La fundación Selgas pone a la venta las joyas de su patrimonio artístico

L.O.

CULTURA

La Inmaculada Concepción (detalle), de El Greco
La Inmaculada Concepción (detalle), de El Greco

La salida del «Aníbal vencedor» de Goya al Museo del Prado y el intento de vender un Greco a un museo húngaro reactiva las alarmas sobre la pérdida de patrimonio pictórico en Asturias

01 sep 2021 . Actualizado a las 13:19 h.

La jornada del miércoles fue «un día extraordinariamente feliz» en el Museo de El Prado, en palabras de su director, Miguel Falomir después de que se materializara la donación, por parte de la fundación de amigos de la pinacotena nacional del cuadro «Aníbal vencedor», una obra temprana de Goya, que viene a completar la ya de por sí completísima colección de El Prado sobre el genio aragonés pero que deja un hueco, y no pequeño, en el mucho más humilde patrimonio histórico asturiano.

«Aníbal vencedor» es una obra singular de Goya, pintada en su comienzos, en Italia y con la que intentó concurrir (sin éxito) al concurso convocado por la Academia de Parma en 1771. Lo cierto es que no fue atribuida a Goya hasta mucho tiempo después, hasta 1994, ya que fue adquirida como obra italiana sin nombre a mediados del siglo XIX. ¿Por quién? Por la familia Selgas que lo llevó a su impresionante palacio y jardines en El Pito, en Cudillero, y donde estaba expuesta aunque sólo autentificada desde hace poco más de dos décadas.

La venta desde Asturias, desde la Fundación Selgas-Fagalde, a la Fundación de Amigos del Museo del Prado se concretó en diciembre del año pasado, con toda la actualidad atribulada por las noticias de la pandemia. Pero no pasó inadvertida en el debate político menos aún desde que la Fundación Selgas intentara vender otra obra de gran valor, La Inmaculada Concepción, de El Greco, al Museo de Bellas Artes de Budapest, algo que fue frenado en última instancia por el Ministerio de Cultura, que denegó la exportación.

Las suspicacias parten de que los deseos de los fundadores de la saga de los Selgas eran que su colección de arte no se disgregara y, de hecho, así lo estipularon en los estatutos de su fundación que reza «deberá mantener unido el patrimonio heredado sin permitir la dispersión de ninguna de sus piezas o elementos». Pero la Fundación pasa aprietos económicos, la venta del Anibal de Goya supone una fuerte inyección de fondos, hasta tres millones de euros. Al respecto, el portavoz de Foro en la Junta General, Adrián Pumares, reclamó explicaciones al Ejcutivo asturiano toda vez que está representado en el patronato de la Fundación junto a la Universidad de Oviedo, el Ayuntamiento de Cudillero y el Arzobispado de Oviedo.

«La consejera Berta Piñán está obligada a explicar en qué reunión del Patronato de la Fundación se decidió la venta del cuadro, y cuál fue su voto en representación de toda la sociedad asturiana», declaró Pumares quien incidió en que «ya llueve sobre mojado, puesto que hace poco la Fundación Selgas-Fagalde estuvo a punto de vender el cuadro La Inmaculada, de El Greco, a un museo húngaro, contando para ello con la complicidad de la Consejera de Cultura mediante la delegación de su voto».

Ambas obras tienen una historia peculiar. El Goya temprano no pudo ser atribuido a su autor hasta casi cien años después de su adquisición. Tras ese periplo viajó por primera vez de Asturias a Madrid, como préstamo al Prado para participar en una de las exposiciones programadas con motivo del 175 aniversario de la pinacoteca. La Inmaculada de el Greco tiene una trama más compleja y atribulada sobre su lienzo. Nunca hubo dudas de la autoría y de su extraordinario valor. Le tocó vivir los años de la Guerra Civil y desapareció del palacio de Cudillero en diciembre de 1936, en medio de los combates que acechaban a Asturias. 

Los Selgas tenían bien archivado su patrimonio y, tras el conflicto, pudieron reclamar con éxito al régimen franquista buena parte de sus bienes incautados. Pero no se conocía el destino del cuadro de El Greco hasta que apareció en Estados Unidos. Había salido de España de forma ilegal y fue preciso un largo pleito, y una intervención hasta del FBI, para que la obra regresara a España en el año 1975. No ha pesado poco este esfuerzo del estado por recuperar para el país una obra desaparecida en la negativa del Ministerio de Cultura a autorizar su venta a un museo en Budapest.