La crítica situación del salmón en Asturias: «No se pueden pescar más ejemplares»
ASTURIAS
El biólogo David Álvarez defiende que se imponga la veda ante el declive poblacional. Lamenta además que la tradición de capturar «el campanu» se mantenga con vida a costa de llevar a la especie a la extición
08 may 2025 . Actualizado a las 10:28 h.El primer salmón que se pescó este año en Asturias fue el que más tardó en salir a tierra de los últimos años. Cuatro días hábiles pasaron desde que se inició la temporada de pesca en la región hasta que fue capturado en las aguas del río Narcea. La espera ha sido inusual ya que, de acuerdo con los registros actuales, esta codiciada pieza, que alcanza precios muy altos en la tradicional subasta, suele ser atrapada a las pocas horas de dar comienzo la campaña. De igual forma, el «campanu» del Sella también se hizo de rogar, mientras que en otros ríos salmoneros de la comunidad aún no se ha capturado ningún ejemplar.
Si miramos lo que dicen los números, a estas alturas de la temporada, en 2019 ya se habían pescado «más de 30 salmones». Esta cifra, aunque en sí es baja, queda muy por encima de los registros actuales. Pero, por supuesto, está muy lejos de las capturas que tuvieron lugar hace 20 o 30 años. Este 2025, sin embargo, apenas se han contabilizado media docena de ejemplares en todos los ríos de Asturias. Hasta la fecha, ni el Cares ni el Eo han registrado ninguna captura, el Sella solo ha dado un salmón y el Narcea, cinco. Unos datos que preocupan y mucho a los expertos.
«Llevamos tiempo avisando de que esto no puede seguir así», asegura el biólogo David Álvarez. Pero, ¿por qué apenas se pescan salmones? ¿A qué se debe esta situación? «Eso que dicen del cambio de ciclo es una manera de ocultar la realidad. Pero la verdad es que cada vez hay menos salmones y, por tanto, cuesta más conseguir “el campanu”. Y más que se tardará porque desgraciadamente se están sacando los escasos ejemplares que están subiendo, con lo cual estamos acabando con los pocos reproductores que hay», advierte el experto.
De agua dulce y salada
El salmón tiene una característica que no comparten otros peces de mar: es una especie anádroma, lo que significa que nace en los ríos, pero pasa la mayor parte de su vida en el mar, donde se alimenta y crece. Sin embargo, cuando llega el momento de reproducirse, regresa al agua dulce para desovar. Es durante esta migración de regreso a los ríos cuando muchos salmones son capturados, sin haber terminado su ciclo reproductivo ni haber dejado reemplazo generacional.
«En pesca se suele establecer una talla mínima que coincide con la edad de primera reproducción, para que así los ejemplares tengan al menos una oportunidad de reproducirse antes de ser pescados. Pero, en el caso de los salmones, la mayoría de los individuos que remontan los ríos aún no se han reproducido, por lo que al capturarlos en ese momento se están eliminando potenciales reproductores», aclara el profesor de la Universidad de Oviedo que estudia los salmónidos desde hace más de 25 años.
Los factores de riesgo
Pero, esto no quiere decir que los pescadores sean culpables de tal declive. Que la población de esta especie haya disminuido de forma drástica se debe, principalmente, a la degradación del hábitat. «Las presas hidráulicas, como los pequeños obstáculos obsoletos que quedaron de antiguas derivaciones industriales o molinos ya desaparecidos, impiden que muchos salmones accedan a todo el espacio disponible en los ríos», explica el biólogo. A esto hay que sumarle la polución del agua. «Antes el río estaba contaminado por los lavaderos de carbón y ahora es más bien por fertilizantes y purines, que empeoran la calidad del agua», apunta.
El calentamiento global también representa una amenaza importante. El cambio climático, según el investigador, tiene «un efecto evidente» porque al subir la temperatura de las aguas provoca una disminución del crecimiento de los salmones, una reducción de la producción de huevos y un aumento de la mortalidad. El desarrollo óptimo de esta especie se produce en aguas con temperaturas entre los 6 y los 16 grados.
El cambio climático afecta además «con mayor intensidad» a las poblaciones que se encuentran en los extremos del área de distribución de la especie. «En el caso de Asturias, situada en la cornisa cantábrica, nos encontramos en el límite sur del hábitat del salmón. Por eso, cualquier aumento, aunque sea mínimo, de la temperatura —que tal vez en zonas más frías tendría un impacto menor— aquí tiene un efecto mucho más pronunciado», precisa, antes de señalar que el calentamiento global incrementa la frecuencia de fenómenos extremos como lluvias torrenciales que provocan riadas capaces de arrastrar muchas especies.
«Las medidas de conservación no solo no funcionan sino que van en contra del salmón»
Son por tanto múltiples los factores que están contribuyendo al declive del salmón. Y, aunque el gobierno del Principado aplica políticas para revertir la situación, como la regulación de la pesca, la repoblación de la especie o el control de vertidos, los resultados aún son limitados y el ritmo de recuperación es lento. «El problema es que las medidas no solo no funcionan sino que van en contra del salmón», advierte el biólogo, que señala como ejemplo los cupos máximos de captura.
