La cuestión catalana se cuela en el Campeonato de Pinchos de Gijón

J. C. G. GIJÓN

GIJÓN

Dos restaurantes participantes en la competición se inspiran en el conflicto del momento para sus dos propuestas: «Pig 'Demont'» y «Españolito»

09 nov 2017 . Actualizado a las 21:13 h.

Estaba cantado. La situación catalana tenía que colarse en el Campeonato de Pinchos de Gijón, donde siempre suele haber alguna antena atenta a la actualidad del país, y no poca gracia para llevarla de los informativos a la barra de los bares, cafés y restaurantes gijoneses. Las dos posturas -la independentista y la unionista- han inspirado dos de los bocados que se medirán desde el viernes hasta el día 19 en una disputada competición donde el ingenio también cuenta a la hora de hacerse notar en una lista cada vez mayor, que este año incluye 119 sugerencias. De una parte, el restaurante El Trasiego se ha inspirado con el expresident de la Generalitat para sacarle partido a su apellido y bautizar su pincho como «Pig 'Demont'»; de otra, el restaurante Casavella ha traspuesto a tapa las banderas españolas que estos días ondean en no pocos balcones y ventanas para una propuesta llamada «Españolito». Además de su referencia a la actualidad política, los dos pinchos tienen algo en común: se basan en el cerdo. Y sus autores, también comparten algo: la absoluta inocencia política de sus invenciones, con las que, aseguran, no quieren ni defender ni ofender a nadie. Los dos hosteleros se ponen así en la estela de otros ocurrentes empresarios gijoneses del sector de la alimentación, como el fabricante del ya famoso licor de crema catalana «Artículo 115».

El fundamento del pincho Antonio Rodríguez, del Casavella (un nombre, por cierto, muy catalán), es el venerable pincho moruno, que ha combinado con tomate cherry rojo y amarillo, o rojo y gualda para el caso, replicando la distribución de colores de la enseña nacional. Está a la espera de conseguir un último toque que redondearía la gracia del plato: una base de pan prensado con la forma del mapa de España, pero aún no tiene claro si la idea llegará a redondearse. Por su parte, Paloma Fernández de la Vega, la autora del pincho de El Trasiego, aprovechó el gusto por los juegos de palabras que dice compartir con su familia para sacarle partido a una impresora de obleas con tinta comestible. Así ha confeccionado el envoltorio de una fajita de carrillera guisada en el que, con la ayuda de una amiga, ha dibujado un cerdito de tebeo con un inconfundible flequillo y una etiqueta en el rabo con el nombre del pincho. Una reducción de licor de bellota -«el alimento favorito del cerdo»- completa el plato. La expectación entre la parroquia es tal, que la impresora de obleas no da abasto.