Las pedaladas del asturiano que valen 15.000 euros

Graciela M. Camporro REDACCIÓN

GIJÓN

La aventura de Nicolás Merino, que ha logrado recaudar 1 euro por cada kilómetro que recorrió en bici desde Gijón a Kenia. Durante el trayecto contrajo la malaria y tuvo problemas en las aduanas

18 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Salió de su casa en Gijón el pasado 30 de octubre para cumplir el gran reto de recorrer en bicicleta los 10.000 km que separan Asturias de Tala, una pequeña aldea de Kenia. Después de 171 días de trayecto, Nicolás Merino ha puesto fin a esta gran aventura, cuyo objetivo era recaudar fondos para la ONG Kubuka y dar a conocer la realidad que se vive en el continente. Durante todo este tiempo ha tenido que pasar por todo tipo de adversidades, desde enfermedades como la malaria, hasta atropellos y problemas con el visado. Aún así, el esfuerzo ha merecido la pena y es que las pedaladas de este gijonés han conseguido recaudar 13.000 euros. «Cuando salí de casa sabía que llegaría a Kenia, siempre creí en esto, pero nunca pensé que podría recaudar 1euro por kilómetro», comenta.

Un viaje lleno de experiencias

Para Merino, este recorrido por diez países africanos ha sido mucho más que un simple viaje que se pueda hacer en cualquier otro medio de transporte, ya que la bicicleta le ha permitido avanzar «de una forma más o menos rápida y a la vez poder tener contacto directo con la gente, la cultura y la forma de vivir». Durante estos cinco meses y medio ha vivido en primera persona experiencias inigualables que le han cambiado la manera de ver la vida y es que como el mismo afirma, a pesar de la situación en la que viven, «la gente de allí tiene siempre una sonrisa en la cara. La felicidad y la sonrisa es algo que llevan dentro».

Este viaje no ha sido nada fácil, aunque en ningún momento pensó en renunciar. A lo largo de todo este recorrido ha tenido que enfrentarse a enfermedades, noches sin dormir, problemas con la bicicleta o encontronazos con animales. Su peor momento lo vivió cuando contrajo la malaria. «Después de pedalear los 15 peores kilómetros del viaje muriéndome, llegué a un hospital donde caí durante 4 días con vómitos, diarrea, altas fiebres y sin fuerza alguna». Este no es el único problema grave al que ha tenido que hacer frente durante todo el trayecto. Uno de ellos tuvo lugar en Benín, cuando cruzó la frontera sin el visado. «Me lo habían sellado como finiquitado, por lo que no podía volver. Estuve una semana por el país siendo un inmigrante sin papeles, hasta que el cónsul de España me solucionó el problema y lo recuperé», comenta.

Pero Merino, no solo ha tenido que lidiar con problemas gubernamentales o de salud, sino que también su bici le ha causado más de un dolor de cabeza. Desde su salida de Gijón, llegó a pinchar hasta en 12 ocasiones y sufrió dos atropellos. A todo esto hay que sumarle otra serie de pequeñas adversidades como la comida y la bebida y es que como el mismo reconoce, encontrar agua corriente en África es muy difícil, por lo que muchas veces tuvo que beber agua no potable. «Uno no es africano hasta que tiene cien diarreas y a mí poco me queda». Además, lo animales salvajes han sido también una de sus preocupaciones. En una ocasión, mientras estaba durmiendo bajo un palmeral, comenzó a oír como todo el pueblo rodeaba su tienda gritando. Cuando asomó la cabeza pudo ver a una serpiente venenosa de tres metros.

Un trayecto para el recuerdo

Si con algo se queda este gijonés después de esta gran aventura es con la hospitalidad de los que viven allí. Reconoce que los africanos son muy diferentes a los europeos y que lo poco que tienen lo comparten. Durante su trayecto por el continente, este joven tuvo las puertas abiertas de las casas para poder comer y dormir, sin importarles que fuese extranjero. «Os aseguro que no es una utopía. Aquí la gente se preocupa por los demás. Si hay un plato para comer, de ahí come todo el que esté presente», comenta.

También recuerda con mucho cariño su última noche en Guinea Conakri con Ferrán, otro cicloturista catalán, cuyo proyecto se llama Pedaleamundo. Esa noche, ambos pudieron disfrutar de una fiesta en el pueblo que se alargó hasta la madrugada. «Bailamos las típicas canciones africanas hasta no poder más, mientras bebíamos vino de palma. Era un pueblo en la montaña y la luna iluminaba la fiesta. Fue un momento mágico», afirma.

Una recaudación inimaginable

Pero quizás lo mejor de toda esta experiencia fue la llegada al orfanato de Kenia. El último día, el presidente de la ONG Kubuka, Alvaro Perez-Pla, y su primer microcrédito en Kenia, Rafiki, lo acompañaron en sus última pedaladas. A falta de cinco kilómetro, les pidió que lo dejasen solo para poder disfrutar de la última etapa de su reto. «Quería poner mi música y recordar todos los momentos del viaje antes de llegar. Poco a poco la emoción fue entrándome en el cuerpo, hasta que llegué a la puerta de LishanToto, -nombre del orfanato de Kubuka- y rompí a llorar. Fue uno de los mejores momentos de mi vida sin duda», comenta.

Allí pudo reencontrarse con todas las personas que había conocido tres años atrás, los mismos que le inspiraron para llevar a cabo este reto. Su esfuerzo no fue en balde y es que lo que este gijonés no se esperaba era recaudar tanto dinero. Cada kilómetro en la bicicleta supuso un euro para la ONG, lo que al final del trayecto supuso 15.000 euros, 10.000 más de los que él esperaba. El dinero irá dedicado a la construcción de los baños para el orfanato y de un módulo más con capacidad para otros 18 niños; para cooperar con la compra de un vehículo que dé alas al proyecto social de reciclaje que tiene Kubuka y para un microcrédito con una señora de la comunidad a la cual le mejorarán la tienda que posee.

Por el momento, Merino continúa en Kenia donde coopera con varios colegios de Nairobi y supervisa varios de los proyectos que Kubuka lleva a cabo en la zona. Además, siempre que puede se acerca al orfanato. A pesar de que esta es su segunda casa, reconoce que tiene ganas de volver a Asturias para ver a su familia y comer un buen cachopo, aunque cada día que pasa echo más de menos estar encima de la bicicleta. «Esa vida en la que los kilómetros pasan mientras conoces diferentes culturas, gentes, comidas... ». Eso sí, lo que este joven tiene muy claro es que esta aventura no será la única y que la siguiente está a la vuelta de la esquina.