sanitarias 2022, organizados por Redacción Médica, en la categoría de Psicología. Estos premios, que reconocen el liderazgo de la mujer en la sanidad española tienen como objetivo contribuir a eliminar sesgos de género y visibilizar el protagonismo de la mujer dentro del Sistema Nacional de Salud. Al-Halabí reconoce sentirse «profundamente halagada y agradecida» por este reconocimiento a su trabajo en la prevención de la conducta suicida. También expresa su sincero agradecimiento a José Ramón Hermida, por su mentoría, y sus maestros José Errasti y Marino Pérez, por «su apoyo constante».

- ¿Cómo estás?

- Estoy muy contenta no voy a mentir, es un orgullo poder recibir este premio y traerlo para casa.  Me emociona particularmente el hecho de que se trate de un premio al talento femenino y a las mujeres que contribuyen a eliminar el techo de cristal. En este sentido, no puedo olvidarme de mujeres valiosas con quien he tenido la fortuna de trabajar. Es evidente que este tipo de reconocimientos no tendrían lugar sin un entorno de trabajo y unos compañeros que, de una forma u otra, nos van enriqueciendo y apoyando durante el trayecto. Mi total agradecimiento para José Ramón Hermida, por dar un espacio a la prevención y por suponer un extraordinario modelo de generosidad y de compromiso con nuestra profesión y con la excelencia, y a mis maestros José Errasti y Marino Pérez por su apoyo constante siempre.

-¿Cómo golpea el suicidio al sistema sanitario?

-Más bien, el suicidio golpea a la sociedad. Antes que un problema clínico, que también lo es, el suicidio es un problema existencial y representa un drama vital, personal, familiar y social. Además, el suicidio es solo la punta del iceberg. La ideación suicida es, con mucha diferencia, la conducta suicida más frecuente.

-¿Cómo está este problema en Asturias?

-Por desgracia estamos a la cabeza de las tasas de muertes por suicidio de España, desde hace años. Es complejo de explicar, pero una de las razones tiene que ver con la distribución poblacional de Asturias y con ciertas características de las zonas de las Cuencas Mineras, con su pasado, la ausencia de horizontes, el consumo de drogas, con ciertos factores sociales y culturales que aún permanecen y arrastramos.

-¿La pandemia ha influido sobre el incremento de las muertes por suicidio?

-Es difícil tener una fotografía completa de la situación. Hace poco el INE publicó los datos de muerte por suicidio relativos al año 2020, con lo que llevamos un decalaje de dos años en la obtención de los datos. Tenemos una cifra récord desde que hay registros. ¿Podemos decir que eso se debe a la pandemia? Es cierto que la situación ha afectado, pero necesitaremos más tiempo. Hemos estado en un tiempo lleno de dificultades y los contextos sociales problemáticos van a suponer factores de riesgo para que la gente sufra, y cuando la gente sufre, puede contemplar la muerte por suicidio como una salida a una situación límite y dolorosa. Pero se trata de una solución irreversible a una situación que, aunque muy dolorosa, suele ser pasajera. La vida cambia y evoluciona. En esos momentos de oscuridad, es importante pedir ayuda a las personas que nos quieren. Es necesario hablar sobre ello.

-¿A qué se puede achacar este crecimiento constante?

-El suicidio es un fenómeno muy complejo, multifactorial, no hay una única razón, con lo que cualquier análisis sencillo no le haría justicia. Se sabe que las muertes por suicidio están infranotificadas debido al estigma y al tabú que rodea a estas muertes y que hace que muchas veces se consideren como accidentes lo que en realidad son suicidios. La siguiente pregunta al analizar la razón por la que aumentan estas muertes es saber qué valores sociales estamos promoviendo. La idea es situar el suicidio en el contexto biográfico de las personas y de las circunstancias sociales en las que viven, más allá del ámbito sanitario. Frente a esta tarea, los medios de comunicación pueden ser unos grandes aliados. Este no es un problema exclusivo de salud mental, es un problema que nos informa de un sufrimiento social, nos informa de una sociedad en la que se promueven determinados valores en los que las personas que piden ayuda tienen cierto estigma. Hay que pensar en promover esos valores para que una persona que está desando morir tenga recursos y pueda pedir ayuda sin estar rodeada de este estigma que cae de forma tan pesada sobre el suicidio por la relación que, falsamente, tiene con los trastornos mentales.

