«Nunca, nunca, estuvo solo. Nunca, nunca, sintió dolor»

N.M. REDACCIÓN

GIJÓN

Marta Nonide, médico de emergencias
Marta Nonide, médico de emergencias

Marta Nonide, la médica que atendió a Juan Fombona en UVI móvil, comparte en su blog duras palabras para el autor del atropello

08 dic 2017 . Actualizado a las 15:29 h.

«Lo siento, lo siento, lo siento...», es lo que suele escuchar Marta Nonide, médica de UVI móvil, cuando se produce un atropello; palabras que no escuchó esta vez cuando fue a atender este sábado a Juan Fombona, el gijonés al que atropellaron en Somió y huyó del lugar del accidente. Nonide, que ya había atendido a Germán Fernández -el joven herido en la pelea de Fomento-  el pasado julio, comparte en su blog los sentimientos que le produjeron llegar al lugar del accidente y ver a Fombona tirado en el suelo y que el autor de los hechos no estuviera alrededor.

«Los padres de Juan y mis padres eran amigos de toda la vida. Yo pasé con Juan y su familia todos los veranos de mi infancia en la playa de San Juan», cuenta mientras rememora que era el pequeño de su grupo de amigos. Nonide lamenta que le tocase a ella encontrarlo así, en esas condiciones, el pasado sábado pero que, al menos, pudo contarle a sus padres que su hijo no estuvo solo en ningún momento desde que el vigilante oyó el estruendo y acudió al lugar del accidente o que no había sufrido en absoluto: «Le atendimos, le cogimos de la mano, le hablamos, le tapamos. Estuvimos a su lado hasta que su corazón dejó de latir. Le acompañamos todo el tiempo que pudimos hasta dejarle en manos de los siguientes compañeros que le ofrecieron ya los últimos cuidados. Nunca, nunca, estuvo solo. Nunca, nunca, sintió dolor. No todas las familias tienen la posibilidad de saberlo con seguridad. Es lo único que yo he podido hacer por él, por ellos».

Tras estas palabras Nonide se vuelve directamente en contra del autor del atropello e, impulsada por lo indigno de su cobarde acto, le escribe: «Tú eres un cabrón. Un cobarde. Un miserable inmaduro que nunca debió tener entre sus manos un arma tan poderosa como es un vehículo, porque no ha sido capaz de afrontar las consecuencias derivadas de su uso. Un impotente, que no ha podido imponer su sentido del deber a sus instintos de huída. Un mierda».

Nonide no escatima en rabia cuando le desea todo el sufrimiento que han sentido los que atendieron al herido, el que sienten ahora sus padres tras su fallecimiento, el que ella misma siente por perder a su amigo, pero multiplicado hasta el infinito. Porque, para ella, nada justifica esa huida tan cobarde, ni el alcohol, ni las drogas, ni un simple hecho accidental. Si bien, Nonide es consciente de que es posible que sus palabras no le importen lo más mínimo a ese «valiente», como le llama con ironía, «pero a lo mejor, si saco mis sentimientos afuera, pueden viajar por el aire y alcanzarte. Por si acaso, yo lo intento», finaliza.