Mujeres al volante de un taxi: «No tengo problema en tirar de freno de mano, abrir la puerta y decir 'hasta aquí te lo regalo, pero bájate'»
ASTURIAS
Tres profesionales con licencia cuentan cómo es trabajar en un sector en el que hasta hace unos años eran contadas: «Mucha mano derecha» aunque se haya mejorado mucho en seguridad
13 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.«Cuando yo me examiné hace 23 años éramos solo dos mujeres. En la última convocatoria de Gijón, en poco más de un centenar de aspirantes, había más de 20 mujeres. Somos una potencia». Con estas tres frases explica Sonia Camblor Iglesias que «el salto generacional ha sido brutal» en el sector del taxi, un sector en el que si bien hasta hace unos años eran contadas las mujeres conductoras, en las últimas dos décadas ha habido un importante incremento de mujeres taxistas y ahora «en Asturias cada vez somos más», apostilla esta taxista gijonesa, que para hacer ver que actualmente la proporción es muy alta se va al dato de que «en Gijón, de 308 taxis, más de 70 son mujeres». De hecho, considera que Asturias «es de las comunidades autónomas donde más mujeres hay», algo que percibe también por los comentarios de los turistas, que cuando se suben en su coche le comentan de modo anecdótico «que por la mañana ya las ha llevado otra mujer», por lo que le preguntan con sorpresa «pero, ¿cuántas sois?».
Sonia Camblor cuenta que llegó al sector del taxi hace 23 años cansada de no tener continuidad laboral tras acabar sus estudios: «Yo estudié la carrera de Derecho y cuando acabé trabajé en varios despachos, pero nunca me llegaron a hacer fija. Me llamaban para vacaciones y no tenía una continuidad laboral que me permitiera hacer un proyecto de futuro: una casa, una familia… El caso es que salieron exámenes de taxista, los aprobé y me contrataron, porque los taxistas varones sí contratan a mujeres», comenta esta taxista gijonesa, que en unos meses descubrió que era un trabajo «que me daba libertad. Había que trabajar, pero tenía libertad de horarios y podía conciliar, así que me dije: me quedo, y compré una licencia».
La misma destaca que aunque tiene esas ventajas que citaba anteriormente, «es duro» trabajar en el taxi. «Porque cuando todo el mundo está de fiesta, tu tienes que trabajar», aunque matiza que poder establecerse ella misma los horarios y los descansos también le permite buscar otros momentos de ocio para disfrutar con familia y amigos.
Esa ventaja de trabajar sin un horario impuesto por nadie y que le permitiera conciliar fue una de las razones que llevaron a otra taxista de Gijón que prefiere mantenerse en el anonimato a meterse en el sector del taxi y comprar una licencia hace algo más de una década. Eso y que «conducir siempre fue una cosa que me gustó». Así, cansada de trabajar como repartidora de pan y de tener un sueldo que ni de lejos llegaba a los 1.000 euros, pensó que «yo podía llegar a otra cosa mejor», por lo que se preparó para el examen de taxista que aprobó sin problema: «fue una de las mayores satisfacciones de mi vida», señala la misma, que pone en valor que en el sector del taxi le dieran una oportunidad contratándola. «Fue duro porque empecé trabajando por la noche y tenía una situación familiar difícil», traslada esta taxista, que viendo que le gustaba el trabajo que hacía «me tiré a la piscina y compré una licencia. Bueno, me compré un trabajo y un fondo de inversión, porque quizá el día de mañana me den algo por la licencia o, si no, mis hijos pueden tener un trabajo».
«Las mujeres no nos podemos achicar»
No obvian ninguna de estas dos taxistas que el hecho de ser mujeres les ha supuesto recibir más de una falta de respeto por parte de algún pasajero, por lo que esta última interlocutora señala que «hay que tener mucha mano derecha» cuando una o varias personas se suben en el taxi «y te intentan vacilar». «Hay que estar muy segura de ti misma, pero yo no tengo problema en tirar de freno de mano, abrir la puerta y decirle a quien se haya subido: hasta aquí te lo regalo, pero bájate. No lo hago mucho, pero lo hago si es necesario», indica la taxista gijonesa, que considera que «las mujeres no nos podemos achicar».
