Eduardo Matos, premio Princesa de Ciencias Sociales: «Todo México es un gran yacimiento arqueológico»

ASTURIAS

Eduardo Matos Moctezuma, premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2022
Eduardo Matos Moctezuma, premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2022

El premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2022, Eduardo Matos Moctezuma, habla desde su amplia experiencia arqueológica sobre la importancia del conocimiento de las sociedades antiguas.

09 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Eduardo Matos Moctezuma (México, 1940) es uno de los más reconocidos arqueólogos de nuestro tiempo. A su iniciativa se debe el proyecto Templo Mayor, en plena capital mexicana, pero su extenso currículo es casi una guía de viaje por el inmenso patrimonio arqueológico de Mesoamérica. Al menos, de lo conocido. Nombres tan evocadores como la Pirámide del Sol o el recinto sagrado de Tenochtitlán hablan por su boca de sociedades como la azteca, algunos de cuyos secretos pudo desvelar.

-Su apellido materno, Moctezuma, parece una curiosa coincidencia. ¿De dónde nace su vocación por la arqueología? ¿Viene de familia?

-En realidad, no recuerdo algo en particular que me hiciera mirar hacia el pasado cuando era niño. Quizá, cuando tenía ocho años, recuerdo solamente que mi madre nos leía en las noches a mi hermano y a mí algunos pasajes del origen de las especies de Darwin, con lo que conseguía que nos durmiéramos muy pronto. Pero mucho más tarde, cuando estudiaba el bachillerato y me prestó un amigo el libro Dioses, tumbas y sabios, de Ceram… leí el capítulo de Egipto y eso me apasionó. Ahí tomé la decisión de estudiar arqueología. Luego, al entrar a la Escuela Nacional de Antropología, sin perder el interés en Egipto, ya me dediqué a la arqueología de Mesoamérica.

-Siempre que hay noticias sobre arqueología se produce un gran interés de los medios de comunicación, que al final reflejan el interés de la gente por estos temas. ¿Por qué cree que es así?

-Tanto el pasado como el futuro son elementos que provocan, quizá, en la mayoría de la gente un gran interés. La historia es la disciplina que nos permite viajar en lo que yo llamo esa moderna máquina del tiempo que es la arqueología y nos llegar ante las sociedades que fueron. Conocer ese pasado, usando una frase que es muy común, nos lleva a conocernos a nosotros mismos, es parte de nuestra historia. Despierta el interés de los orígenes, de saber de dónde venimos.

-Sin embargo, ¿no cree que, en general, la acción de las administraciones públicas no suele ir acorde con ese interés del público? Me refiero al apoyo material a la investigación

-Exacto. La arqueología requiere de un apoyo decidido por parte de las instituciones que tienen bajo su quehacer el preservar y conocer y difundir ese patrimonio. En el caso de México contamos con el Instituto Nacional de Antropología e Historia, que es la institución que por ley puede llevar a cabo investigaciones arqueológicas y que tiene, además, la prerrogativa de que, si se encuentran, a través un trabajo público o privado, vestigios arqueológicos, la ley permite que nuestra institución detenga estos trabajos y se pueda llevar a cabo el salvamento arqueológico o incluso establecer una investigación de largo alcance. Se requiere, claro, que además de poder llevar a cabo esta función, se cuente con los fondos necesarios.  

-Sobre esto que menciona de las investigaciones privadas, ha habido mucha polémica sobre el expolio que grandes empresas hacen sobre los barcos hundidos que traían tesoros de América, españoles y de otros países.

-Ese afán de diversas personas por llevar a cabo lo que yo considero, y nuestra ley también, un saqueo arqueológico debe ser legislado y poner en orden este asunto, puesto que tanto la arqueología terrestre como la submarina atienden el pasado de un pueblo. No pueden venir personas con fines comerciales para marcar pautas que no vayan acorde con la legislación, por lo menos en el caso nuestro.

-¿Falta rigor a la hora de presentar descubrimientos (por parte de los medios o incluso de algunos profesionales), buscando la espectacularidad antes que la información científica?

-Así es. Precisamente, la arqueología tiene una función por desarrollar y esta tiene un carácter científico, académico. Claro, no falta quienes aprovechan para llevar el agua a su molino. Pero la arqueología tiene sus fines muy determinados, que es conocer los procesos de desarrollo en el pasado.

-¿Cree que, en el mundo latinoamericano, incluyendo España, se valora poco el enorme patrimonio arqueológico que tenemos? ¿Existe un cierto complejo respecto a la cultura anglosajona, por ejemplo?

-Yo siempre he considerado que el conocimiento del pasado se va a lograr no solo a través de lugares que sabemos que son muy ricos arqueológicamente, como Egipto, China, el área andina o Mesoamérica, en cuanto a sociedades muy complejas que llegaron a crear grandes ciudades, sino que toda presencia arqueológica nos da la clave, la información para conocer nuestro pasado. No se trata nada más de países en los que hay una presencia prehistórica. Eso es también muy valioso, porque nos da parámetros de cómo se dio la presencia del hombre o sociedad, es muy importante conocer desde una industria neandertal hasta una ciudad antigua, son partes de un todo, de un proceso de la humanidad a través del tiempo.

