3. Logroño está en una ruta jacobea en la que disfrutar cada ciudad

CAMINO DE SANTIAGO

Iago GarcíaSenén Rouco

El Camino de la amistad: Peregrinos que se conocieron unas horas antes se convierten en inseparables en la ruta

03 ago 2018 . Actualizado a las 21:02 h.

Opciones siempre hay dos para quien quiere la compostela trazando en bicicleta su camino. Exponerse a los coches, aunque evitando duros tramos de montaña al circular por carretera, o lanzarse a las pistas de los peregrinos de a pie. Vamos a escoger esta última, aunque Paco, ciclista valenciano con quien hemos compartido albergue en Estella nos advierte: entre Torres del Río y Viana, aún en Navarra, el recorrido, además de sinuoso, tiene firme muy irregular. Dado que la llanura protagonizará futuras etapas, nos proponemos aceptar el reto.

A tres kilómetros de la salida, en la fuente del Vino, de Irache (mana de verdad, por cierto), la extremeña Maite Parejo, el valenciano Laureano Coronado y el catalán Rafael Chánez forman el típico trío que da la ruta jacobea: se conocieron hace horas, pero saben que ya serán inseparables más allá del Obradoiro. «Lo hice hace diez años, lo hago ahora y espero repetir dentro de una década», nos dice a lomos de una vetusta mountain bike Laureano. Si cumple su promesa, habrá rebasado los 60 la próxima ocasión. Maite conserva un imborrable recuerdo de la paradisíaca playa de Soesto (Laxe) y piensa intentar mojar allí de nuevo los pies. A Rafael se le ve más introspectivo, le da un trago a la bebida isotónica de Baco y coge fuerzas para volver a liderar el pelotón. 

Señales de precaución

Seguimos comprobando cómo la señalización sigue siendo muy completa, aunque lo cierto es que las espaldas de los romeros son nuestra mejor guía. Están salpicadas por todo el recorrido. Hay una señal muy útil tanto para ellos como para nosotros: advierte de un cruce con carretera convencional a los 50 metros. Son pocas las ocasiones en las que se producen, e inmediatamente se vuelve al Camino, pero cualquier precaución es poca. En Villamayor de Monjardín, adonde llegamos tras tener que subir piñones en una subida prolongada, a Chiang Hsuan, de Taiwán, le llaman la atención nuestras bicis. Su país es el mayor fabricante del mundo de cuadros para ellas, también de la nuestra. «Con las alforjas es más fácil», dice él cargando con una pesada mochila. Tiene razón solo en parte. Es cierto que en su caso, con dolor en su rodilla derecha tras salir desde Roncesvalles, le descargarían de peso en la musculatura; pero es exactamente el mismo que sumamos nosotros en cada pedalada.

No siempre se duerme en una ciudad durante el Camino, y Logroño, nuestra meta hoy, es la última hasta Santiago. En el diario de viaje es importante para quien pare aquí anotar el nombre de la calle Laurel. Puede haber ciertas similitudes con la calle del Franco... pero con la de hace tres décadas. Nada de tiendas de recuerdos y yogures helados de multinacional. Menús del día abundantes, pinchos de autor, locales con esencia de antaño y encanto renovado nos deleitan. Así, va a ser imposible no beber rioja.

«Tenía que devolverle el favor al Camino»

A Yosu, quien prefiere obviar su apellido, el Camino le cambió hace 18 años. Tanto le gustó que decidió directamente establecerse en él, en el alto del Poyo, entre las localidades navarras de Torres del Río y Viana. Quiere conversar con quien pasa, a veces proporciona avituallamiento a cambio de la voluntad y le ha devuelto el favor a la ruta jacobea. En este lugar destaca una escultura, creada por él mismo, que recuerda inevitablemente a las que Man hizo en Camelle (Camariñas) antes de fallecer poco después de que el Prestige tiñese de negro su obra. «Es una manera de expresar mi gratitud», comenta con sus piramidales creaciones pétreas de fondo.  

Yosu mima sus creaciones hechas solo con recursos naturales
Yosu mima sus creaciones hechas solo con recursos naturales Senén Rouco

Sigue los pasos del británico Andy Goldworsorthy, quizás el máximo referente, al menos en su caso, del conocido como land art. Antes de ser creador, ejerció de fisioterapeuta (y confesor) para los caminantes: «Hay uno que desde que salió de un cáncer prometió hacerlo 15 veces. Y lo hizo».

Mañana, cuarta etapa Logroño-Santo Domingo de la Calzada  

Adiós a la montaña navarra sorteando repechos y un firme muy resbaladizo

Etapa marcada al inicio por el ascenso a Villamayor de Monjardín. No va a ser, sin embargo, la peor dificultad. El descenso es de perfil muy técnico y comprobamos cuál es uno de los peores enemigos para el peregrino a dos ruedas: las vías de agua que la lluvia imprime en el terreno. Hay que evitarlas y procurar no seguirlas: si acaban en un árbol, son un trampa muy peligrosa. Antes de llegar a Logroño, entre Torres del Río y Viana, el trazado nos castiga de lleno. Por cada bajada que hacemos, afrontamos varias subidas con fuertes pendientes. Nos bajamos en varias ocasiones de la bicicleta. No tanto por no poder aguantar físicamente. El firme, de piedras muy finas, no ayuda en la tracción, ya perjudicada por el peso de nuestras alforjas. La rueda trasera patina y no nos queda más remedio que apearnos. La entrada a Logroño es más accesible. Un cartel poco antes de la llegada a la capital riojana nos advierte del cambio de comunidad. Una vía asfaltada al rebasar el polígono industrial nos da la bienvenida. Toca descansar. Mañana más subidas: el riojano alto de San Antón.

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