Además, pone en valor que en los últimos años se hayan mejorado mucho las medidas de seguridad en los taxis, tanto si están conducidos por mujeres como por hombres. En su caso, señala que en su vehículo dispone de una cámara de seguridad que enfoca tanto hacia adelante como hacia atrás y que también cuenta con el botón de alarma cuya señal la reciben en la central. «Estamos geolocalizados mientras tengamos la emisora encendida y eso permite que sepan donde estás en caso de necesitar ayuda», explica.
Sonia Camblor también cuenta con esas medidas de seguridad en su vehículo y pone de relieve que en Gijón les dieran cursos de defensa personal con técnicas de defensa dentro del vehículo. No obstante, en su opinión también haría falta que el botón de emergencia que tienen en el coche también les pudiera conectar con el 112 Asturias. «El sistema de gestión de flotas ya está preparado para ello y es cuestión de un trámite político, pero no lo acaban de hacer», reprocha la taxista, que también considera que el poder disponer en el coche de una cámara de seguridad que pueda servir de prueba en un juicio si pasa algo, ha sido un gran avance para el sector del taxi.
No obstante, coincide con su compañera en que al volante de un taxi también hay que tener tacto con los pasajeros: «cuando un pasajero cierra la puerta, ya vas previendo cómo va a ser la carrera, así que también hacemos un poco de psicólogas para tirar por la situación».
Situaciones que generan tensión al volante
Nuria Sánchez es taxista de Llanera desde hace 21 años, un trabajo en el que, asegura, «estoy contenta y me gusta». La misma explica que en estas dos décadas al volante ha mejorado mucho la seguridad, algo necesario para hacer frente a situaciones como la que ella vivió durante la pandemia: «me atracaron y me tobaron el coche, así que desde entonces llevo una cámara que va grabando el interior del vehículo y lo almacena en una tarjeta de memoria y en la nube. Y el pasajero sabe que hay cámara porque está indicado en las puertas por la protección de datos», comenta Nuria, que también indica que además dispone de una aplicación que indica en todo momento donde estás.
Aún así, apostilla que hay ocasiones en las que se sube algún pasajero que la hace ponerse en alerta: «los clientes que me robaron eran jovencitos y a veces coges a alguien que viene de fiesta y no sabes cómo va a ser su comportamiento durante el trayecto, o se da el caso de que no se quiere bajar», algo que le preocupa más que que no le quieran pagar la carrera. «Prefiero que se bajen», dice convencida esta taxista de Llanera, que añade que siempre se ha encontrado muy integrada en el sector porque «los compañeros son encantadores».
Por tanto, salvo algún caso excepcional en el que tuvo que tomar medidas por que el pasajero le faltaba al respeto o intentó acosarla, Nuria Sánchez se siente respetada en su profesión. «La gente mayor, a la que ayudas cuando la traes o la llevas, dice sentirse cómoda cuando viajan conmigo. Y a veces hay madres que te llaman para que vayas a buscar a sus hijas cuando salen o para llevarlas al colegio porque se sienten más tranquilas», comenta la taxista.
A este respecto, Sonia Camblor, que cabe destacar que hace unos meses recibió el Premio Impulsa a la Mujer Empresaria de Gijón, se muestra muy satisfecha de que el sector del taxi gijonés se haya adherido al protocolo del Ayuntamiento sobre la violencia de género y que, en general, todos hayan normalizado conductas como esperar si llevan a chicas a que éstas entren en el portal o cojan el ascensor. «Hay mujeres que cuando las llevas a casa te piden que esperes un poco a que llegue al portal y cierre, y en ningún caso hay problema. Aquí ya está normalizado y, en mucho casos, aunque quien viaja en tu taxi no lo pida, esperas», concluye la taxista gijonesa.