En este bosque todo será (y ya es) comestible

Elena G. Bandera
Elena G. Bandera REDACCIÓN

GIJÓN

Vicente García, Rafa Echeverz, Xicu Xabel González, Ana Izarzugaza e Isabel Alonso, coordinadores y voluntarios del espacio permacultural de Laboral, preparan uno de los gremios del bosque comestible.Vicente García, Rafa Echeverz, Xicu Xabel González, Ana Izarzugaza e Isabel Alonso, coordinadores y voluntarios del espacio permacultural de Laboral, preparan uno de los gremios del bosque comestible
Vicente García, Rafa Echeverz, Xicu Xabel González, Ana Izarzugaza e Isabel Alonso, coordinadores y voluntarios del espacio permacultural de Laboral, preparan uno de los gremios del bosque comestible Elena G. Bandera

Medio centenar de voluntarios participan en el espacio permacultural de Laboral, gestionado por la asociación Apasos para regenerar el suelo de la escombrera utilizada durante las obras del edificio. En solo un año ya crecen centenares de árboles y plantas diferentes

14 dic 2017 . Actualizado a las 14:52 h.

Un bosque en el que todo sea comestible. En el que todo lo que se haya plantado o simplemente haya brotado trabaje para que el bosque funcione de manera conjunta, genere su propia economía, reduzca el efecto invernadero y, sobre todo, mantenga los beneficios de un sistema tan sostenible como la propia naturaleza. Así es el bosque comestible que, desde hace un año, se está creando en el espacio permacultural de Laboral, en Gijón. Ocupa casi 6.000 metros cuadrados en uno de los extremos del complejo, en las inmediaciones de la zona que iba a destinarse a hotel de cinco estrellas, y hasta hace un año estaba lleno de maleza y zarzas. 

En los años 50, durante la construcción del edificio de Cabueñes, había sido además el lugar en el que se fueron acumulando los escombros y los restos de la obra. Hoy, pese a que un bosque comestible no alcanza su apogeo hasta pasados cinco años, ya comienza a dar sus primeros frutos. «Era la escombrera de la Laboral, un espacio que estaba abandonado. El reto es intentar regenerar el suelo y que aquí salga un bosque del que puedas coger alimentos», explica Xicu Xabel González, técnico agrícola y miembro de Apasos, una asociación de pequeños agricultores, unidos por su inquietud por aprender nuevas técnicas agro-ecológicas que ayuden al desarrollo rural y periurbano, que coordina este espacio permacultural. 

¿Qué es un bosque comestible?

«Un bosque comestible es un agroecosistema en el que se imita la estructura de un bosque. Es decir, los árboles y las plantas que lo integran van de mayor a menor medida y funcionan en conjunto, pero también individualmente. Hay unas plantas que fijan nitrógeno, que son las que abonan el árbol, el árbol trabaja el suelo y da sombra o protege del aire a otras plantas… Luego hay flores que atraen insectos que van a combatir las plagas. Hay otras que evitan enfermedades como la salvia o una cebolla, que evitan que haya hongos y a la vez son comestibles. La idea es que todo sea comestible», explica González.

Una vista general del bosque comestible de Laboral..Una vista general del bosque comestible de Laboral.
Una vista general del bosque comestible de Laboral. Elena G. Bandera

La idea de crear un espacio de estas características en el entorno del complejo de Cabueñes surgió a raíz de los talleres infantiles de horticultura que impartía Lucía Ríos, también miembro de Apasos, en uno de los patios del edificio. «El problema era que el patio, que está en la zona de FP, tenía sol menos de cuatro horas al día y no prosperaba nada», recuerda Rafa Echeverz, también de Apasos. «Un día hablando sobre permacultura con Alejandro Calvo (gerente de Recrea, la sociedad pública que gestiona Laboral) nos comentó que existía este terreno y que sería interesante intentar regenerar el suelo y convertirlo en un bosque comestible», explica Echeverz.

Hoy, además de que acoge los talleres infantiles que se organizan una vez al mes, se ha convertido en un espacio en el que, cada 15 días, se van reuniendo parte del medio centenar de voluntarios que colaboran en el proyecto, que está abierto a nuevos participantes. «El programa de voluntariado, a través del Principado, nos permite enseñar a quienes se van apuntando y todos vamos aprendiendo, experimentando y trabajando», dice Echeverz, que añade que a partir de enero además se impartirán talleres de diversas técnicas agro-ecológicas para adultos.

¿Cómo se organiza un bosque comestible?

Uno de los últimos talleres infantiles, por ejemplo, fue el dedicado a la inoculación de troncos de madera para producir setas shiitake. En el espacio permacultural conviven varias zonas de cultivo, en las que se van experimentando diversas técnicas como por ejemplo la producción de alimentos en el menor espacio posible (1 metro cuadrado), con los gremios del bosque comestible. En permacultura, se llaman gremios a la asociación de varias plantas que, como en los oficios humanos, aportan sus propiedades y trabajan para conseguir un bien común. Y son 14 los que existen en el bosque comestible de Laboral, todos con un árbol principal.

El diseño, visto desde arriba, del espacio permacultural de Laboral..El diseño, visto desde arriba, del espacio permacultural de Laboral.
El diseño, visto desde arriba, del espacio permacultural de Laboral.

