Por qué Asturias puede ser un modelo en la adaptación al cambio climático

Elena G. Bandera
Elena G. Bandera REDACCION

ASTURIAS

Un arcoiris cruza el cielo de Oviedo, durante un temporal en 2018
Un arcoiris cruza el cielo de Oviedo, durante un temporal en 2018 Alberto Morante

La Universidad de Oviedo pone en marcha una cátedra especializada en la crisis climática para profundizar en la investigación, difundir y abordar sus impactos en la región desde la ciencia

16 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

«Asturias ha sido una región relacionada con el carbón y el acero en el pasado, sufrió un proceso muy traumático de reconversión en los 80 y ahora podría servir de ejemplo para el proceso de adaptación al cambio climático», asegura el biólogo y catedrático de Ecología José Manuel Rico, codirector de la recientemente creada Cátedra de Cambio Climático de la Universidad de Oviedo junto con José Luis Rodríguez Gallego, catedrático de Prospección e Investigación Minera. «Asturias también ha tenido una preocupación bastante evidente con el medio ambiente, tiene una cantidad bastante notable de espacio con figuras de protección y podría servir de experimento modelo para ver cómo se lleva a cabo esa transformación de una economía basada en el carbón y el acero a una basada en el uso sostenible de los recursos, que ya digo que implica sacrificios», ahonda Rico, que considera positivo que Asturias esté presente en la próxima Cumbre sobre el Clima a través de esta cátedra.

Una de las prioridades de esta nueva cátedra es precisamente identificar grupos o equipos de investigación de la universidad que trabajan sobre el cambio climático, así como recabar todos los trabajos de fin de grado y de fin de máster relacionados, «que son muchos», para disponer de un amplio repositorio de información. La creación de esta cátedra, en la que ya se está generando un comité científico con expertos de todos los ámbitos y pergeñando las actividades que se llevarán a cabo este año, es una de las medidas incluidas en la Estrategia de Acción por el Clima que prepara el Gobierno asturiano y a va ser financiada por la Consejería de Administración Autonómica, Medio Ambiente y Cambio Climático.

«La iniciativa parte del Principado para ampliar la difusión y conocimiento del  cambio climático e incidir mucho en la especificidad que tendría la situación en Asturias, sobre todo en la parte de adaptación. Cómo nos vamos a ir adaptando a estos nuevos regímenes que vemos que se están poniendo de manifiesto», señala Rodríguez Gallego, ingeniero de minas que ha centrado su trayectoria investigadora en ingeniería ambiental y recuperación de terrenos contaminados.

Rico, que es decano de la Facultad de Biología, explica que la cátedra se caracteriza también por tener dos codirectores de ámbitos distintos. «Como biólogo, yo vengo más de la ciencia práctica y José Luis de la ingeniería, que tiene mucho que decir en los mecanismos de adaptación y mitigación. Hacen falta tecnologías para sustituir los combustibles fósiles, para mejorar los mecanismos de captura de carbono, para desarrollar métodos más eficientes de producción energética de gestión de los residuos, y todo eso cae de lleno en la ingeniería». 

Objetivos

La cátedra tiene tres objetivos principales. El primero es ampliar el conocimiento científico sobre el cambio climático y sus efectos en Asturias. «Existe mucha información de grupos de investigación no solo en la Universidad de Oviedo, sino también en otras instituciones asturianas y estaría bien tener más o menos coordinada esa información y ponerla a disposición de quien quiera trabajar sobre cambio climático», indica Rico, que señala que desde la cátedra se impulsarán nuevos estudios que complementen a los que ya existen para obtener una información detallada sobre la situación en la que se encuentra Asturias ante el cambio climático en todos los campos.

Un segundo objetivo es divulgar todo ese conocimiento entre la población asturiana. «Nos preocupa el hecho de que ahora haya bastante desinformación incluso en la propia universidad», dice Rico, en referencia a un artículo negacionista publicado en la revista oficial del Colegio de Geólogos de España en el que «confunden las escalas temporales» al comparar el cambio climático a escala geológica con el actual.

«No tienen nada que ver porque lo que caracteriza al cambio climático en la actualidad, y es lo que permite entre otras cosas atribuirlo a la actividad humana como ya está demostradísimo, es a la velocidad a la que ocurre. Esto ha pasado en los últimos 200 años y, si miramos los máximos de temperatura históricos desde que se inventó el termómetro a principios del siglo XVII, todos los récords de temperatura se pueden situar en los últimos 15 años. No se puede cerrar los ojos ante esa evidencia».

Ambos coinciden en señalar que la población cada vez está más concienciada ante el cambio climático. Sobre todo los más jóvenes. «Lo que cuesta mucho es enfrentarse a que esto requiere sacrificios como en cualquier cambio. No es volver a la Edad de Piedra, pero nuestro modo de vida a lo mejor requiere de un ajuste: derrochar menos, ajustar nuestro consumo a la disponibilidad de los recursos, cambiar los que tienen efectos dañinos… En el mundo desarrollado -apunta Rico- hemos conseguido un nivel de vida que está muy bien pero tenemos que darnos cuenta de que, primero, eso no lo tiene todo el mundo. Hay cientos de millones de personas en el mundo que no tienen ni lo básico. Y luego hay que pensar en si queremos seguir así o en si queremos que nuestros hijos y nietos puedan también disfrutar de un nivel de vida al menos equivalente. No solo en los bienes materiales, sino también en los servicios que presta la naturaleza».

