«Del Dakar solo disfruté la última etapa»

Nacho G. Ruano REDACCIÓN

DEPORTES

El asturiano Javier Álvarez de celebración tras cruzar la meta del Dakar
El asturiano Javier Álvarez de celebración tras cruzar la meta del Dakar FACEBOOK

El moscón Javier Álvarez regresa a España dolorido pero satisfecho con la hazaña lograda en Perú. Por el momento, no quiere ni oir hablar de nuevos retos titánicos

31 dic 2019 . Actualizado a las 13:29 h.

Exhausto, dolorido y con ganas de retomar la normalidad de su «anterior vida». «El Dakar te cambia, ves todo con otra perspectiva, pero te consume: no tienes tiempo para nada y debes dedicarle todas las horas posibles a esta prueba. Había días que llegaba del trabajo y no me apetecía ir al gimnasio, pero debía hacerlo. Ahora solo quiero descansar y recuperarme de todo el esfuerzo realizado», confiesa Javier Álvarez solo una horas después de hacer historia y convertirse en el primer asturiano en acabar el Dakar y sin asistencia técnica. El único apoyo que tuvo durante toda la aventura en Perú fue la de un amigo, que se convirtió en su confidente, su técnico y su psicólogo.

El moscón, por el momento, no quiere ni oír hablar de repetir en esta legendaria prueba. «Ahora no tengo pensado volver a correr el Dakar ni ninguna prueba de este tipo. Tengo dolores en el cuerpo y el lunes empiezo con el fisioterapeuta para que me ayude a recuperarme de todo lo pasado físicamente. Lo psicológico es más fácil de pasar página, ya que los momentos malos acaban pasando: pero lo físico empieza a hacer mella una vez acabas la prueba», confiesa.

La prudencia fue el acompañante del asturiano en todos los recorridos. «La experiencia es un factor muy importante, ya que ayuda mucho conocer la carrera, el desarrollo de la misma... pero para mí todo era nuevo. Cada persona me decía algo distinto. Ahora sé qué me puedo encontrar. Iba a un ritmo que me permitía ir seguro: tuve muchas caídas, pero ninguna fue importante. Muchas son porque, al subir alguna duna, quedas clavado por la arena y caes en estático», relata. 

Los campamentos se sitúan a final de cada etapa, y en ellos los pilotos se preparan para el día siguiente: ponen a punto las motos, preparan el itinerario a recorrer y se alimentan y duchan para descansar, aunque la tarea de conciliar el sueño sea casi imposible. «Llegas al campamento, si estás muy sediento y con hambre, te duchas y comes algo, luego ya preparas la moto. Yo solía poner a punto mi moto justo al llegar para tener tiempo para comer y ducharme tranquilamente. Pones en marcha el road book (la guía que maneja cada piloto para conocer llegar al fin de cada etapa), luego te duchas y vas a la tienda a descansar. Debido al ruido que existe en el campamento, a raíz de los generadores que posibilitan que haya luz, es casi imposible conciliar el sueño. Luego tienes que levantarte a las 4.00-5.00 horas al día siguiente, ya que las etapas empiezan muy pronto», explica.

A pesar de que llevase la carrera en solitario, la compañía suele hacer acto de presencia en la prueba. «Las motos salimos del campamento de dos en dos cada 30 segundos. Las motos más rápidas casi ni las ves en toda la carrera, pero siempre coincides con otros compañeros que tienen algún problema o hacen alguna parada. Incluso llegas a coincidir con camiones y boogies que llegan de atrás. Por otra parte, los espectadores son muy participativos: para ellos, todos somos importantes, no diferencian entre los mejores y los más lentos. Siempre se acercan corriendo a pedir fotos. Llegan a ofrecer comida y bebida a los pilotos que paran cerca de ellos. Además, el idioma ayuda mucho, ya que en esta zona todo es hispanohablante», señala.

La dureza de la prueba habla del mérito de acabar la misma, ya que «todos los que finalizan son ganadores», como afirma el asturiano. Los elementos son un factor al que hacer frente en la batalla por sobrevivir y no rendirse, incluso en las peores situaciones, como la que vivió el moscón y le obligó a pasar una noche en medio del desierto. 

«En la etapa 5, la primera de las consideradas maratón, tuve que dormir en el desierto. Me hallaba a horas antes de caer la noche subiendo una duna, pero para ser capaz de ascender por las más grandes, debes ver su final y, aunque la luz de la moto es muy potente, no acerté a vislumbrar la parte final de la duna. Subiendo a ciegas corres el riesgo de encallar y caer, produciendo un accidente grave. Decidí entonces dormir en medio del desierto y esperar a la mañana para retomar el camino. Podría haber activado la valija para llamar al helicóptero de rescate para que me sacaran de ahí, pero eso significaba la descalificación. Me levanté a las 5.30 de la mañana y realicé el resto de la etapa para llegar al campamento a las 10.00», narra.

El final del Dakar es la etapa más dulce para los pilotos, «y la única que disfrutas», apunta Álvarez. «Es una etapa hecha para los espectadores y los pilotos, como la de los Campos Elíseos en el Tour de Francia. Cuando llegas a la meta se te pasa muchas cosas por la cabeza: momentos buenos y malos, mucha emoción y el saber que todo ha pasado», comenta, y valora mucho el tener una compañía que le apoyase día a día al finalizar cada etapa. «Uno de mis amigos me estuvo acompañando durante toda la carrera, y me preguntaba que qué tal estaba y si necesitaba cualquier cosa una vez acababa cada etapa. Es muy importante tener alguien con quien hablar y que se preocupa por ti», sostiene.

El asturiano confiesa que, a pesar de la complejidad de la legendaria carrera, «me la esperaba menos dura».  «Cada año cambia el Dakar: me lo esperaba menos duro, creía que disfrutaría más de la prueba», señala Javier Álvarez, que afronta el reto de volver a la normalidad tras cosechar un éxito que se fraguó hace más de cuatro años, cuando un raid en Marruecos le hizo despertar el interés por correr el Dakar: una prueba que ya habla asturiano.