Por ejemplo, en el caso del manzano, también tiene asociado un tomate de árbol o tamarillo, amaranto, colirrábanos, berzas, hierba topera, hinojo, amaranto, tréboles, cebollas… «Los tréboles fijan nitrógeno y las flores atraen a polinizadores y algunos depredadores como mariquitas», explica González, «cada gremio funciona como un minobosque». En otro gremio, ‘liderado’ por un naranjo, también se han plantado cardos, alcachofas, salvia piña, caléndulas, una jara, malvas y berros silvestres que han aparecido solos. En un tercero, el árbol central es un tipo de acacia que como fruto da guisantes comestibles, y está rodeada, entre otras plantas, por yacón, un tubérculo de los Andes que sabe a pera. 

Y así hasta centenares y centenares de plantas diferentes que se reparten por las diferentes zonas de cultivo, todas cubiertas con triturado de castaño, que protege de los caracoles y aporta materia orgánica. «Al principio, cuando entramos la primera vez, echamos al menos sesenta especies diferentes de semillas de flores», recuerda González. «No había nada, solo escombrera, plantas invasoras y zarzas. Ahora hay de todo. Echamos tierra y compost y ya se ha conseguido que las plantas que van muriendo vayan generando suelo. Se ha hecho muchísimo», asegura.

Incluso se ha construido un biolago, un estanque con plantas acuáticas en el que ya conviven centenares de pequeños peces. «La idea era capturar agua y hacer un reservorio de vida», explica González. Para ello, tuvieron que retirar todo el escombro que había y utilizar cal y arcilla para fijar las paredes del pequeño estanque, cubierta por una lámina de caucho y otra de malla antihierba. No hay nenúfares porque no es época para ellos, pero salen todos los años. «La idea en permacultura es que sean plantas perennes, que salgan año tras año y no tengas mantenimiento». 

Kiri, el árbol que crece un metro al mes para salvar al planeta

Otra clave es aprovechar las propiedades de todas y cada una de ellas. Incluso de las que, en apariencia, pueden considerarse malas hierbas. «No hay tal cosa; tienes que permitir que salga la planta», explica González, que pone como ejemplo el uso que le están dando a una hiedra terrestre, que sale sola y que hace de cobertera, o a cardos que se cortan pero dejándoles la raíz para que siga trabajando el suelo. También se están utilizando trepadoras que ya existían para que suban por ellas otras nuevas plantas, como un kiwi baby. 

Hay tanta variedad de plantas y árboles que incluso proceden de climas tropicales, como pasifloras, el chayote o patata de árbol y un lluzu recién plantado, que es un limón japonés que está de moda en la cocina y que, además, aguanta el frío. «Mientras no sea una planta que sea más invasiva y acabe con otras se puede poner de todo, siempre y cuando se adapten», indica González, que también ha plantado en la zona lichis que sacó de semilla y un Kiri. «Dicen que es el árbol que puede salvar el mundo. Es un árbol que se utiliza para madera, pero que fija nitrógeno y crece un metro al mes. Es el que más rápido crece, captura mucho CO2 de la atmósfera, tiene las hojas grandes y vale para abonar. Sería una alternativa local puesto que además, al podarlo, sale mucha biomasa», explica González.

Crear comunidad en torno a la huerta

Por supuesto, hay varias zonas dedicadas a la creación de compost. Los residuos los traen los propios voluntarios y se utilizan los restos de jardinería de la Laboral. Además, tienen lombrices rojas de California, «que se reproduce muy rápido y no se marcha, porque las otras cuando hace frío se guardan», y una de las primeras cosas que se hicieron fue capturar microorganismos para utilizar en las composteras, empleando botes de arroz semicocido para que se reproduzcan. 

Al tratarse de un espacio permacultural, no podía faltar la zona de reunión y encuentro, en la que se han aprovechado palos reciclados para crear bancos y mesas. «La permacultura no solo es huerta, es un espacio social», recuerda Xicu Xabel González. 

También se reciclan cartones cuando se crean los nuevos gremios del bosque comestible. «Nos atraen lombrices y las hierbas ancladas vuelven a resurgir», explica Echeverz, que calcula que este bosque comestible debe ser de los pocos que existen en España vinculados a un espacio cultural y educativo. En Asturias, existen un par de espacios similares pero pertenecen a particulares. «Lo próximo que vamos a hacer serán bancales orgánicos biointensivos», indican González y Echeverz, que han estado acompañados en la jornada de labor por varios voluntarios. 

Uno de ellos es Vicente García, que lleva 30 años vinculado a la agricultura ecológica y que participa en el proyecto desde sus inicios. Pertenece a movimientos ecológicos, tiene su propio huerto y considera que la permacultura es un facto más de la cultura ecológica.

El círculo de la permacultura

Mucho más reciente es la participación de Ana Izarzugaza e Isabel Alonso, dos jóvenes que viven en los minipisos de la Laboral y que descubrieron, en la jornada de puertas abiertas del espacio permacultural, que tenían un futuro bosque comestible al lado de casa. «Estamos creando pequeños pasos de concienciación. También es importante crear comunidad. Quedar, compartir… Tenemos una semilla y queremos meter la permacultura en todos los lados», asegura Echeverz.

«Es la segunda vez que venimos y, aparte de la agricultura, la idea es genial. Crear comunidad, compaetir», dice Izarzugaza. «Traemos compost, aportamos nuestro tiempo, aprendemos y nos ya nos hemos llevado alguna cosecha. Tienes la sensación de que cierras un círculo», valora Alonso.