Niños asturianos en el Tercio: menores enviados a luchar (y morir) en Flandes

G. GUITER

ASTURIAS

Detalle del cuadro «Rocroi, el último tercio» del artista Augusto Ferrer-Dalmau. En el centro se aprecia a un pequeño tamborilero, uno de los niños que acompañaban a los soldados en Flandes
Detalle del cuadro «Rocroi, el último tercio» del artista Augusto Ferrer-Dalmau. En el centro se aprecia a un pequeño tamborilero, uno de los niños que acompañaban a los soldados en Flandes AUGUSTO FERRER-DALMAU

El alistamiento forzoso de soldados del Principado exigido por la Corona española para ir a Países Bajos incluyó a veces a reclutas de 11 a 13 años

31 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Entre los siglos XVI y XVIII, el Imperio Español alcanza su máximo poderío militar y económico. Es una potencia global, y sus dominios abarcan desde lejanos rincones del planeta hasta tierras europeas mucho más allá de la Península Ibérica, como Flandes. Esta región motivó la codicia de la monarquía española tanto como de otros estados pujantes, especialmente Francia y, como consecuencia de ello, fue escenario de conflictos bélicos. Y allí estuvieron presentes miles de soldados asturianos, enviados a petición de la Corona y muchas veces a regañadientes.

Flandes era un lugar estratégico que fue defendido con uñas y dientes por el Imperio. Así se crearon los tercios españoles, un temible ejército que llegó a contar, según algunos autores, con casi 90.000 hombres en la cumbre de su poderío y participó en numerosas contiendas.

La leva no siempre era voluntaria, ni mucho menos civilizada. De hecho, en algunos momentos se llegó a enviar desde Asturias a niños de 11 a 13 años como fuerza de combate. Es sabido que los menores participaban a menudo en los ejércitos, como asistentes de los soldados, tamborileros o mochileros, así como en otras tareas. Pero, a veces, las regiones, obligadas por el monarca a entregar hombres, no encontraban suficientes voluntarios y trampeaban el reclutamiento enviando a niños o viejos. Asturias no fue ajena a esta brutal práctica.  

No había piedad en el campo de batalla por tratarse de menores. En el libro Comentarios de las cosas sucedidas en los Payses Baxos de Flandes (1612), Diego de Villalobos y Benavides lo cuenta: «mataron ochenta mozos, y era cosa de compasión verlos, eran muchachos algunos, y los más de ocho á diez años, hicieron mucha lástima (…); quedó la gente de la guarnición enojadísima de haber visto la rabia de la gente francesa contra los pobres mozos, porque entre soldados no se suele usar el herillos (herirlos)». Tiraban a matar también contra los niños.

Al menos desde el siglo XVI hay constancia de la presencia de asturianos en las operaciones internacionales del Imperio. Miguel Ángel Ladero cita en Ejércitos y Armadas de los Reyes Católicos las «compañías asturianas», incluso antes de la guerra de Flandes. En 1502, dice este autor, ya hay fuentes que citan varios miles de peones enviados desde esta región junto a los gallegos, antes incluso de la creación de los tercios en 1536.

Muchos asturianos fueron enviados por Felipe II en la segunda mitad del siglo XVI, ante el apoyo de Francia e Inglaterra a los rebeldes flamencos, y también bajo los reinados de Felipe III y Felipe IV, en lo que se prolongaría como la Guerra de los Ochenta años. De hecho, hay constancia de la muerte en Flandes de dos hermanos del famoso marino Pedro Menéndez de Avilés, a quien se le encargó en 1554 que se trasladara a combatir en esa región como capitán general de la Armada. Este fue, tal vez, el militar de procedencia asturiana más relevante en las campañas de los Países Bajos.

Antonio José Rodríguez Hernández, de la Universidad de Valladolid (en El Reclutamiento de españoles para el Ejército de Flandes durante la segunda mitad del siglo XVII) explica que unos 1.300 oficiales y soldados fueron alistados entre los años 1665 y 1700 bajo el reinado del peculiar Carlos II El Hechizado. El sistema de conseguir soldados era el tradicional, «con claros tintes medievales» a través de los llamados «servicios» a través de intermediarios locales. Se reclutaba «por cada ciudad, concejo o pueblo según su población».

