Ismael Huerta, coordinador de Salud Pública: «Con la normalización de la Covid-19, las unidades de medicina preventiva han vuelto a caer en el olvido»

Carmen Liedo REDACCIÓN

ASTURIAS

Ismael Huerta, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública
Ismael Huerta, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública

El especialista en medicina preventiva explica que, si bien durante la pandemia se vio la importancia de esta rama de la medicina y durante un tiempo estuvo en las agendas de los responsables políticos, hoy por hoy «no se han tomado apenas medidas para reforzar y mejorar la infraestructura tecnológica» de dichas unidades

19 nov 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Ismael Huerta González es especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública y desde abril de 2021 es el coordinador de Salud Pública en el Área Sanitaria de Avilés. Formado en Medicina en la Universidad de Oviedo y en Salud Pública en la Universidad Libre de Bruselas, empezó a trabajar en la Consejería de Sanidad de Asturias vinculado a temas de Salud Pública en 1992, donde acabó siendo el responsable técnico del sistema de vigilancia y control de enfermedades transmisibles y del programa de vacunaciones de Asturias desde 1995 y hasta 2021. En este sentido, le tocó participar en la gestión de las pandemias de gripe de 2009 y de COVID-19 en 2020-2021, así como en otras situaciones epidémicas, junto al equipo de profesionales del Servicio de Vigilancia. En relación al programa de vacunaciones, ha dirigido el diseño y puesta en marcha de los diferentes cambios del calendario de vacunaciones de Asturias a lo largo de esos años, con un paréntesis entre los años 2001 a 2003. Durante ese periodo, Asturias llegó a ser un referente nacional en la vacunación de personas en situaciones de más riesgo, como las que padecen enfermedades crónicas o las que tienen disminuidas sus defensas por enfermedades o tratamientos, con la primera guía de vacunación en estas situaciones publicada en 2014.

En la entrevista que Ismael Huerta ha concedido a La Voz de Asturias, el mismo da pautas para prevenir enfermedades, en la medida de lo posible; habla de la importancia de las vacunas y de tener hábitos de vida saludables y también de los aprendizajes que ha dejado la pandemia de la Covid-19. A este respecto, señala que con la normalización de este virus respiratorio, «las unidades de medicina preventiva han vuelto a caer en el olvido» cuando, según explica, durante la pandemia se vio la gran importancia de esta rama de la medicina y de sus profesionales en el manejo de las crisis sanitarias. Si bien la medicina preventiva durante un tiempo entró en las agendas de los responsables políticos, señala que hoy por hoy «no se han tomado apenas medidas para reforzar y mejorar su infraestructura tecnológica».

—La medicina preventiva va desde las vacunas para protegernos contra determinadas enfermedades hasta el diagnóstico precoz. En tu opinión, ¿qué tal uso hacemos los asturianos de la medicina preventiva? ¿cuán precavidos somos?

—La medicina preventiva abarca un amplio abanico de actuaciones que se enfocan en mejorar la salud general de la población, y que se dirigen a tres ejes fundamentales: promoción, prevención y protección de la salud (las tres P). La promoción de la salud, para fomentar los estilos de vida y los entornos saludables, la prevención, para evitar o mejorar el pronóstico de las enfermedades, que incluyen las vacunas y los programas de diagnóstico precoz, y la protección, para controlar los factores que pueden ocasionar enfermedades, como la calidad sanitaria del agua y la seguridad alimentaria. De manera general, los asturianos tenemos conciencia de las recomendaciones para un estilo de vida saludable y de los programas de prevención, y seguir estas recomendaciones se refleja en una alta esperanza de vida. Pero aún debemos mejorar en actividades de prevención relacionadas con el envejecimiento activo y saludable, como las vacunaciones del adulto y la participación en los programas de diagnóstico precoz de algunos tipos de cáncer.

—¿Hasta qué punto es clave para un mejor pronóstico del paciente que haya un diagnóstico precoz de la enfermedad? ¿Cuál es el porcentaje de supervivencia en enfermedades graves con diagnóstico precoz y sin él?

—Los programas de diagnóstico precoz que se ponen en marcha se basan la evidencia científica de que permiten mejorar la supervivencia al detectar la enfermedad en sus inicios, cuando los tratamientos funcionan mejor y son menos agresivos. Así, la detección precoz del cáncer de mama mejora en un 30% la supervivencia a los 5 años (93% frente a un 78%), la del cáncer de colon y recto permite evitar el 60% de las muertes asociadas a este cáncer, y la del cáncer del cuello del útero permite la curación del 91% de los casos cuando se detecta en las fases iniciales, mientras que si el cáncer se extiende a otros órganos cercanos la curación baja al 60%.

