¿Cuál es el precio máximo al que se puede vender una botella de sidra?: «Si las comparamos es más cara la cerveza»

Manuel Noval Moro
Manuel Noval Moro REDACCIÓN

ASTURIAS

Botella y vaso de sidra sobre una mesa en Oviedo,
Botella y vaso de sidra sobre una mesa en Oviedo, Xuan Cueto | EUROPAPRESS

El debate sobre el precio de la bebida regional sigue vivo en Asturias, pese a la insistencia del sector en que se tenga en cuenta la diferencia de calidad, «el esfuerzo que cuesta» producirla y el mimo que requiere servirla en los chigres

03 sep 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

El sector sidrero tiene raíces muy profundas en la cultura asturiana, y ese gran valor —que entre otras cosas la ha convertido en Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO— tiene como contrapartida ciertas dificultades a la hora de adaptarse a las exigencias del mercado actual. La discusión sobre cuánto ha de costar la botella de sidra es un asunto recurrente desde hace décadas. Cuando la sidra asturiana no tenía la profesionalización que tiene hoy, cuando las botellas no llevaban etiqueta y algunas sidrerías vendían palos buenos o malos según a qué clientes, la cuestión del precio estaba bastante clara: toda la sidra debía costar lo mismo, y los chigreros no podían competir entre ellos poniendo la botella una peseta más arriba o más abajo (por entonces, la discusión era en pesetas) porque los clientes se lo penalizaban.

Con el tiempo, las cosas fueron cambiando, aunque muy lentamente. Aparecieron las etiquetas, los palos malos casi dejaron de existir, y la calidad del caldo fue en aumento (los sidreros de siempre dicen que quizá se haya uniformado demasiado la producción, que es menos diversa, pero ese es otro debate). Además, muchos lagareros empezaron a poner sus miras en la exportación, que siempre había sido el talón de Aquiles de la sidra asturiana, alimentado por el absurdo mito de que más allá del Pajares la bebida perdía toda su gracia. Otro paso importante fue la Denominación de Origen Protegida (DOP) Sidra de Asturias, que llegó en el año 2003. Desde entonces, la DOP garantiza que la sidra está elaborada con manzana asturiana al cien por cien. Y también se ha convertido en un sello de calidad. Hoy ya no es raro que en las sidrerías haya al menos dos tipos de sidra: normal y con DOP, y el precio es distinto para cada una de ellas.

Sin embargo, el problema viene de otro lado. El problema está en que la mayoría de los clientes siguen pidiendo cierta uniformidad en los precios, por más que admitan un precio para la normal y otro para la DOP, y todo lo que sea subirlos en exceso se considera un abuso. Después ha habido prácticas algo más discutibles como servir culetes por 1 euro a los turistas en los sitios más masificados, pero son formas de proceder muy aisladas. Es difícil de explicar por qué el debate sigue abierto y por qué, a diferencia del resto de sectores, el consumidor de sidra pide precios bajos y uniformes. El presidente del consejo regulador de la DOP, Jorge García, se hace, precisamente, esas preguntas, poniendo como ejemplo los sectores del vino y la cerveza. «¿Cual es el precio del vino? ¿Y el de la cerveza? Se puede hablar de medias pero de entrada es complejo determinar el precio de la sidra natural», sostiene.

El precio lo fija el hostelero

En primer lugar, señala que «el precio lo fija el hostelero y es libre, como no puede ser de otra forma, en función de unos costes que tiene; el precio son los costos directos, más los costos indirectos más el margen de beneficio que aplicar, y aquí cada hostelero tiene su estrategia». García recuerda que «en los tres últimos años los costes directos de la botella han subido, la gasolina, la energía, el corcho, el personal, la propia botella y la manzana». Además, apunta una circunstancia importante: «cada vez es más difícil encontrar escanciadores y chigres con barra, y esto sí que es importante de conservar de cara a la cultura sidrera asturiana».

El presidente del Consejo Regulador pide que se valore «el esfuerzo de lo que cuesta hacer una botella de sidra, que a veces no nos damos cuenta: desde el cosechero, plantación de manzanos, cuidados y mantenimiento durante muchos años, la espera a que de frutos, la recogida cada vez más complicada por la escasa mano de obra y transporte, pasando por el tradicional proceso de elaboración: mayado, fermentación, trasiego, maduración, embotellado, transporte al chigre y luego el servicio del hostelero, con su mantenimiento y el icónico escanciado». Lo ideal, en su opinión, «es que cada parte de la cadena de valor obtenga su precio justo: el cosechero, el lagarero y el hostelero». El consejo regulador, con su presidente a la cabeza, cree que «la sidra natural, en general, no es cara, sino todo lo contrario». Basta con compararla con otros productos. Una cerveza o un refresco de 33 centilitros vale de media 3 euros, «es más cara si la comparamos con una botella de sidra de 0.7 centilitros que hay que escanciar, recoger el vacío, limpiar vasos, etcétera».

Por otra parte, un vino de calidad media suele valer 2,5 euros, y salen 6 de cada botella, así que sigue siendo mucho más caro también que la sidra natural. Y una botella de agua roza los 3 euros en establecimientos hosteleros. Pero no solo hay que comparar con otros sectores sino con el propio en otras latitudes. El sector vasco, por ejemplo. La botella de sidra natural en el país vasco cuesta 7 u 8 euros en un establecimiento hostelero. También es cierto que el nivel de vida en el País Vasco es bastante más alto que el de Asturias. Después está una cuestión crucial, que otros sectores lo han tenido claro desde siempre y que la sidra solo está empezando a tener en cuenta muy tímidamente: la calidad del producto. En palabras de Jorge García, «cada lagar debe realizar su estrategia de precios en función de la calidad de su sidra, el origen y el tipo de manzanas que utiliza, etcétera. tratando de posicionarla en el mercado».

El lagarero y hostelero Víctor Ramos, responsable de Sidra Fran, lo tiene claro al respecto: «tendría que haber más diferencia de precios, porque un producto que no diferencia el precio por calidades desincentiva tanto al productor como al consumidor». Si, sea cual sea la calidad, lo vas a vender al mismo precio, es más difícil que el lagarero busque la excelencia, porque no obtendrá recompensa por ella. Y el consumidor valorará menos el producto porque, como se ve en otros sectores, el precio es una referencia muy notable en la consideración sobre si un caldo es bueno o no. Jorge García es optimista en este sentido: «Afortunadamente, cada vez vemos más pizarras en los chigres con esa diferenciación de precios y es hacia donde debemos ir tal y como hizo el sector vinícola poniendo en valor su producto».

La conclusión del presidente del Consejo Regulador es muy clara: «si queremos cuidar a nuestros cosecheros y nuestro campo, si queremos mantener las pumaradas en Asturias y si queremos tener calidad asturiana en nuestra sidra, animamos a los consumidores a tomar sidra con denominación». El eslogan del consejo en la última campaña promocional es «Se nota». Esa diferencia en la calidad es la que, realmente, hace que ajustar el precio merezca la pena.

¿Es cara la sidra? ¿Es barata? Esa no debería ser la pregunta. La pregunta es si una sidra en concreto, tratada y servida de una forma determinada en un lugar concreto cuesta lo que debe costar. Los responsables del sector tienen claro que la sidra dará un paso enorme hacia adelante el día en el que el precio lo fijen tanto la marca y el palo del lagar como la forma en la que los hosteleros la traten. Porque ese es realmente el valor de la sidra, y no hay que perderlo nunca de vista.