Siempre se pone un número máximo de peces que se pueden pescar, con la idea de que queden suficientes ejemplares en el río para que se reproduzcan durante el invierno. Sin embargo, «los cupos que se están cogiendo ahora son tan absurdos que casi duplican la cantidad de peces que se están pescando». En el río Esva, según el investigador, se pone un cupo de 20 salmones, cuando en los últimos años se pesca entre «uno y cinco». Por tanto, a su juicio, poner un cupo máximo que es cuatro veces mayor de lo que se pesca es «absurdo». «Es como dar manga ancha para que pesques lo que quieras», apostilla.
Las medidas relativas a la repoblación tampoco funcionan: «se está viendo que la mortalidad es mucho mayor que la de otros animales salvajes». Y encima son «contraproducentes». «Hay muchos estudios, algunos hechos en la Universidad de Oviedo, que confirman que las repoblaciones perjudican a la especie, aunque parezca raro», dice. Esto es debido a que «se están soltando muchos ejemplares que proceden de muy pocos reproductores, con lo cual la variabilidad genética de la especie está bajando». Países como Gales, señala, han prohibido ya las repoblaciones porque los efectos de esta medida son «más negativos que neutros».
Como las políticas de conversación «no están funcionando», el biólogo asturiano insta al gobierno del Principado a cambiar las medidas para garantizar la supervivencia del salmón en nuestra región. Considera primordial prohibir la pesca de esta especie. «No nos podemos permitir el lujo de pescar y matar más salmones», advierte el investigador, que reconoce que la veda no tiene porqué durar para siempre. «Si dentro de unos años se logra recuperar la especie se puede plantear pescar otra vez. Pero tal y como está la población seguir pescando es acelerar su extinción», avisa.
A su juicio, la administración asturiana «no se atreve» a vedar la pesca del salmón «por motivos electoralistas». Mientras que en otras comunidades, como Navarra, sí tuvieron «el valor» de prohibir capturar esta especie para asegurar su conservación. Según apunta el biólogo, desde hace tres años el río Bidasoa está vedado, lo que permite que los pocos peces que logran remontar sus aguas puedan reproducirse. En cambio, «si seguimos pescando, estamos eliminando reproductores y por tanto acelerando su extinción».
«Al final no habrá salmones ni para los pescadores ni para nadie», señala el biólogo, quien no considera justificable capturar salmones solo por conservar una costumbre tan arraigada en nuestra región como es la pesca del «campanu». «Se está manteniendo esta tradición a costa de llevar la especie a la extinción», lamenta y apunta que «hay muchas tradiciones que a día de hoy sería impensable hacer». En este punto reconoce también que hay «muchos pescadores» que están dispuestos a no capturar este pez «porque abogan por su conservación».
Además de prohibir la pesca del salmón, una de las medidas más urgentes es la mejora de su hábitat. «Desgraciadamente, cada vez canalizamos más los ríos y exprimimos sus caudales. Con la actual crisis energética, algunas empresas que antes contaban con aliviaderos —permitiendo un caudal ecológico— están instalando hidrotornillos para aprovechar toda el agua que sale de las centrales, agua que antes regresaba directamente al río. Estos dispositivos, según varios estudios, trituran a los salmones al pasar por ellos. Por tanto, es fundamental dejar de intervenir agresivamente en los ríos, permitir que el bosque de ribera se conserve —ya que aporta vida al ecosistema fluvial— y actuar tanto sobre el hábitat como sobre la especie», dice.
Resulta también crucial que la sociedad sea consciente del peligro que corre el salmón para que actúe en consecuencia. «Mucha gente se sorprende cuando ve los datos del declive que es imparable. Y se sorprende aún más cuando ve que se sigue pescando una especie que hace 30 años se captaron 10.000 en toda la Península Ibérica y ahora solo 500», asegura el biólogo, quien ya lleva años advirtiendo de este descenso poblacional. «Al principio nos llamaban agoreros pero ahora ya se están dando cuenta de que cada vez se está pescando menos porque apenas quedan ejemplares», cuenta.
Este declive del salmón no se observa solo en Asturias: se trata de un fenómeno global. «Las poblaciones de salmón se concentran en determinadas zonas del mar del Norte, principalmente cerca de Groenlandia, y los cambios que ocurren allí también tienen un impacto considerable», asegura el experto. Pero, que sea un problema a nivel mundial no significa que, a nivel local, no debamos actuar. Al contrario, es precisamente aquí donde deben empezar las soluciones.
Eso sí «lo que no se puede seguir haciendo —como ocurre actualmente en Asturias, Galicia y Cantabria— es mantener políticas centradas únicamente en matar cormoranes y repoblar los ríos, cuando los resultados son evidentes: cada año hay menos salmones». «Lo que hay que hacer es mejorar el hábitat y vedar, de una vez por todas, la pesca de la especie», dice tajantemente el biólogo, quien apunta que «cualquier otra especie que no fuera el salmón o la anguila, por ejemplo, estaría protegida desde hace muchísimo tiempo».