Por su parte, Rodríguez Gallego insiste en la idea de que es muy fácil colocar mensajes de escepticismo frente al cambio climático sin que nadie argumente en contra: «Son conversaciones de barra de bar que no van a ningún lado. Cuando un mira los datos con seriedad, las percepciones que tenemos se plasman en las series históricas y son evidentes. E incluso, aunque no lo hubiéramos causado los seres humanos con las emisiones de CO2, también deberíamos estar muy preocupados. Por puro sentido común».

El tercer objetivo de la cátedra es una formación transversal: «Hay muchos grados en los que se incluyen asignaturas y materias relacionadas con el cambio climático como Biología Economía, Sociología, Geografía o Educación y es importante que esos contenidos respondan al conocimiento científico, no en base a opiniones o ideologías». Rico insiste en que es curioso cómo nadie cuestiona la ideología del médico o del investigador que informa sobre cuestiones de salud y cómo no ocurre lo mismo con el cambio climático «cuando son procesos que están muy bien caracterizados, se sabe cuál es la causa y quizá donde nace la controversia, debido a que es más difícil de abordar, es en el cómo nos enfrentamos a ello, es decir, los mecanismos de adaptación y mitigación».

Menciona al respecto que los 10 artículos más citados sobre el cambio climático en 2022 versaban todos sobre las causas y las manifestaciones; no había ninguno sobre mecanismos de adaptación, mitigación o respuesta por parte del ser humano: «Eso quiere decir que tenemos que empezar a poner énfasis en como adaptar a las sociedades humanas a esta realidad cambiante y además ya no vale decir que es el futuro porque es el el presente».

La cohesión territorial, clave en la adaptación de Asturias

En este sentido, Rodríguez Gallego explica que en el proceso de adaptación de Asturias al cambio climático cobra especial prioridad la ordenación del territorio para dar una respuesta sostenible a las necesidades actuales de transporte y movilidad de la población. Más teniendo en cuenta que el coche particular es usado mayoritariamente en los desplazamientos que por ejemplo se realizan en Asturias por trabajo, en parte de las ocasiones debido a que no hay más alternativa, bien porque no se cubren desde el transporte público o porque, aunque se cubran, los tiempos de los trayectos no son competitivos.

«El concepto de área metropolitana que se ha manejado tantas veces sería un punto positivo si desarrollara y se integraran todavía más todas las redes de transporte frente a los problemas que tenemos ahora, desde las grandes obras como los soterramientos hasta una red viaria que a veces en algunos ámbitos está sobredimensionada y en otros no tanto. Y sobre todo el transporte público, que últimamente se ha impulsado mucho con la rebaja de las tarifas», apunta Rodríguez Gallego. También menciona que tendría que actuarse contra los incendios forestales que vienen afectando a Asturias «gravemente ya» en los últimos años, «no tanto desde el punto de vista del cambio climático, sino por la degradación que los incendios repetitivos producen, sobre todo en el suroccidente, en la materia orgánica del suelo, provocando que se pierda fertilidad y uno de los reservorios más importantes de carbono en los suelos».

Otras claves importantes en la adaptación de Asturias a esta nueva realidad climática pasan por el estudio de los efectos de los temporales, de las políticas medioambientales en la actividad industrial y también de los efectos socioeconómicos para dar respuesta a cuestiones «que a veces se pueden decir un poco a la ligera» como por ejemplo si el turismo aumentará o no en regiones más templadas o con climas menos extremos. Rodríguez Gallego dice que Asturias tiene cierta ventaja en ese sentido. «Si el proceso realmente se agudiza y se produce una bajada aún mayor en las precipitaciones y un aumento de la temperatura media anual aún más acelerado del que hemos visto en las últimas décadas, ahí lo vamos a percibir pero si lo comparamos con lo que se pueda vivir en el sur de España o en la costa mediterránea en principio los efectos, en un plazo de 5, 10 o 15 años, no van a ser tan fuertes», indica, sosteniendo que una palabra clave en todo este proceso es la medición.

José Manuel Rico lleva años observando y midiendo los efectos del cambio climático en la flora marina de la costa asturiana. «La tendencia de las olas de calor se mantiene y no hemos visto recuperación de esos paisajes submarinos. Los procesos en el medio marino son considerablemente más lentos tanto en su ocurrencia como en volver atrás con respecto a la atmósfera y no parece que haya nada que indique que la temperatura del agua del mar vaya a enfriarse», señala, recordando que la pérdida de los bosques submarinos de laminarias ha sido un cambio radical de hábitat, con especies de marisqueo que se han reducido drásticamente porque vivían en ellos. Es uno de los muchos efectos del cambio climático a los que habrá que ir adaptándose, buscando posibles soluciones. En este caso, en países como en Portugal ya están intentando estrategias de recuperación de esos bosques de laminarias con la saccorhiza, la única especie de alga que ha sobrevivido en esas condiciones.