Keena, la azafata de vuelo estadounidense afincada en Asturias que sobrevivió a los atentados del 11-S: «Todo por un minuto»

Esther Rodríguez
Esther Rodríguez REDACCIÓN

ASTURIAS

Keena Blum es una de las personas que sobrevivieron al ataque terrorista del 11S
Keena Blum es una de las personas que sobrevivieron al ataque terrorista del 11S

«Es un día que jamás olvidaré. Cambió mi vida para siempre», asegura Blum, una de las personas que logró sobrevivir al ataque terrorista perpetrado en Estados Unidos en el 2001. Su historia resulta especialmente conmovedora

11 sep 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace ya más de 20 años que la sociedad quedó conmocionada con el trágico suceso ocurrido en la mañana del martes 11 de septiembre del 2001 en Estados Unidos. El mundo contuvo la respiración al recibir las impactantes noticias sobre los atentados terroristas contra las Torres Gemelas y el Pentágono. El ataque yihadista dejó más de 2.750 víctimas mortales, convirtiéndose en uno de los más letales de la historia de la humanidad. Para la posteridad quedaron los testimonios de los supervivientes, que siguen estremeciendo, como el de Keena Blum.

La historia de la estadounidense afincada en Colunga muestra cómo, incluso en medio de una tragedia, la fortuna puede sonreír a algunos. En su caso, desde luego, fue así. «Jamás olvidaré ese día», dice aún con un nudo en el pecho esta valiente mujer, que ha logrado cumplir el sueño americano en Asturias. No es de extrañar que se sienta así, sobrecogida, ya que el azar, la casualidad, el destino o quién sabe qué quiso que aquel 11 de septiembre no se subiese en ninguno de los aviones comerciales que fueron secuestrados por miembros de Al-Qaeda. Pero, ¿por qué iba a hacerlo?

Keena había planeado viajar en uno de los aviones que originalmente iban desde el nordeste de Estados Unidos hacia Los Ángeles y San Francisco, hasta que, en pleno vuelo, varios terroristas se hicieron con el control de los mismos. Afortunadamente no se subió a una de las aeronaves. No fue porque no quisiera, sino porque su intención era trabajar como azafata durante el trayecto, y la compañía que operaba la ruta no se lo permitió. Rechazaron su ofrecimiento a ser parte puntualmente de la tripulación en cabina y se quedó, por tanto, en tierra.

Foto cedida por Carmen Payá, una coruñesa que estaba en Nueva York en el 11S
Foto cedida por Carmen Payá, una coruñesa que estaba en Nueva York en el 11S

Esta estadounidense se formó profesionalmente como azafata. Cuando ocurrió el 11-S trabajaba como auxiliar de vuelo en United Airlines. En aquel momento se empleaba en la base de Boston, que al no ofrecer vuelos internacionales le permitió ganar antigüedad «muy rápido». «Solo estuve de reserva durante mis primeros seis meses; sabía cuándo iba a trabajar y en qué vuelos estaría», recuerda, antes de añadir que previamente pasó dos años viajando desde los Cayos de Florida, por lo que un trayecto de 90 minutos, con opciones de vuelo cada hora, no le resultaba «intimidante».

Unos días antes de que tuviera lugar el atentado terrorista, y tras haber aterrizado en Boston al final de su viaje, Keena se puso a buscar un vuelo disponible para el día siguiente, ya que todavía no quería regresar a su casa en Washington D. C., a donde se había mudado. «Había un viaje que realmente me interesaba. Era un servicio de tres días de Boston a Los Ángeles, con una escala de 24 horas. Luego, de Los Ángeles a San Francisco, con otra escala larga. El tercer día era un vuelo transcontinental de vuelta a Boston desde San Francisco», cuenta.

Cuando se le presentó la oportunidad de trabajar en un Boeing 767 desde Boston, Keena intentó por todos los medios añadir esos vuelos a su agenda profesional. Lo hizo por dos motivos: representaba algo «poco común» —la base operaba principalmente aviones de pasillo único— y además ofrecía un ingreso extra. Pero, le resultó imposible. «Por más que lo intenté, no conseguí ese viaje. Era un vuelo al que yo era demasiado junior para poder optar. La única manera de conseguir algo así era estando de reserva o si quedaba libre porque alguien llamaba enfermo», explica.