Pero a veces esto provocaba protestas, de modo que la Corona buscó otras vías: «Por un lado se debía intentar juntar a todos los soldados naturales de Asturias huidos o que se hallaban retirados en sus casas sin licencia, para que estos pudieran ser enviados a servir a Flandes». Para completar el contingente, se daba patente de capitán a personajes relevantes que pudieran captar voluntarios. Dos de esas personas «influyentes y bien relacionadas» fueron Felipe Antonio Bernaldo de Quirós y Bartolomé González de Cienfuegos. Al final, durante el reinado de Carlos II, un 5% de los reclutados para Flandes eran asturianos, el cuarto contingente más grande, mientras que la mayor parte, un 49%, eran gallegos.

En otro trabajo posterior del mismo autor (El reclutamiento de asturianos para el ejército de Flandes durante el reinado de Carlos II), se especifica más aún: «A lo largo de este periodo (1668-1684) llegaron a los Países Bajos al menos cuatro expediciones navales que transportaron a cientos de hombres reclutados en el Principado».

Guerra holandesa

Así reclamaron 400 hombres al Principado en el año 1672 para la llamada Guerra de Holanda o franco-neerlandesa. A partir de ese año se desencadena un conflicto que enfrenta a grandes potencias como España junto al Imperio Germánico y Dinamarca contra Francia, Inglaterra, Suecia, además de otros pequeños reinos, y que requiere ejércitos voluminosos. No en vano causó al menos 175.000 muertos, aunque parece difícil hacer una estimación exacta.

De nuevo, en Asturias «el reclutamiento de voluntarios dejó unas escasas cifras, mientras que el apresamiento de desertores no dio el resultado previsto a pesar de que se permitió aplicar la leva a todos los solteros ociosos». Apenas consiguieron 231 hombres.

Y eso que las milicias de Principado eran muy numerosas, al menos 234 compañías y 40.000 hombres, señala Rodríguez, por lo que se urgió a entresacar de ellas más de un millar de hombres para Flandes. La Junta General negoció para rebajar a 511 oficiales y soldados la cifra. Lo sorprendente viene ahora. En 1676 se recluta por la fuerza a otros 507, pero el resultado es penoso: «La mayor parte de eran verdaderos niños de 11 a 13 años, a la par que otra gran parte demasiado viejos e imposibilitados», dice el investigador citando la carta de un comandante.

Así partían en barcos desde Gijón o La Coruña y viajaban dos semanas hasta Ostende y no era hasta su llegada que se comprobaba la escasa «calidad» de las tropas. Tampoco iban los militares asturianos especialmente bien equipados ni gozaban de muy buena salud, a decir de algunos autores: «aunque la gente de aquel país (Asturias) es de sumo valor, pruevan en este (Flandes) tan mal, que es raro el que escapa de enfermedad peligrosa, y muchos los que mueren en el hospital (…) Además, el informe incidía en el hecho de que los vestidos de munición eran de muy mala calidad, hasta el punto que los soldados cuando llegaban parecían desnudos, lo que motivaba la risa de las tropas de las otras nacionalidades del ejército».  

El Tercio asturiano

Por otra parte, Evaristo Martínez-Radío (Levas y reclutas en la Asturias de la Guerra de Sucesión; el caso del Tercio del Principado, Revista de Historia Militar) explica la creación, a principios del siglo XVIII, de lo que más tarde sería un regimiento de infantería: «La primera noticia que da pie a la gestación de la unidad asturiana la vemos en la Diputación del 19 de abril de 1703, ya que se reúne para informar de la orden del día 4 de formar un Tercio en Asturias de 800 hombres, el cual, en un principio, tendría una oficialidad de veteranos de Flandes». Según Martínez-Radío, la unidad nace tras «una larga negociación en la que tendrán un especial protagonismo los empleos de la oficialidad, y cuyo primer coronel será el conocido Álvaro Navia Osorio, III Marqués de Santa Cruz de Marcenado». Y así continuó la tradición militar del Principado hasta la actualidad.