Ernest Cañada, investigador: «En Asturias empiezan a notarse los efectos del turismo que detectamos en otros lugares hace mucho tiempo»

Marcos Gutiérrez REDACCIÓN

ASTURIAS

Ernest Cañada, escritor y coordinador de Alba Sud e investigador postdoctoral en la Universidad de las Islas Baleares
Ernest Cañada, escritor y coordinador de Alba Sud e investigador postdoctoral en la Universidad de las Islas Baleares

El coordinador de Alba Sud e investigador en la Universidad de las Islas Baleares imparte en Gijón la conferencia «En defensa de las vacaciones». Cree que el auge del turismo en Asturias «es parte de un proceso que viene favorecido por la dinámica del cambio climático» y opina que la ecotasa «debe servir para disponer de recursos» en el ámbito local, no para penalizar la llegada de visitantes

26 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Ernest Cañada es escritor, coordinador de Alba Sud e investigador postdoctoral en la Universidad de las Islas Baleares. Se trata de uno de los máximos especialistas en políticas progresistas en materia de turismo en el ámbito nacional. Hoy, en la sede de la Sociedad Cultural Gijonesa de la Escuela de Comercio (19.00 horas), impartirá la conferencia «En defensa de las vacaciones: alternativas sociales y medioambientales a la turistificación del planeta».

Cañada considera que «existe una doble vertiente» en la manera en la que está evolucionando el turismo, al tiempo que recuerda que, «desde abril, se han visto un montón de protestas en distintos lugares de España, que siguen y van a seguir en otoño».

Explica que, por un lado, «hay una crisis en consenso en torno al modelo de desarrollo turístico, que está derivando en procesos de desplazamiento, de pérdida de calidad de vida, de empleo...» y, por otro, mientras estamos experimentando este proceso de «turistificación», vemos que el 33 por ciento de la población española «no puede tomar una semana de vacaciones fuera de su casa».

Hacia un turismo «de élites»

Este autor y docente comenta que «hay un modelo de salida a esta crisis, que lo que está atendiendo es a profundizar en el turismo de élites y en adecuar su desarrollo a personas de mayor poder adquisitivo». «Esta vía a algunos les irá bien, pero es imposible que les vaya bien a todos, porque precisamente el mercado de alto poder adquisitivo es mucho más pequeño que el de clases medias y trabajadoras en el que se ha basado el modelo de desarrollo turístico de las últimas décadas», matiza.

Por otra parte, el hecho de que se apueste por este nicho de mercado más pudiente deriva una «competencia feroz» por atraer al turista, lo que trae aparejado «mucho gasto público en promoción, infraestructuras, eventos...».

«Estamos entrando en una carrera en la que no solamente están tomando parte muchas ciudades de España, sino que también la estamos viendo en Europa y Oriente Medio», apunta.

Ernest Cañada insiste en que se trata de una dinámica que va a provocar que «tengamos que gastar un montón de recursos para seguir en esta competencia», pero que, al mismo tiempo, no da «ninguna garantía de que seamos exitosos». Asimismo, el hecho de contar con turistas de alto poder adquisitivo «no significa automáticamente que los recursos se redistribuyen más equitativamente».

Considera que existe la necesidad de abordar la crisis del modelo de desarrollo turístico «con una relocalización de la actividad turística y una apuesta por los sectores con menos poder adquisitivo, para que podamos garantizar que éstos puedan disfrutar de vacaciones como parte de sus derechos sociales».

«Hay que situar a la población española como sujeto de política turística»

Este experto estima que lo que está pasando en Asturias en los últimos años con el auge del turismo «es parte de un proceso que, además, viene favorecido por la dinámica del cambio climático». «Con la saturación que tenemos en lugares mucho más cálidos, la gente está mirando hacia destinos más frescos, lo que está generando un cambio en la geografía del turismo a nivel global», añade. En esta línea, este escritor y docente ve cómo en el Principado «empiezan a notarse los efectos que detectamos en otros lugares desde hace mucho tiempo».

Cañada cree que una herramienta como «la ecotasa tiene sentido, pero no como una solución mágica o como forma de hacer que solamente vengan los que puedan pagar más, porque no te sirve para eso, sino que te debe servir para disponer de recursos». En este sentido, si la tasa turística, independientemente de si se aplica a nivel local o autonómico, «tiene una finalidad de apostar por la promoción turística y para que venga gente de más recursos económicos sería una mala herramienta».

A su juicio, «la ecotasa tiene que gravar una actividad para garantizar que no dependamos de ella, que podamos diversificar económicamente y que podamos asegurar que la mayoría de la población puede tomar vacaciones». «Si no hacemos esto les vamos a estar pagando con recursos públicos las condiciones para que gente de alto poder adquisitivo pueda tener las vacaciones que quiera», asevera.

En definitiva, «se trata de situar a la población española, la que está pagando impuestos, como sujeto de política turística, algo que hasta ahora no ha sido así, ya que tenemos unas políticas que están orientadas fundamentalmente a beneficiar a las empresas para que puedan atraer inversión y visitantes».

«Perlora podría ser un gran complejo de turismo social como fue en otros tiempos»

Ernest Cañada considera que, en el ámbito nacional, no se cuenta con «políticas turísticas pensadas para las necesidades de la mayoría de la población» y «esto tiene que ver con, por ejemplo, las políticas de turismo social». «Tenemos Perlora, por ejemplo, que se encuentra en una situación de abandono, cuando podría ser un gran complejo de turismo social como fue en otros tiempos y que nos permitiría que mucha más gente pudiera acceder al turismo en condiciones y sin provocar dinámicas de saturación»

El coordinador de Alba Sud e investigador postdoctoral en la Universidad de las Islas Baleares considera que «hay que repensar el modelo», el cual «no da para que universalicemos los vuelos al Caribe». Es por eso que considera innegociable «relocalizar la actividad geográficamente y garantizar que la mayoría de la población pueda tomar vacaciones», lo que, desde su punto de vista, equivale a desarrollar programas de turismo social de calidad, apostar por las infraestructuras públicas, espacios de alojamiento, transportes y parques urbanos, entre otros equipamientos.

Asimismo, este autor cree que el mantra de que 'el turismo trae riqueza' no se ajusta a la realidad. «Es justo lo contrario», indica. «El problema es que el capital turístico vive de los recursos comunes y de lo que hace la población en un territorio», opina. Apunta que esta idea reformulada de que «vivimos del turismo como forma para generar un consenso y que no podamos protestar a los impactos que genera, en realidad lo que está escondiendo es una dinámica económica que funciona de otra manera».

Y es que, en referencia a esta idea, Cañada explica que «hay cosas en el territorio que no les pertenecen a los empresarios y son las que interesan a la gente, ya sea cultura, clima, playas, fiestas, negocios o actividades, es decir, las compañías viven de un entorno que ocurre en el territorio», lo que hace que la dinámica que se genera sea «de una constante presión a las administraciones públicas, para que les adecúen ese territorio en términos de promoción, infraestructuras, servicios de limpieza, seguridad, etc...».

En definitiva, las grandes firmas turísticas utilizan los reclamos de uso común de un territorio para, además, «reclamar recursos públicos para poder funcionar». Asimismo, Cañada apunta que estas empresas, al no poder recurrir por razones obvias a las deslocalizaciones y depender «mucho del territorio, lo que hacen es reducir los costes laborales ahí donde pueden desarrollar su actividad».

De este modo, concluye afirmando que en zonas de «mayores niveles de desarrollo turístico», como Baleares y Canarias, se generan «altos niveles de empobrecimiento y desigualdad».