Herme Martín, tras perder una pierna por una explosión en un barco pesquero: «No me voy a quedar tirado en la cama a ver la vida pasar»

Esther Rodríguez
Esther Rodríguez REDACCIÓN

ASTURIAS

Herme Martín tiene 43 años y un accidente pesquero sufrido el pasado mes de julio hizo que perdiese una pierna
Herme Martín tiene 43 años y un accidente pesquero sufrido el pasado mes de julio hizo que perdiese una pierna

Un accidente en el puerto de Luanco obligó a la amputación de una de sus extremidades inferiores. Lejos de lamentarse, decidió enfocar su energía en adaptarse a su nueva realidad y recuperar, en parte, su vida anterior

24 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

El sol comenzaba a despuntar en el horizonte, mientras se daba paso a un nuevo día lleno de oportunidades. Corría el mes de julio y como si de una costumbre se tratase Herme Martín se dirigía con su hijo al muelle de Luanco para poner a punto el barco pesquero de su hermana. Se subió a la embarcación, encendió el motor para que las baterías se cargasen y se puso a preparar el material. Antes de salir a faenar tenía pensado ir a desayunar a una cafetería con la agradable compañía de su hijo. Pero, de repente, una explosión registrada en el cuarto de máquinas truncó los planes de este asturiano de 43 años y cambió su vida para siempre.

Todo fue cuestión de segundos. Herme levantó la tapa del motor y «acto seguido» tuvo lugar la explosión. Del impacto cayó al suelo y cuando intentó ponerse de pie sus temores se confirmaron. «Vi que tenía la pierna colgando, que estaba desgarrada», cuenta recordando el fatídico momento. Se tumbó boca arriba e intentó «colocar» la extremidad inferior. «Por suerte, llevaba pantalón largo que me permitía tapar en cierta manera el destrozo para que el guaje no lo viese», dice.

Asustado por el estruendo, su hijo, de 12 años, salió corriendo del camarote. «Se acercó y me preguntó si estaba bien. Le contesté que sí pero cuando me vio la pierna empezó a dar voces», cuenta el luanquín, quien también se puso a gritar para alertar a otros pescadores. Entre tanto, lo que más quiere en esta vida, le cogió «por la cabeza» y mirándole a los ojos le dijo: «¿Te vas a morir?». «Le respondí que estuviese tranquilo, que iba a salir todo bien… Intentaba relajarlo porque yo, la verdad, estaba muy entero, no tenía ningún dolor sino una sensación muy rara en la pierna. Pero cuando me dijo “por favor, papá no te mueras”, ahí sí que se me hinchó el pecho y me dio esperanza», confiesa Herme, quien realmente llegó a sentir que se iba a morir.

Desde que tuvo lugar la explosión hasta que salió su hijo del camarote, «en esos pocos segundos», Herme creyó que desfallecía. «Sentí que me moría. Sentí pena porque claro se va a acabar tu vida, pero es como si estuviese preparado para ese momento, del día de “hasta aquí llegue”. Eso que dicen de que se te pasa la vida por delante es totalmente mentira», dice.

Los primeros auxilios, por parte de un niño de 12 años

Herme sacó fuerzas de donde no las tenía y se incorporó «un poco». Mandó a su hijo coger una cuerda para que le hiciese un torniquete. «Me estaba desangrando», recuerda. Se tumbó otra vez y puso las manos en el rostro porque el sol le estaba dando ya «de lleno» en la cara. «Cerré los ojos para bajar pulsaciones y relajarme porque estaba viendo a la gente venir corriendo al barco. Cuando me di cuenta, mi hijo estaba haciéndome el boca a boca. Me entró un poco la risa, la verdad, pero bueno le mandé que se tranquilizara», relata.

Alertados por los gritos, varias personas que estaban por el muelle se acercaron hasta el barco. Saltaron a bordo y cuando vieron la situación decidieron que había que hacerle otro torniquete, pero en esta ocasión con un cinturón. «Entre ellos había un chaval al que le pregunté que cómo estaba la pierna porque claro yo no la sentía y movió la cabeza como diciendo que estaba destrozada. Le dije que si la iba a perder y me respondió que sí» asegura recordando como «chocaba los puños» con esta persona.

Una rápida evacuación al hospital

Al poco llegó una dotación de bomberos, una patrulla de la Policía Local y otra de la Guardia Civil, además de los servicios médicos. Por suerte, entre el personal se encontraba el médico de cabecera de Hember y eso le tranquilizó aún más. Le pusieron, detalla, la vía en el brazo y le pincharon la pierna para acto seguido trasladarlo en ambulancia hasta el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), donde le operaron de urgencia. Tras la compleja intervención el luanquín fue ingresado en la Unidad de Cuidados Intensivos y hasta «las cinco de la tarde» no despertó de la anestesia.

En el momento que recuperó la consciencia, el equipo médico le comunicó la trágica noticia: habían tenido que amputarle la pierna. «Me imaginaba que la había perdido porque cuando estaba en el barco la vi destrozada pero en verdad no me importó porque al final estaba vivo. Sí que pensé que habían cortado por debajo de la rodilla pero tuvieron que hacerlo por encima porque la tibia estaba rajada justo ahí, entonces era imposible poner ahí una prótesis», confiesa.