—No obstante, ¿en qué medida podemos prevenir ponernos enfermos?

—Depende del tipo de enfermedad, y de las medidas de las que disponemos para prevenirla. Por un lado, tenemos las enfermedades infecciosas que ocasionaban la mayor parte de las muertes en la infancia hasta principios del siglo XX (y que aún las causan en países con bajos niveles de renta y sistemas sanitarios precarios). Para estas enfermedades, la mejora de la calidad sanitaria del agua de bebida y las vacunas infantiles han conseguido prevenir la gran mayoría de estas muertes. Por otro lado, tenemos las enfermedades que están asociadas a la mayor esperanza de vida que tenemos actualmente. Entre ellas están muchos tipos de cáncer, que eran muy raros en tiempos históricos cuando la esperanza de vida estaba en torno a los 40 años, y que han pasado a ser mucho más frecuentes en la época actual, en las que la vida media está por encima de los 80 años; para este tipo de enfermedad, los programas de diagnóstico precoz han supuesto un avance importante en la prevención de la mortalidad que causan. También están las enfermedades cardiovasculares, como los infartos de miocardio y el ictus, asociadas a esa mayor longevidad, y en las que la promoción de estilos de vida saludables, como el ejercicio físico y la alimentación equilibrada, permiten una prevención significativa. Y no hay que olvidar a las enfermedades infecciosas que afectan a las personas mayores, y que son una causa muy relevante de mortalidad, pérdida de calidad de vida y de situaciones de dependencia para las actividades básicas de la vida diaria, para las que las vacunas indicadas en mayores suponen la mejor prevención.

—El otoño y el invierno son estaciones en las que aumentan determinadas enfermedades, por ejemplo, las que ocasionan los virus respiratorios ¿cuál es la mejor manera de protegernos de los virus estacionales que circulan en estos meses?

—Como mencionaba, la mejor prevención para evitar las enfermedades por virus respiratorios, y su gran impacto en la calidad de vida de las personas mayores, son las vacunas de las que disponemos (y algunas nuevas que están a punto de llegar). Tenemos vacunas frente a los virus de la gripe, especialmente reforzadas para las personas mayores, y vacunas frente a la COVID-19, adaptadas a las variantes que circulan actualmente. Ambas vacunas permiten prevenir una importante causa de mortalidad y deterioro de la calidad de vida de los mayores. También tenemos vacunas frente a la bacteria del neumococo, la causa principal de las pulmonías, que está asociada a una infección previa por virus respiratorios y que también produce una alta carga de muertes en mayores. Por último, ya disponemos de inmunización frente al virus respiratorio sincitial (VRS) que es la principal causa de la bronquiolitis en los menores muy pequeños y, a corto plazo, vamos a disponer de vacunas para las personas mayores, en las que este virus causa infecciones respiratorias graves.

Alimentación equilibrada y ejercicio físico

—¿Qué importancia tiene la alimentación en la prevención de enfermedades?

—Una alimentación equilibrada, tanto en cantidades como en la variedad de alimentos, y evitando un consumo excesivo de alimentos ricos en grasas saturadas y azúcares, junto con un mínimo de ejercicio físico adaptado a cada persona, forman parte de un estilo de vida que permite mantener un buen estado de salud general. Un buen estado de salud es un elemento clave para prevenir la aparición de enfermedades asociadas al deterioro y el mal funcionamiento de los órganos del cuerpo, que son la base de múltiples enfermedades crónicas del corazón y los vasos sanguíneos, los pulmones, el hígado, los riñones, el sistema digestivo y el resto de órganos. Permite además que el organismo pueda responder de forma más adecuada a las agresiones externas que nos encontramos a lo largo de la vida, como la contaminación, las situaciones de estrés, las heridas… Es también la base fundamental para un buen funcionamiento del sistema inmunitario, que nos permita defendernos de manera más adecuada frente a las infecciones y a las alteraciones celulares que pueden ocasionar un cáncer.

—¿Cuáles son esos alimentos concretos que contribuyen a reforzar nuestras defensas y a mantenernos sanos?

—No hay ningún alimento específico que haya demostrado que contribuya a reforzar las defensas. Todas las cuestiones relacionadas con ‘superalimentos’ o alimentos ‘milagro’ proviene de situaciones en las que a algunas personas les faltan algunos nutrientes esenciales para el buen funcionamiento del organismo, normalmente por seguir dietas inadecuadas. Pero esa falta de nutrientes se compensa perfectamente cuando se sigue una dieta equilibrada y variada, que aporta todo lo necesario para el buen funcionamiento del organismo. Sí que se ha demostrado que una alimentación adecuada, junto a un mínimo de ejercicio físico, son factores esenciales para reforzar nuestras defensas.

