¿Pero el carbón no era propio de regiones desfavorecidas o en declive?

Juan M. Arribas

ASTURIAS

 Lavadero de Carbon de El Batan. Mieres. Asturias 1997
Lavadero de Carbon de El Batan. Mieres. Asturias 1997 Eduardo Urdangaray y Ramón Jiménez

05 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Tras ser lentamente lobotomizada durante años, Asturias renunció finalmente al carbón. Tras ser concienzudamente adiestrada en los daños irreversibles del carbón, (una evidencia científica, es algo innegable) la principal e histórica región carbonífera de España, con una honda tradición, dijo adiós a su pasado. Seguía así los designios y abruptos pasos de Teresa Ribera, la ministra que fue recibida como enemiga pública de las cuencas mineras y que consumó el cierre del carbón: porque representaba un indicio de declive económico. Fue un adiós que pasó desapercibido, en silencio, sin protestas, sin funeral ni entierro. Desde Asturias se asumió con inteligencia que el siglo XXI no iba a pasar por el carbón, que ya había cumplido su función durante dos centurias. Que el cambio climático es un hecho. Pero se advirtió, en especial los líderes sindicales asturianos, que los pasos no debían ser abruptos, que el futuro no siempre camina en línea recta. Que era necesaria una reserva estratégica, que quizá el carbón fuese necesario, (solo temporalmente) a la espera de que las renovables fuesen más eficientes. No se hizo caso. Los dirigentes europeos y españoles decidieron: el carbón se relevó por el gas, que pasó a un primer plano por delante de las renovables. Hasta que llegó la crisis energética.

El último informe de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) refleja que el carbón es de nuevo un primer actor en el mix energético de Europa. Alemania, Francia, Países Bajos, Italia, Grecia, República Checa, Hungría y Austria están retardando el calendario de cierre de sus centrales, reabriendo o incrementando las horas de trabajo. Se trata de tener un back up, unas reservas de emergencia en caso de que el gas escasee o tenga precios abusivos este invierno. La AIE pone cifras: un aumento del uso de carbón del 8%. En los primeros seis meses de este año creció un 10%.  Con una paradoja: la UE importa el 70% del carbón. Y la mitad procede de Rusia. El resto, de EEUU y Australia.

Europa priorizó erróneamente el gas sobre las renovables. La guerra de Ucrania ha sido un punto de inflexión. Alemania ha anunciado medidas para ahorrar gas, entre ellas el uso del carbón y el conflicto bélico ha contribuido a la adicción al carbón de China. «Las malas decisiones políticas (centrar las inversiones en el gas y no invertir en renovables como parte del plan de eliminación del carbón) han dejado a la UE con opciones limitadas», ha afirmado Charles Moore, líder de Ember para Europa. Ember es un grupo mundial de expertos en energía. En todo caso son optimistas, porque los dirigentes europeos han reconocido su error y han redoblado su apuesta por las renovables.  

Esperemos que no se equivoquen más.