La nieve retrocede en la Cordillera Cantábrica: los efectos en el agua y el turismo

F. S.

ASTURIAS

Picos de Europa cubiertos de nieve vistos desde el puerto de Luanco
Picos de Europa cubiertos de nieve vistos desde el puerto de Luanco Paco Paredes | EFE

Un estudio de la Universidad de León revela con datos por satélite la mengua y duración en los inviernos

20 sep 2025 . Actualizado a las 23:09 h.

Los inviernos dejan cada vez menos nieve en la Cordilera Cantábrica y esto tiene unos efectos, y no pocos: menor disponibilidad de agua en primavera y verano, con efectos en la agricultura, el consumo humano y la energía hidroeléctrica; alteraciones en los ecosistemas adaptados a la nieve estable; pero también dificultades crecientes para el sector del turismo invernal que liga su oferta a este fenómeno. Son algunas de las conclusiones de un estudio elaborado en la Universidad de León y que ha sido publicado por la revista Cuadernos de Investigación Geográfica.

El informe, firmado por Adrián Melón-Nava y Amelia Gómez-Villar y elaborado con imágenes por satélite de las cotas en diversos periodos, revela que durante los meses de invierno (diciembre, enero y febrero), la extensión de la nieve ha disminuido de manera significativa, especialmente en la vertiente sur y en cotas altas, con reducciones de hasta un 16% por década en algunas cuencas del suroeste. Estudios recientes confirman que los descensos más acusados se producen en diciembre y enero, con una media de caída del 3,5% por temporada invernal. Estos cambios están relacionados con el aumento de las temperaturas y la alteración de los patrones de precipitación, muy influenciados por la Oscilación del Atlántico Norte (NAO).

El inicio y el final de la temporada de nieve también se están modificando. Por encima de los 1.500 metros, la duración de la primera cubierta efímera de nieve se ha reducido en más de 8,8 días por década, y en cotas superiores a 2.000 metros hasta en 12 días. La fusión ocurre antes en altura, acortando la temporada. La fecha del máximo de cubierta nival se adelanta, situándose entre finales de enero y principios de febrero, especialmente a menor altitud. La duración de los episodios más largos de nieve ha disminuido hasta ocho días por década en cotas altas, lo que afecta directamente a las estaciones de esquí cantábricas. Estos centros han sufrido un descenso notable en la duración y estabilidad de la nieve, con consecuencias negativas en la economía local y dudas sobre la eficacia futura de los sistemas de innivación artificial.

Las tendencias detectadas en la Cordillera Cantábrica tienen implicaciones de gran calado tanto en lo ambiental como en lo socioeconómico. La reducción de la extensión y duración de la nieve compromete la disponibilidad de agua en primavera y verano, afectando al caudal de los ríos y, con ello, al abastecimiento humano, la agricultura de regadío y la producción hidroeléctrica. También supone un riesgo para los ecosistemas alpinos, ya que muchas especies de flora y fauna están adaptadas a la persistencia de la nieve y pueden ver alterados sus ciclos vitales. La mayor intermitencia de la cubierta nival incrementa además la vulnerabilidad de estos ecosistemas a fenómenos extremos como sequías o lluvias torrenciales.

En el plano socioeconómico, los cambios son igualmente relevantes. La reducción de los días de nieve y el adelanto del deshielo impactan directamente en el turismo invernal, especialmente en las estaciones de esquí situadas por encima de los 1.500 metros, que ya experimentan temporadas más cortas y con nieve menos fiable. Esto no solo compromete la viabilidad económica de las infraestructuras, sino que también repercute en las economías locales que dependen del turismo estacional. A medio plazo, incluso la eficacia de la innivación artificial puede quedar limitada si las temperaturas continúan en ascenso, lo que obligaría a replantear el modelo de desarrollo turístico en estas áreas de montaña.

Las zonas del occidente y del sur de la Cordillera Cantábrica son las más afectadas por la pérdida de nieve. Antes recibían muchas nevadas gracias a los frentes que llegaban del oeste y del suroeste, pero estos son cada vez menos frecuentes y han sido sustituidos por situaciones de tiempo estable y seco. Además, en estas áreas las nevadas son más irregulares y dependen mucho de los cambios en la atmósfera, lo que hace que la nieve cubra menos superficie y dure menos tiempo.