Lejos de lamentarse por haber perdido una pierna, Herme, con esa vitalidad que tanto le caracteriza, decidió enfocar su energía en adaptarse a su nueva realidad, demostrando así su gran fuerza interior. En lugar de ver su situación como una limitación, la convirtió en un desafío que le motivó a superarse cada día. «A la semana de la operación ya andaba en muletas por todo el hospital», asegura, antes de contar que al poco de recibir el alta hospitalaria se fue de copas con unos amigos.

«Cuando salí del hospital fui a quedarme unos días a una casa que tiene mi hermana en Bañugues para así estar un poco más tranquilo porque sinceramente pensaba que iba a estar peor de lo que estaba», cuenta. A unos «cien metros» de la vivienda celebraban esos días una pequeña romería. A Herme le pareció buena idea ir a tomar algo allí con sus amigos y sin pensarlo ni un momento cogió las muletas y fue a la fiesta. «Estuvimos allí sentados en una terraza tomando unas cocacolas, tranquilamente», recuerda. A las semanas acudió, como de costumbre, al carnaval de Luanco, donde en esta ocasión se disfrazó con su sobrina de pirata. «Imagínate las risas», dice tomándose con humor el hecho de haber perdido una de sus extremidades inferiores. 

En proceso de recuperar su vida anterior

Después de un mes yendo a un fisioterapeuta privado, Herme ha empezado ya a recibir sesiones de rehabilitación en el HUCA. Está además realizando los trámites necesarios para que le pongan una prótesis. Cumple con los requisitos necesarios para tener una pierna ortopédica: «el muñón tiene un poco de forma, es más delgado delante que atrás, y tengo fuerza en la pierna amputada, que eso es muy importante». La semana que viene le tomarán las medidas y calcula que en tres meses «salga del hospital caminando». Lo más probable es que así sea porque su proceso de recuperación va «demasiado rápido» porque física y psicológicamente está «muy fuerte».

Una vez que reciba la prótesis, el luanquín podrá recuperar en cierta manera su vida anterior, que era muy activa. Solía caminar «varios kilómetros» cada día, jugaba al fútbol todas las semana y salía con frecuencia a pescar o andar por el monte, además de ayudar diariamente con las labores en la pescadería de su hermana, donde trabaja.

«No me voy a quedar tirado en el sofá ni en la cama a ver la vida pasar»

Aunque ahora mismo no puede hacer ninguna de esas cosas, sigue manteniendo esa vitalidad que tanto le caracteriza. Y, por supuesto, tiene más ganas de vivir que nunca. «No me voy a quedar tirado en el sofá ni en la cama a ver la vida pasar. Tengo 43 años y me gusta mucho tomarme unas sidras, estar con mis amigos, disfrutar de la gente —de la cual está recibiendo mucho cariño— Me gusta respirar, disfrutar de la vida, de las pequeñas cosas», confiesa no sin antes resaltar que «con lo que me pudo pasar, no tengo nada».

Su hijo, su salvación

Que pueda contar el trágico suceso que le ocurrió el pasado 22 de julio es, en parte, gracias a su hijo, quien le hizo los primeros auxilios. «Creo que debería ser obligatorio que los niños desde que entran en el colegio hasta que salgan estudien primeros auxilios. Cada 15 días y como mínimo una hora deberían de aprender a hacer el masaje cardíaco o andar con el desfibrilador porque al final eso realmente salva vidas», manifiesta.

La «única» secuela que le ha quedado después de ese fatídico suceso que se ha saldado con la amputación de su pierna es el síndrome del miembro fantasma. «Es lo que me está matando. Siento los dedos del pie, la rodilla… siento la pierna completa con un dolor ahí insoportable. Ahora mismo, de hecho, estoy sintiendo la planta del pie y estoy moviendo los dedos un poquito. La pierna la muevo para los lados y siento como si el playero me quedara grande. Tengo la misma sensación que cuando me ponía las botas para trabajar en la pescadería. El pie además es como si estuviera en carne viva, así que imagínate el dolor», cuenta.

Aunque sienta la pierna que físicamente ya no tiene, siendo además consciente de ello, Herme se encuentra con más fuerza que nunca. «Esto al final es un bache que me ha puesto la vida y sé que voy a volver a trabajar y a seguir con mi rutina. Cuando me ponga la prótesis que además será de alto impacto voy a seguir caminando, trabajando, haciendo pesca submarina, iré al monte, viajaré... voy a seguir haciendo de todo», confía

Esta forma de ser y de pensar hace que sea todo un ejemplo de superación. Por eso, si tuviera que trasladar un mensaje a alguien que estuviese pasando también por un mal momento, el luanquín tiene claro lo que le diría: «Hay que tener esperanza de vida, hay que disfrutar y pasar tiempo con la gente que te quiere. Al final la vida son momentos y hay aprovecharlos al máximo».