—¿De qué otras maneras se puede fortalecer el sistema inmunitario?

—La mejor manera de fortalecer nuestro sistema inmunitario, lo que se denomina ‘inmuno-fitness’, se basa en una alimentación equilibrada y un mínimo de ejercicio físico, adaptado a cada persona, que son los elementos que han demostrado esa mejora del sistema inmune. Por otro lado, el estímulo de sistema inmunitario cuando responde al contacto con diferentes microorganismos, contribuye de manera decisiva a su buen funcionamiento. Esto incluye a las infecciones habituales de la infancia, derivadas del contacto social en guarderías y escuelas infantiles y no prevenibles, las vacunaciones a lo largo de la infancia y la edad adulta, que entrenan a nuestro sistema inmunitario sin necesidad de pasar por enfermedades que pueden ser graves, y una presencia equilibrada de las bacterias habituales del intestino, que se van constituyendo a lo largo de la vida y que puede ser alterada por el uso de antibióticos innecesarios.

Enfermedades infecciosas reemergentes

—¿Por qué en el siglo XXI «resucitan» enfermedades que se pensaba que estaban erradicadas?

—En realidad, esas enfermedades nuevas (emergentes) o que reaparecen (re-emergentes) no aparecen de la nada, sino que son enfermedades infecciosas que ya están presentes en otras partes del mundo, bien sean las mismas enfermedades o derivadas de otros virus o bacterias que ya estaban en animales salvajes. Hay tres causas fundamentales para que vuelvan estas enfermedades. Por un lado, la gran movilidad de la población humana, con niveles en este siglo nunca vistos hasta el momento, y que permite que una enfermedad presente en una zona concreta se pueda difundir con gran rapidez a otras zonas; la rápida difusión de las pandemias de gripe A en 2009 y de COVID-19 son los ejemplos más claros de ello. Por otro lado, la invasión humana de entornos naturales hasta entonces sin presencia de personas, y la convivencia estrecha del hombre con especies animales básicamente salvajes, que incluso han pasado a formar parte de la dieta de algunas zonas, han permitido el contacto con nuevos virus y bacterias que se han adaptado a los humanos y han comenzado a difundirse. En este caso, tenemos de nuevo la COVID-19, así como los brotes no tan recientes de SARS y MERS. Por último, el cambio climático que altera los nichos ecológicos donde pueden vivir especies de insectos que transmite enfermedades, o que cambian las rutas migratorias de las aves salvajes, está permitiendo la expansión de enfermedades a zonas hasta entonces libres de ellas; los casos recientes de dengue, de fiebre del Nilo Occidental o de fiebre hemorrágica de Crimea-Congo en España, así como la difusión de gripe aviar a los mamíferos en diversas partes del mundo son ejemplos claros. De estas dos últimas circunstancias surge la gran relevancia que está adquiriendo el concepto de ‘One-Health’ ya que las relaciones entre humanos y animales son cada vez más intensas.

—¿Se ha modernizado la medicina preventiva con la pandemia? ¿Hay un antes y un después de la Covid-19?

—Desgraciadamente no. La gran importancia y el duro trabajo que realizaron las unidades de medicina preventiva y de salud pública durante la pandemia, junto con el del resto del personal sanitario, permitió dar a conocer la gran relevancia de estos profesionales en el manejo de las crisis sanitarias. Especialmente, teniendo en cuenta la gran escasez de personal y de medios de estas unidades. Durante un tiempo entró incluso en las agendas de los responsables políticos. Sin embargo, con la normalización del manejo de la COVID-19, por otra parte necesaria, las unidades de medicina preventiva y de salud pública han vuelto a caer en el olvido y no se han tomado apenas medidas para reforzarlas y mejorar su infraestructura tecnológica. Queda la experiencia profesional adquirida y el mejor conocimiento de sus funciones por el resto de los profesionales sanitarios, pero apenas nada más.

Aprendizajes de la pandemia

—Visto ya con la perspectiva del tiempo que ha pasado ¿qué aprendizajes ha dejado a la especialidad de medicina preventiva y salud pública la pandemia del virus SARS-CoV2?