Lejos de resignarse, siguió buscando la forma para subirse a uno de esos aviones. Contactó con un planificador de vuelos, quien le explicó que no podía volar más de ocho horas dentro de un período consecutivo de 24 horas. «Normalmente, eso afectaba a vuelos transcontinentales seguidos. El viaje que acababa de terminar no lo era: de Denver a Boston. Sin embargo, los vientos en contra hicieron el vuelo mucho más largo de lo habitual (unas cuatro horas)», dice Kena, quien «por un minuto» quedó en condición «ilegal» para volar.

Buscó otros viajes disponibles pero no encontró ninguno que le atrajese, por lo que que no le quedó más remedio que rendirse y regresar a casa. Tenía por delante unos días de descanso, así que decidió aprovecharlos para relajarse y planificar sus próximos vuelos, sin visualizar que aquel período sin obligaciones laborales marcaría una diferencia crucial en su vida. Y lo que menos podía imaginar era que uno de los aviones a los que había solicitado incorporarse como azafata acabaría estrellándose contra las Torres Gemelas.

Imagen del archivo del atentado del 11-S.
Imagen del archivo del atentado del 11-S.

A la mañana siguiente de regresar al calor de su hogar, Keena se reunió en el centro de Washington con una persona que necesitaba ayuda para un trabajo temporal. Durante el encuentro, su teléfono «no dejaba de sonar»; no hacían más que llegarle llamadas y mensajes «sin parar». Sin embargo, hizo caso omiso de los avisos, hasta que, «en la oficina que visitaba, el personal se fue a la sala de descanso a ver la televisión» y, «por supuesto», ella fue con ellos. «No entendía lo que estaba ocurriendo, pero todos sabíamos que había que volver a casa. El Pentágono había sido golpeado y estábamos a solo unas manzanas de la Casa Blanca», relata.

Tomó el metro de vuelta a casa, entre tanto su móvil no paraba de recibir mensajes. «Estaba aterrada y confundida mientras intentaba regresar», recuerda sobre aquel angustioso momento. Una vez que llegó a su vivienda, corrió hasta el ordenador, lo encendió y «lo que había visto en la televisión de aquella oficina ahora estaba en mi propia pantalla»: un avión de United chocando contra el World Trade Center. «El viaje que no pude conseguir lo vi una y otra vez estrellarse contra las Torres Gemelas», añade.

De inmediato entró al sistema de programación de vuelos para obtener información sobre ese trayecto. Pero, para su sorpresa, «había sido bloqueado», por lo que no podía ver quién viajaba en él. «En lugar de dejarme consumir por la pena, empecé a revisar los vuelos que habían salido de Boston esa mañana con destino a D.C. Encontré amigos que habían quedado atrapados en mi nueva ciudad y me puse en contacto para ver quién necesitaba ayuda», cuenta Keena, quien llevó a algunos a hoteles de la zona y a otros a la estación de tren para que pudieran regresar a Boston.

Víctimas de los atentados terroristas del 11S
Víctimas de los atentados terroristas del 11S

Horas después, Keena se enteró de que en ese avión viajaba Robert y Alicia, con quienes hacía apenas unos meses había salido a bajar. Volaba también Al, quien «estaba tan orgulloso de haber dejado la policía para dedicarse al trabajo de sus sueños», además del resto de la tripulación y las varias de decenas de pasajeros. «Ellos eran las personas que hicieron el viaje que yo no pude hacer. Todo por un minuto», lamenta.

Este trágico suceso dejó una huella imborrable en la vida de esta estadounidense, que hoy recuerda esta dura historia desde Asturias. Desde que tuvieron lugar los atentados terroristas en Estados Unidos, su país natal, cada decisión y cada momento cotidiano adquirieron un nuevo valor y significado. «Es un día que jamás olvidaré. Cambió mi vida; perdí la inocencia», asegura quien se ha convertido en una de las supervivientes del 11-S y cuyo relato sigue estremeciendo a quienes lo escuchan.