-Sorprende que muchos de los suicidios no se codifiquen como tal.

-Sí, si echamos un vistazo a las causas de muerte establecidas en el INE podemos ver que hay cientos o miles de muertes codificadas en categorías relacionadas con accidentes de varios tipos. Esto redunda en el estigma de que es mejor cualquier muerte antes que una por suicidio. Esta forma de proceder, que nos podría parecer «cautelosa» no ayuda. Eso provoca que no se hable del tema, y no hablar del tema no favorece que las personas pidan ayuda, no favorece el alivio de los familiares, ni que se pueda prever un problema del que no se habla. Volvemos al estigma y al tabú.

-¿Es necesario que este debate trascienda a la esfera política?

-Sí, es necesario el compromiso político para cualquier estrategia de prevención bien vertebrada y global, más allá de iniciativas locales. En los países donde existen planes de prevención parece que se han reducido los índices de muertes por suicidio.

-¿Actuar en la educación desde la infancia ayudaría?

-No solo hay que concienciar, también hay que entrenar. Está demostrado que el contexto escolar es un entorno privilegiado para la aplicación de programas de prevención. El hecho de enseñar a los estudiantes qué es una crisis y cómo afrontarla de forma saludable, cómo pedir ayuda, o entrenarlos en habilidades sociales y competencias emocionales, es una forma de prevención. Se trata de comprender que en la vida el sufrimiento es muchas veces inescapable, nadie dijo que vivir fuera fácil. Es fundamental promover en los centros educativos valores sociales, no solo se trata de reducir el riesgo, sino de crear las condiciones para que las personas tengan vidas que merezcan la pena ser vividas. El colegio supone un excelente contexto donde los estudiantes podrían verse beneficiados de programas bien construidos con el objetivo de aprender a manejar situaciones de crisis, fomentar una buena salud mental, promover las redes de apoyo social, identificar situaciones de riesgo, adquirir habilidades sociales... Todo ello constituye aspectos involucrados en el complejo fenómeno de la conducta suicida. En el contexto familiar, los modelos parentales adecuados, la capacidad para demorar la gratificación, la tolerancia a la frustración, la comunicación abierta y sincera, y el apoyo y el cariño entre los miembros de la familia, pueden actuar como factores de protección.

-¿Cuáles son las señales de alarma que puede manifestar una persona que piense en el suicidio?

-Puede expresar frases del tipo «la vida ya no tiene sentido», «estaríais mejor sin mí», «no sé qué hago aquí», comentarios negativos sobre uno mismo o sobre la vida o empezar a tener cambios de conducta muy llamativos como una pérdida de interés, comenzar a regalar bienes muy preciados, a consumir alcohol e, incluso, hacer testamento. Pueden ser formas de petición indirecta de ayuda. En la conducta suicida hay una gran ambivalencia o conflicto dilemático ante la vida. No se trata de permanecer en la vida o decidir la muerte, sino de librarse de un dolor o de unas circunstancias que son vividas como intolerables, interminables e insoportables. Afortunadamente, la idea del suicidio no persiste indefinidamente. Si tenemos la sospecha de que alguien puede estar en un momento muy oscuro de su vida debemos preguntarle abiertamente y con cariño. Uno de los mitos más frecuentes es que si le pregunto a alguien sobre sus pensamientos de suicidio igual le induzco a hacerlo. Eso es completamente falso. Entiendo que nos de miedo hacerlo, pero preguntar no solo no induce al suicidio, si no que suele generar alivio en la persona que lo está pensando. Encontrar a alguien que escuche pueda ser muy liberador. Este es un fenómeno que es muy dinámico y que es cambiante en función de las circunstancias, por lo tanto, encontrar apoyo es algo muy valioso.

-El suicidio es una de las principales causas de muertes en España ¿por qué sigue siendo un tema tabú?

