El beso que todo el Tartiere quería ver

ALFONSO SUÁREZ OVIEDO

AZUL CARBAYÓN

Linares Real Oviedo Carlos Tartiere Lugo Horizontal.Linares besa su muñequera tras el 2-1 ante el Lugo
Linares besa su muñequera tras el 2-1 ante el Lugo Real Oviedo

Linares consiguió por fin juntar todo su trabajo con acierto rematador

07 nov 2017 . Actualizado a las 09:39 h.

Cuando Miguel Linares cabeceó el centro de Saúl Berjón en el minuto 54, el estallido del público del Carlos Tartiere fue especial. No era un simple gol o el tanto que volteaba el marcador. Era una liberación para su autor y para miles de oviedistas. El último héroe del ascenso que sigue en la plantilla estallaba, mezcla de furia, garra y oviedismo.

Su celebración fue triple. La primera, corriendo hacia la afición. La segunda, liberando toda la rabia contenida de los últimos meses en forma de patada a una publicidad. La tercera, la más especial, besando su muñequera negra y señalando hacia arriba. Su gesto, su recuerdo hacia el cielo.

Linares había vuelto. El pichichi del inolvidable año del ascenso por fin veía puerta tras un inicio liguero nada sencillo para él, casi siempre como revulsivo, casi siempre impreciso por jugar en una zona demasiado alejada de su hábitat. En el primer partido como verdadera referencia en el ataque, el zaragozano consiguió un importante gol para él, para el equipo y para la afición.

Más de 5 meses después

El último gol de Miguel Linares en partido oficial fue el pasado mes de mayo, el día 28, en El Nuevo Arcángel del Córdoba. Aquel día, los azules cayeron estrepitosamente por 4-2 y comenzaron a despedirse de sus opciones de playoff. El zaragozano cerró la cuenta con un penalti casi en el descuento.

Desde entonces, irregularidad y varios fallos cara a portería, como los dos remates al palo que ha mandado este año ante Rayo y Albacete y que podían haber supuesto dos empates para los azules. O como el penalti que mandó a las nubes frente al Numancia y que habría supuesto la prórroga. No eran solo los fallos, sino la importancia de los mismos.

Por eso esa celebración rabiosa y enérgica. Por eso esa alegría doble en el oviedismo, ese estallido especial al ver cómo uno de los suyos se liberaba por fin de una pesada losa.

Lo mejor para Linares no es que haya marcado, sino la importancia del gol para su equipo, la recompensa a tanto trabajo y sacrificio silencioso. El mérito de un jornalero del fútbol que gracias a su trabajo consigue tantos.