El PP de Asturias pide proteger por ley el canto del gallo y el olor a estiércol en el campo

ASTURIAS

El grupo propone un inventario del «Patrimonio Sensorial Rural Asturiano» frente a «urbanitas y rurales reconvertidos»

07 feb 2025 . Actualizado a las 11:39 h.

Han sido noticia en más de una ocasión las quejas y desencuentros de habitantes del campo en Asturias y de los visitantes ocasionales, problemas por los ruidos o por los olores, una tensión entre lo rural y lo urbano que ha llegado a veces a los titulares y que ahora el PP de Asturias pretende apaciguar con una ley que proteja los sonidos y olores consustanciales a la vida en el campo.

La proposición del ley, que el grupo llevará a la Junta General, comienza celebrando las bondades del turismo rural pero con la advertencia de efectos indeseados y pequeños 'choques culturales' entre la gente que vive normalmente en el campo y «los urbanitas», pero también los denominados «rurales reconvertidos», es decir, «personas que han abandonado su actividad agrícola y ganadera, bien porque han mudado su medio de vida convirtiéndose en empresarios al haber transformado sus caserías en casas rurales, bien por jubilación, que cuestionan sistemáticamente los sonidos y olores consustanciales a su medio de vida anterior».

El texto también lamenta que se hayan producido episodios de «sustracción de pequeños animales domésticos, el hurto de productos hortícolas, frutales y florares, la no recogida de los excrementos de los animales de compañía» que han alterado la vida de las personas que viven en el entorno rural y que hay «foráneos» que no respetan los usos, costumbres, modos de vida, tradiciones y experiencias del hombre rural.

«Los turistas quieren el campo, pero sin las servidumbres del campo. Quieren contemplar el idílico espectáculo de ver a las vacas pastando en los verdes prados, pero se quejan de sus mugidos y de los olores de sus excrementos; quieren comer huevos frescos, pero les molesta el canto del gallo de madrugada y el cacareo de las gallinas; quieren degustar productos de la huerta, pero se quejan al paso de la maquinaria agrícola con la que se trabaja la tierra, en fin, quieren vivir en la naturaleza, pero en una naturaleza muerta, insonorizada e inodora», reza el texto de la proposición que señala que también hay ruidos de máquinas que se usan en el trabajo de campo y que son inseparables del trabajo allí.

La iniciativa del PP recoge un listado de los sonidos de animales que deben ser protegidos, esto es: «Vacas caballos, burros, cerdos, cabras ovejas, gallos, gallinas, , palomas, patos, gansos, pavos, ocas, perros, gatos» y cualquier otra especie que se incorpore a las actividades propias del mundo rural. También de los olores que quedarían amparados por la ley que serían: «a estiércol y purines, a cubiles, a gallinaza, a silo, a humo, y a pelo quemado».

Pero además, la propuesta incluye también un listado concreto de los ruidos de maquinaria para las labores del campo indicando que serían: «cadenas, camiones, cencerros en sus diferentes tamaños y denominaciones, desbrozadoras, empacadoras, motosierras, ordeñadoras, otro tipo de utensilios, maquinaria y herramientas similares propios de la actividad agrícola y ganadera, radiales, relojes y campanas, segadoras, taladros, talleres de soldadura, tractores, vehículos de transporte».

Todo ello constituye el «Patrimonio Sensorial Rural Asturiano», que la propuesta de ley pide que sea protegida por la administración del Principado, también por concejos y parroquias «poniéndolos a resguardo de cualquier cuestionamiento, intromisión o ataque externo», siempre eso sí que se acomoden a los usos tradicionales y que no provoquen perturbaciones anormales.

 En su bucólica exposición de motivos se insiste en que «la vaca muge y hace sus necesidades donde el cuerpo se lo pide, los caballos relinchan, los perros ladran, y lo hacen cuando lo tienen a bien, sin pautas preestablecidas que puedan ser controladas por el hombre. Son sonidos y olores naturales que forman parte del acervo cultural rural, distintos y, sin duda más saludables que los ruidos, que no sonidos, que se producen a diario en la ciudad y a horas intempestivas como las sirenas de las ambulancias, los coches de la policía o de la basura, o los olores perjudiciales para la salud que emanan de los tubos de escape de los vehículos a motor, sin que nadie los cuestione».