-Entre diversas razones culturales, antropológicas y religiosas, el suicidio supone un desafío para todos y nos enfrenta a preguntas incómodas y trascendentales relacionadas con el sentido de la vida o si la vida merece la pena o no ser vivida. Aún hoy es infrecuente que se hable abiertamente de suicidio entre los amigos o las familias. Y si se hace, se hace entre susurros. Esta falta de debate público y privado ha contribuido al estigma, al tabú y a la presencia de mitos en torno al suicido, lo que a su vez constituye una barrera para su prevención. Buena parte de esos mitos se basan en la errónea idea de que las «personas normales», quienes quiera que sean, no se suicidan. Debemos dejar de pensar que el tabú del suicidio nace de un principio «natural» que impide «atentar» contra la propia vida y, en su lugar, acometer los desafíos, también existenciales, que plantea este problema.

-¿Existe el efecto llamada?

-Sí, el efecto llamada puede ser más probable cuando se informa de manera sensacionalista y morbosa acerca de la muerte por suicidio. Se han publicado revisiones sistemáticas y metaanálisis que establecen causalidad con los suicidios producidos en los días subsecuentes. Los adolescentes son especialmente vulnerables a este tipo de efecto. No obstante, la prensa tiene que tomar conciencia de su potencial como aliado en la prevención del suicidio. Puede desempeñar otro papel y debe hacerlo.

-¿Hay diferencias entre hombres y mujeres? ¿Y en grupos de edad?

-Sí, los varones mueren más por suicidio. Es decir, de las muertes por suicidio, 3 de cada 4 son hombres. Las mujeres tienen mayor prevalencia de intentos de suicidio y los hombres mayor letalidad.

En cuanto a la edad, en España el rango de edad con mayor prevalencia de muertes por suicidio se sitúa entre los 50 y los 60 años. También hay otros grupos vulnerables como las personas mayores que viven solas o los adolescentes que atraviesan periodos de dificultades. En el caso de los jóvenes su prevalencia no es alta, pero es suficientemente alta como para constituirla primera causa de muerte no natural en los jóvenes. Es algo que informa mucho de ese sufrimiento social.

-¿Por qué alguien puede tener pensamientos de suicidio?

-Es muy difícil determinar las razones por las que una persona pasa de la ideación al acto suicida. Nadie piensa en suicidarse por un solo motivo, sino que puede haber muchas razones  que llevan a una persona a creer que no hay otra salida. Esas razones están ancladas a los contextos biográficos de cada uno. Por eso es muy importante hablar. Hay que pedir ayuda, aprender que puede haber otras alternativas…. Y con la ayuda de psicólogos profesionales, se puede construir poco a poco una vida con sentido y significado.

-¿Es un mito situar al fenómeno del suicidio en el contexto de los trastornos mentales?

-Sí, me parece necesario remarcar que debemos evitar la idea, el mito, que vincula directamente el deterioro de la salud mental o el diagnóstico de un trastorno mental con la presencia de conducta suicida, como si estuvieran bajo una única explicación causal. La conducta suicida ni es un trastorno mental, ni es un síntoma de un problema psicopatológico. Puede tener lugar en presencia o en ausencia de un diagnóstico. Más bien, con toda su complejidad, la conducta suicida es un pensamiento al servicio de solucionar un profundo sufrimiento. Tampoco es un problema del cerebro. Cualquier reduccionismo implica disolver la esencia misma del fenómeno. Debemos mirar más allá de la etiqueta diagnóstica del «paciente» y ser capaces de comprender con qué está lidiando la «persona» que está sufriendo de tal manera que la idea de morir le resulta más aceptable que seguir viviendo bajo unas circunstancias tan dolorosas.

-¿Qué puede hacer quien vea indicios?

-Independientemente de nuestra formación, cada uno de nosotros podemos escuchar sin escandalizarnos, mostrar nuestra preocupación sincera, ayudar en lo cotidiano, apoyar, acompañar o animar a la persona que está sufriendo a solicitar ayuda profesional, si fuera necesario. Las crisis suicidas son temporales y podemos «cuidar» a la persona durante ese proceso, dando esperanza y proporcionando ayuda. No debemos ignorar la situación, mostrarnos avergonzados o consternados, decir que «todo está bien» o presentar los problemas como algo trivial, retar a la persona a seguir adelante, jurar guardar el secreto o dejar sola a la persona en crisis. Podemos hablar del tema, no hay ningún problema. No vamos a meterle la idea en la cabeza a nadie. Al revés, podemos mostrar nuestra preocupación sincera.