Tiger Woods, la increíble caza del Oso Dorado

DEPORTES

LUCY NICHOLSON

Tiger sigue la titánica lucha por alcanzar los 18 «grand slams» de Nicklaus, que cerró su cuenta a los 46 años en Augusta

14 abr 2019 . Actualizado a las 23:07 h.

En el dormitorio del niño Eldrick Tont Woods (Cypress, California, 1975) un póster le recordaba cada día algunas de las barreras que había derribado Jack Nicklaus antes que ningún otro golfista. La lista de hazañas del gran dominador del golf durante los años 60 y 70 suponía una motivación. «Si puedo batir cada edad a la que él lo hizo, entonces tengo una oportunidad de ser el mejor», explicó hace cuatro años que pensaba de chaval. Entonces, cuando se refirió a la anécdota del póster, el Tigre había interrumpido la mítica caza del Oso Dorado, uno de los grandes pulsos intergeneracionales de la historia no ya del golf, sino del deporte. Uno había detenido la cuenta de grand slams en los 14 que alcanzó cuando ganó el US Open del 2008 a los 32 años; el otro había establecido su hito de 18 majors a los 46, con un epílogo maravilloso en Augusta con el que nadie contaba ya. Esa consecución de un imposible une ambos éxitos. El número 15 de Woods llegó después de una homérica pelea de amor propio para recuperarse después de un infierno de lesiones y operaciones de espalda y rodilla; el que cerró la cuenta de Nicklaus rompió una barrera no ya mental, sino biológica, la de los grandes éxitos pasados los 45 años. Después de la exhibición de los cuatro últimos días en el Masters, ¿alguien se atreve a dar por descartado que Tiger alcance a Nicklaus?

El número de grand slams actúa como primer indicador para medir el impacto de un jugador en su época. El ritmo al que Woods fue encadenando títulos ?incluido su particular Tiger Slam del 2001, cuando ganó los cuatro majors seguidos, aunque a caballo entre dos años naturales? superó durante gran parte de su carrera al de Nicklaus. La precocidad le acompañó hasta que en el 2008 ganó el US Open y, un año después, entró en una espiral de problemas personales y físicos que le llevaron a desaparecer de los mil primeros lugares del ránking mundial.

Ahora, en la lucha contra tiempo, Tiger va por detrás de Nicklaus, cuyo decimoquinto grande cayó a sus 38 años. Pero a favor de Woods, pese al martirio al que las lesiones han sometido a su cuerpo, juega el aspecto mental. Vive ahora la bola extra de su carrera. Porque hace apenas dos años no podía ni caminar. Después de 10 temporadas de rendimiento irregular, pero también con etapas brillantes, todo lo que lleguea ahora para Tiger será casi un regalo. El 2019 continúa en el Campeonato de la PGA de Bethpage, el US Open de Pebble Beach ?ambas plazas donde ya ganó otros majors? y el Open Británico de Royal Portrush. 

Un atleta y un artista al mismo tiempo

Cuando Tiger Woods ganó el Masters de 1997, desató un terremoto que sacudió todas las estructuras del golf. Aquel atleta llegaba para destrozar los campos con su pegada, su cuerpo atlético y su talento para encontrar greenes con palos cortos con los que resultaría más sencillo arañarle golpes a los recorridos. Aquel temblor obligó al rediseño de campos, porque la tendencia que Tiger se convertiría en el nuevo canon del golf.

Pero Woods es mucho más. Un atleta que también encierra un artista dentro. Desde siempre tuvo un don para el putt, el golpe más sutil de todos. Esa suerte le había abandonado este año, así que el eterno perfeccionista buscó el consejo de Matt Killen, un gurú del juego dentro del green.

El Masters 2019 supone un compendio de sus virtudes: golpes de recuperación, juego corto, putt... Una delicia que se recordará durante décadas..