José Ramón Sánchez: «Nunca he tenido la impresión de saber dibujar, sigo aprendiendo»

Fernando Molezún A CORUÑA / LA VOZ

CULTURA

Nuria Cancela

Presenta en el salón Viñetas desde o Atlántico «Moby Dick», su primer cómic, que ha editado con 81 años

11 ago 2018 . Actualizado a las 09:59 h.

Asegura el historietista Ángel de la Calle que «si el franquismo fue una película en blanco y negro, como decía Montalbán, José Ramón Sánchez (Santander, 1936) es quien devolvió el color a nuestro país con aquellos carteles del PSOE para las elecciones municipales del 79». Sánchez, célebre por los dibujos que en los últimos años de la década de los setenta y primeros de los ochenta hacía en programas infantiles como Sabadabadá, acaba de publicar su primer cómic con más de ochenta años. Nada menos que una adaptación de la novela de Herman Melville Moby Dick, que presenta en Viñetas desde o Atlántico.

-Ha tardado lo suyo en llegar al cómic.

-La atracción siempre estuvo ahí. De niño bebía de tres fuentes. La primera, los escasos libros que había en mi casa, clásicos versionados para niños, básicamente. En segundo lugar, el cine. Recuerdo la primera película que vi, con tres años: Escipión el africano, una película italiana a la que me llevó mi tío. Salí de allí impresionado. El cine era una ventana de inspiración, un mundo nuevo. Y, por último, los cómics, que me compraba uno a la semana. Estas viñetas de las memorias son una copia de un cómic llamado El Aventurero. De todos modos, entre mis amigos del barrio tenía fama de raro porque me gustaban El Príncipe Valiente, Flash Gordon, Mandrake el mago y Tarzán, cómics mucho más sofisticados que Roberto Alcázar y Pedrín.

-¿Y por qué ha esperado tanto para editar su primer cómic?

-Es que ya de niño me dije que en cuanto supiese dibujar haría un cómic. Y a lo largo de mi vida nunca he tenido la impresión de saber dibujar. El dibujo no empieza y acaba, no tiene límites, así que sigo aprendiendo.

-Considera, entonces, que ya sabe dibujar.

-En absoluto, pero llegó un momento, con 81 años, que me dije que o lo hacía ya o no me iba a dar tiempo a hacerlo. Aunque todavía no sepa dibujar. Así me metí en esta carrera de comiquero que me lleva de un lugar a otro, este mundo de locos. Locos maravillosos, pero locos. Y mal pagados, porque siempre se ha considerado al cómic un género menor. Nada más lejos de la realidad.

-¿No encontró nada menos complicado que Moby Dick?

-Ya había ilustrado una versión completa de Moby Dick, hice ochenta óleos... Es un texto que me encanta y que conozco muy bien, y por eso creía que lo podría dominar. Al principio quería hacer algo más simple, pero me di cuenta de que la historia requería otra cosa.

-Habla de su pasión por el cine, que dejó patente en su proyecto La gran aventura del cine y titulando sus memorias como El cine de los Escolapios. Una pasión que ha transmitido a su hijo, el director Daniel Sánchez Arévalo. ¿Nunca se planteó trabajar en el cine?

-Lo máximo que llegué a hacer fue soñar con meterme de polizón en un barco que me llevase a San Francisco y allí plantarme ante Walt Disney con mis dibujos y decirle: «Quiero trabajar para usted». Pero esa es toda mi relación con el cine, un sueño, sin más. Bueno, y que el primer trabajo que tuve fue en un estudio de dibujos animados en Madrid que se dedicaba a la publicidad.

-Usted es un referente gráfico para toda una generación que creció con sus programas de televisión.

-Pero no fui consciente de eso hasta hace unos diez años. Pensaba que había hecho un programa muy divertido y didáctico para los niños, y ya está. El primero que me habló de eso fue mi hijo Daniel. En uno de sus rodajes me encontré con que la mayoría del equipo eran niños que crecieron con mis programas. Me mostraron tanto cariño... Yo no era consciente de que había una generación que estaba tan marcada por aquel programa.

Un cómic para concienciar sobre la vulneración de derechos humanos

El salón del cómic de A Coruña es el escenario escogido por Amnistía Internacional para presentar Nai dos desterrados, un fanzine de impecable edición en el que diferentes autores han colaborado desinteresadamente con distintas historietas con el fin de concienciar a los lectores sobre las vulneraciones de los derechos humanos que se producen a lo largo y ancho del planeta.

«O cómic é unha linguaxe perfecta para facer chegar esas realidades ata o público, máis se é a través das viñetas duns artistas comprometidos», explica Margarita González, coordinadora de Amnistía Internacional A Coruña, sobre esta revista que ayer se presentó en la Rúa da BD, el lugar de encuentro de autores, editores, tiendas especializadas y aficionados al cómic de Viñetas desde o Atlántico.

En esta publicación -de la que se reparten más de un millar de ejemplares gratuitos en las casetas que las librerías Alita Cómics, A Gata Tola, Banda Deseñada, Librería Paz, Tótem y Sindicato do Cómic tienen en la feria de A Coruña- colaboran autores como Álvaro López, Belatz, Helena Machado, Hugo San Román, Inés Vázquez, Lidia Cao, Roberto Soler, Urbanoscar y Xan Eguía.

Últimas charlas de Viñetas

Se acerca el final de Viñetas desde o Atlántico. Hoy se celebran los últimos encuentros con autores en el Kiosco Alfonso, en los que participarán José Luis Munuera (18.15 horas) y los gallegos David Rubín y Emma Ríos (19.30). Los tres autores repiten en Viñetas, años después de su primera vez, convertidos en referentes del cómic a nivel internacional; Munuera como uno de los dibujantes más respetados del cómic europeo, y Ríos y Rubín triunfando en el mercado americano, este último nominado en su última edición a nada menos que cuatro premios Eisner.