Lidia Prieto, madre de un niño con autismo: «Gasto 600 euros al mes en terapias porque en Asturias no hay inclusión real»

Nel Oliveira
Nel Oliveira REDACCIÓN

ASTURIAS

Lidia Prieto junto a su hijo Juan posando con una pancarta reivindicativa
Lidia Prieto junto a su hijo Juan posando con una pancarta reivindicativa

Prieto reclama para su hijo Juan una plaza en un aula abierta para el curso que viene en el colegio Carmen Ruiz-Tilve de Oviedo : «No quiero que mi hijo sea una carga para la sociedad, solo quiero que sea autosuficiente»

20 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Lidia Prieto es la madre de Juan, un niño de seis años con autismo, TDAH y trastorno de conducta. El pequeño ya ha cambiado de colegio hasta tres veces desde que fue diagnosticado con tres años. Su madre, profesora de Historia en Secundaria, lucha contra el sistema educativo para conseguir algo que considera esencial para su hijo: una plaza en un aula abierta que le proporcione estabilidad, apoyos y una educación verdaderamente inclusiva. «Yo no quiero que mi hijo sea una carga para la sociedad, solo quiero que sea autosuficiente», reivindica,

El pequeño Juan fue diagnosticado con trastorno del espectro autista hace tres años. «Yo ya veía que algo no iba bien», recuerda su madre. En la guardería detectaron que jugaba solo y que no interactuaba con otros niños, entre otros aspectos. El diagnóstico finalmente se confirmó de forma privada «ante la lentitud de la sanidad pública». Desde entonces, Lidia ha intentado que Juan reciba una atención educativa adecuada. Pero no ha sido fácil. «Me gasto 600 euros al mes en terapias porque a nivel público en Asturias no hay una inclusión que sea real», denuncia. Logopedia, psicología, pedagogía, y hasta un monitor personalizado de natación que le cuesta 150 euros mensuales porque «en Oviedo no tienen clases adaptadas como sí tienen en Siero, por ejemplo». «Muchos padres no se lo pueden permitir. Y no debería ser así», lamenta.

La primera experiencia positiva la vivieron en el colegio Germán Fernández Ramos, en Oviedo, donde Juan accedió durante el tercer trimestre del segundo curso de infantil a una plaza en aula abierta. Este recurso combina la asistencia a un aula ordinaria con el trabajo personalizado en una clase específica para alumnado con necesidades especiales, en la que hay profesores de Pedagogía Terapéutica (PT) y de Audición y Lenguaje (AL). Allí, Juan recibía unas 15 horas semanales de apoyo, lo que permitió una notable mejora en su conducta y bienestar. «En ese punto todo funcionaba mejor», explica Prieto. Sin embargo, la estabilidad duró poco. A Lidia le concedieron una comisión de servicios en Galicia, por lo que se trasladaron a Tapia de casariego, donde no había aula abierta y los recursos eran escasos. Juan pasó de tener 15 horas semanales de apoyo a apenas 2 horas y 45 minutos de apoyo: «El cambio fue brutal. El niño empeoró muchísimo. No tenía apoyos, estaba en un aula con otros 18 niños, con mucho ruido, y él tiene hipersensibilidad sensorial: no soporta el ruido, el calor, ni estar encerrado».

«No quiero que mi hijo sea una carga para la sociedad, solo quiero que sea autosuficiente»

Al curso siguiente, ya de vuelta en Oviedo, intentaron regresar al Germán Fernández Ramos, pero no les concedieron plaza. Fueron derivados al Carmen Ruiz-Tilve, un centro grande, de línea cuatro, con muchos alumnos y ruido constante. «Le pusieron siete horas de apoyo, pero cada día entraba una persona distinta. Estos críos necesitan rutinas, referencias, no veinte profesores rotando por clase», lamenta: «El mío ha acabado yendo con cascos al colegio, llegando al punto de autolesionarse. Tuvimos que ir varias veces a Urgencias. Esto lo sabe la Consejería de Educación, pero no hacen nada. Y es que además falsean informes en función de los recursos que tengan y no por las realidades de cada alumno». En el Carmen Ruiz-Tilve, su actual colegio, se prevé que queden dos vacantes para el próximo curso. Lidia no entiende por qué su hijo, siendo el único que se autolesiona, no ha sido aún priorizado: «Solo pedimos volver a donde estábamos: 15 horas semanales en aula abierta. Ese es el mínimo que pedimos». Un asunto que a día de hoy está judicializado y a la espera de resolución por parte del Tribunal Superior de Justicia de Asturias (TSJA).

Porque Juan, a nivel académico, «tiene las mismas capacidades que el resto de sus compañeros», explica su madre: «Aprendió solo a leer con dos años y medio». «No tiene adaptación curricular, solo metodológica. Eso significa que el contenido que estudia es el mismo, pero se le adaptan los formatos de evaluación. Lo que necesita es más tiempo para adaptarse y un entorno que no le sobreestimule. Tiene los conocimientos, pero no puede desarrollarlos porque no soporta estar allí», denuncia Prieto, lamentando que «lo que se necesita es una inclusión real», remata.