-Uno de los principales aprendizajes es la gran relevancia de disponer de sistemas de información sanitaria, con tecnologías actualizadas, que permita disponer de la información necesaria para la toma de decisiones de manera rápida y adecuada. Sin embargo, no se vislumbra que este cambio tecnológico vaya a materializarse a corto plazo. Otro aprendizaje fundamental ha sido el impacto en la vida real que han tenido las medidas de protección respiratoria, desde el uso de mascarillas y la necesidad de aislamiento de personas infectadas, a los sistemas de ventilación y renovación del aire en espacios cerrados, y a las medidas de higiene de manos, que han demostrado claramente su utilidad práctica. Esto ha permitido normalizar y mejorar el uso de estas medidas en entornos con personas vulnerables como los centros sanitarios y sociosanitarios. También ha hecho mucho más visible la necesidad de una protección con vacunas de las personas con mayor riesgo por enfermedades o tratamientos que afectan al sistema inmunitario. Lo que ha permitido que otras especialidades médicas, que son las que manejan a estos pacientes, sean más conscientes de la necesidad de protegerlos con todas las vacunas necesarias (y no solo frente a la COVID-19) y los deriven a las unidades de vacunación de medicina preventiva, para la vacunación personalizada que necesitan.

—Por cierto, ¿cuánto preocupa la Covid-19 hoy por hoy? ¿puede volver a generar enfermedad grave o una alta mortandad?

—La COVID-19 continúa ocasionando una carga relevante de enfermedad grave y mortalidad en las personas mayores, pero a niveles mucho más bajos que en los primeros momentos de la pandemia gracias al uso tan masivo que se consiguió con las vacunas. Sin embargo, sabemos que el efecto protector de las vacunas va disminuyendo con el tiempo, especialmente en las personas más mayores, en las que el sistema inmunitario ya no funciona tan bien como en las personas más jóvenes. Por otro lado, la COVID-19 continúa circulando entre los humanos y la aceptación de las vacunas frente a la COVID-19 está disminuyendo, lo que apunta a que se mantenga esa carga de enfermedad grave y mortalidad, pero no a que aumente de manera muy llamativa. Pero también se está viendo que, aunque el virus sigue cambiando, los cambios ya son más limitados y, al menos de momento, no se espera la irrupción de nuevas variantes de gran relevancia. No obstante, sigue siendo necesario continuar la vigilancia de los cambios del virus que, por naturaleza, son poco previsibles. Además, la consolidación de la tecnología de fabricación de vacunas de ARNm, que permite adaptarlas con bastante rapidez a los cambios del virus, también da pie a ser optimistas respecto a poder evitar un repunte llamativo de los casos graves o de la mortalidad.

—Para terminar, desde el punto de vista de la medicina preventiva ¿cuáles son las recomendaciones para una vida sana a largo plazo? ¿Cuáles son los pilares para una salud duradera?

—A lo largo de la entrevista ha ido apareciendo algunas de las recomendaciones básicas para una vida sana a largo plazo. La alimentación equilibrada y variada, que aporte los nutrientes necesarios, pero que evite excesos en la cantidad, tanto de comida total como de elementos cuyo consumo excesivo pone en riesgo la salud, como grasas saturadas o azúcares, es uno de esos elementos básicos para una vida sana. No se trata de evitar alimentos, sino de consumirlos en las cantidades adecuadas, porque la variedad en la alimentación en muy necesaria para que nuestro organismo disponga de todos los nutrientes necesarios. Un mínimo de ejercicio físico, a ser posible diario, pero siempre adaptado a las características de cada persona en cada momento de su vida. Numerosos estudios han demostrado que esta recomendación está asociada a una vida más larga y más sana.

—Además de eso, ¿qué otros factores hay?

—Otros factores importantes es evitar el consumo o la exposición a sustancias con efectos tóxicos, como el tabaco y sus derivados, las bebidas alcohólicas (especialmente las de alta graduación) o la contaminación del aire. También limitar la exposición a otros efectos nocivos, como la luz solar directa sin protección o el exceso de ruido. Además, no hay que olvidar los factores sociales básicos que aseguren una buena salud mental. Para esto, es básica la convivencia en núcleos familiares y en grupos de amigos donde el cariño y el respeto sea la base de esa convivencia. Y la participación en las diferentes actividades sociales por las que se va pasando a lo largo de la vida, desde la educación, el entorno laboral, el ocio o los grupos sociales de diferentes tipos e intereses (siempre que el ambiente del grupo sea adecuado) son también básicos para la salud y el bienestar. Por último, participar en las medidas establecidas de prevención, basadas en la evidencia científica, como las vacunaciones y los programas de diagnóstico precoz, es fundamental para asegurar una vida sana a largo plazo, así como un envejecimiento activo y saludable para las personas mayores. Tampoco hay que olvidar que hay muchas actuaciones de protección que van más allá de las cuestiones individuales y son dirigidas al conjunto de la población por las instituciones públicas, incluyendo el saneamiento del agua de bebida y de las aguas residuales, la seguridad alimentaria, la gestión de los desechos, el control de la contaminación, y muchas otras.