«Nunca hay que agotar un yacimiento, porque vendrán otros con mejores técnicas para estudiarlo»

-¿Cuánto queda por descubrir en la cultura prehispánica americana?

-Queda muchísimo por descubrir, afortunadamente, porque es muy importante, en este aspecto, hacer ver que nunca es bueno agotar un yacimiento arqueológico, excavarlo en toda su profundidad cronológica, porque la tecnología arqueológica ha ido desarrollándose de una manera impresionante. Entonces, si hoy agotamos un sitio arqueológico, estamos negando la posibilidad de que, cuando haya mejores técnicas, esos colegas del futuro puedan excavar y ratificar o rectificar lo que hicieron otros arqueólogos. En el caso de México, en alguna ocasión me preguntaron si era verdad que había 20.000 o muchos más yacimientos y mi respuesta fue: “no se rompa usted la cabeza con esto, hay un solo sitio arqueológico, que es México”, y no exageraba. Hay una riqueza muy fuerte donde se excave, en cualquier lugar se encontrarán vestigios de los asentamientos.

-¿Cuáles son los descubrimientos que más le han impactado a lo largo de su carrera?

-Desde que era estudiante, he tenido la oportunidad de estar en contacto con excavaciones. Primero con mis maestros, claro, que nos enseñaban las técnicas muy rigurosas. Ahora hay que entender otra cosa: la arqueología no se concibe por sí sola, cuenta el apoyo de otras muchas disciplinas científicas como la geología, la química, la biología, etc. Entonces, desde esa perspectiva es muy difícil decir si tal o cual hallazgo resulta más importante, aunque uno puede tener preferencias. En mi caso, desde hace 45 años participo y fui el fundador del proyecto Templo Mayor, en pleno corazón de la ciudad de México. Actualmente continúan en ese trabajo mis colaboradores y discípulos, y lo están haciendo quizá mucho mejor que yo, pero sigo teniendo ese interés en lo que fue la antigua ciudad azteca de Tenochtitlan.

-Desde que usted investiga, ¿Ha cambiado mucho el retrato que se hace de las sociedades prehispánicas? Es decir, ¿Se han derribado muchos mitos gracias a la arqueología?

-Como en otras disciplinas, en un momento dado se establece por determinados investigadores tales o cuales principios, pero siguen viniendo nuevas investigaciones y continúan ciertos hallazgos que, como dije antes, pueden rectificar o ratificar. Eso permite el avance de la ciencia.

-¿Cómo mediatiza nuestra visión sociológica y política actual la interpretación de las culturas antiguas?

-De todo hay en la viña del señor; hay arqueólogos que se apegan mucho a sus aspectos, digamos, gubernamentales. En realidad, creo que se ha dado, y eso lo vemos en todos los países, a partir de ciertas políticas, una manipulación de la historia. Se crean héroes, a veces con pies de barro, en fin…, esto no va con la arqueología. Esta tiene un principio, tiene una finalidad que es académica: conocer el pasado, cómo ocurrieron las cosas, en qué momento, la cronología… es más, yo he protestado en ocasiones por esa manipulación política que se ha querido hacer de la historia.

«Todavía se hablan 68 lenguas indígenas en México, es un patrimonio de esos prueblos antiguos»

-Respecto a esas sociedades antiguas de Mesoamérica, ¿qué ha llegado a nuestros días de su religión, sus costumbres o su estructura social?

-En términos generales, a partir de 1521, con la conquista española y el apoyo de las huestes de Hernán Cortés por parte de muchos pueblos enemigos de los aztecas, llegó una transformación muy grande que da por resultado lo que es el México actual. Hoy todavía persisten -y es motivo de orgullo en buena manera- diversas etnias indígenas que han sido influidas, a lo largo de los 300 años de la colonia, de aspectos religiosos, económicos, políticos, sociales… pero algo muy valioso es que aún conocemos de 68 lenguas indígenas que todavía se hablan en nuestro país. Algunas con peligro de desaparecer, pero muchas como el maya o el náhuatl que todavía tienen miles de hablantes. Y todo eso es un patrimonio de esos pueblos originarios que, pese al impacto que han sufrido, han sabido guardar algunas de sus costumbres, su visión del universo.

-E incluso la gastronomía.

-Sí. Vemos la presencia de alimentos que vienen del mundo prehispánico, otros que se mezclan, hay una confluencia, y todavía vemos el uso de productos diversos que aún guardan esas tradiciones. Sí, hay aspectos como este. También en la lengua. Por ejemplo, en la ciudad de México donde se hablaba el náhuatl, vemos cómo muchos, muchos términos están en esa lengua. Incluso partes de la ciudad, por ejemplo el bosque milenario de Chapultepec, un término que quiere decir “El cerro del grillo”. Tenemos, así, muchísimos términos que todavía se utilizan, como el chocolate, que se ha hecho internacional.

-¿Qué le gustaría que fuera su mayor legado para generaciones futuras?

El legado es la historia misma. En pocas palabras, para el arqueólogo y el historiador de la humanidad, el mejor legado es conocer y profundizar en todas estas sociedades que nos antecedieron. Conocerlas, ver cómo los individuos lograron trascender de múltiples maneras. Eso es importante: conocer nuestra propia historia, difundirla y ver lo que otras sociedades hicieron en otros tiempos.